Cómo se escribe.org.es

La palabra havitaciones
Cómo se escribe

Comó se escribe havitaciones o habitaciones?

Cual es errónea Habitaciones o Havitaciones?

La palabra correcta es Habitaciones. Sin Embargo Havitaciones se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino havitaciones es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra habitaciones

Errores Ortográficos típicos con la palabra Habitaciones

Cómo se escribe habitaciones o habitacionez?
Cómo se escribe habitaciones o habitaziones?
Cómo se escribe habitaciones o havitaciones?
Cómo se escribe habitaciones o abitaciones?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece habitaciones

La palabra habitaciones puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 942
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer de _Zarandilla_ y Rafael, ayudados por aquella tropa, arreglaron las habitaciones del amo. Dos quinqués humosos dieron luz a la gran sala de enjalbegadas paredes, adornadas con algunos cromos de santos. Los hombres de confianza de don Luis, doblando el espinazo con cierta pereza, sacaron de espuertas y cajones todas las vituallas traídas en el carruaje. ...

En la línea 987
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer de _Zarandilla_ puso la mesa, ayudada por las jóvenes serranas, que habían adquirido cierto aplomo al verse en las habitaciones del amo. Además, el señorito, con una franqueza que las enorgullecía, haciéndolas subir a la cara oleadas de sangre, iba de una a otra con la botella y la batea de cañas, obligándolas a que bebiesen. El padre de las _Moñotieso_ las hacía enrojecer y prorrumpir en risotadas semejantes a cocleos de gallinas, relatándolas al oído cuentos impúdicos. ...

En la línea 1391
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Registró las habitaciones del capataz: nadie. Creyó encontrar cerrada la puerta del cuarto de Mariquita; pero cedió aquélla al primer impulso. La cama estaba vacía y toda la habitación en orden, como si nadie hubiese entrado. Igual soledad en la cocina. Atravesó a tientas la vasta pieza que servía de dormitorio a los trabajadores. ¡Ni un alma! Asomó luego la cabeza en el departamento de los lagares. La luz difusa del cielo, penetrando por las ventanas, proyectaba en el suelo unas manchas de tenue claridad. Dupont, en este silencio creyó oír el sonido de una respiración, el tenue remover de alguien tendido en el suelo. ...

En la línea 1186
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos vivía en la calle Férou, a dos pasos del Luxemburgo; su alo jamiento se componía de dos pequeñas habitaciones, muy decente mente amuebladas, en una casa adornada, cuya hospedera aún joven y realmente todavía bella le ponía inútilmente ojos de cordera. ...

En la línea 2147
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y Ana de Austria regresó a sus habitaciones y salió casi al momen to, llevando en la mano un pequeño cofre de palo de rosa con sus ini ciales, incrustado de oro. ...

En la línea 2517
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero cuando el cardenal añadió que no solamente la señora de Chevreuse había venido a París, sino que además la reina se había relacionado con ella con ayuda de una de esascorrespondencias mis teriosas que en aquella época se denominaba una cábala, cuand o afir mó que él, el cardenal, estaba a punto de desenredar los hilos más os curos de aquella intriga, cuando, en el momento de arrestar con las manos en la masa, en flagrante delito, provisto de todas las pruebas, al emisario de la reina junto a la exilia da, un mosquetero había osado interrumpir violentamente el curso de la justicia cayendo, espada en mano, sobre honradas gentes de ley encargadas de examinar con im parcialidad todo el asunto para ponerlo ante los ojos del rey, Luis XIII no se contuvo más ydio un paso hacia las habitaciones de la reina con esa pálida y muda indignación que, cuando estallaba, llevaba a ese príncipe hasta la más fría crueldad. ...

En la línea 2683
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y abriendo la puerta de comunicación, Luis XIII se adentró por el corredor que conducía de sus habitaciones a las de Ana de Austria. ...

En la línea 1721
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ocupaba yo la parte delantera del primer piso; mis habitaciones consistían en una sala inmensa con un cuarto pequeño al lado, para dormir. ...

En la línea 2010
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Una madrugada, un grupo de soldados de la guardia, capitaneados por cierto sargento García, entraron en las habitaciones de la reina y le pidieron que suscribiese aquella Constitución y jurase solemnemente mantenerla. ...

En la línea 2032
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... (lo que el amable lector crea más del caso), me agarró del brazo y dijo: «Salgamos de esta barahunda, y a ver si se encuentra una ventana donde instalarnos, y desde donde yo pueda describir lo que suceda en la plaza, porque creo como usted que va a pasar algo grave.» En el último piso de una casa bastante grande, frente por frente a la de Correos, había papeles en señal de que se alquilaban habitaciones; subimos al instante, y contratamos con la inquilina del _étage_ el uso de la habitación de la calle por aquel día; atrancamos la puerta, y el reporter requirió cuaderno y lápiz, dispuesto a tomar notas de los sucesos que ya se cernían sobre la plaza. ...

En la línea 2360
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La casa o _posada_ en que yo vivía era sumamente espaciosa, con infinidad de habitaciones grandes y chicas, pero desamuebladas en su mayoría. ...

En la línea 207
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La ciudad se llama indistintamente El Carmen o Patagones. Está pegada a un ribazo escarpado que costea el río; hasta se han excavado cierto número de habitaciones en el gres que forma la falda de la colina. El río, profundo y rápido, tiene unos 200 ó 300 metros de anchura en este sitio. Las numerosas islas cubiertas de sauces, las numerosas colinas que se ven elevarse unas tras otras y que forman el límite septentrional de este espacioso valle verde, presentan un cuadro casi pintoresco cuando las alumbra un sol espléndido. No hay allí sino unos cuantos centenares de habitantes. ...

En la línea 535
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... una eminencia, o si en una llanura se fija la atención sobre un objeto distante, se nota casi siempre que hay una corriente de aire caliente que se dirige de abajo a arriba; como lo prueban las burbujas o bolas de jabón, que no se elevan en las habitaciones. No es, por tanto, muy difícil comprender que los hilos de araña tiendan a elevarse y que la araña misma acabe por ser arrastrada también. ...

En la línea 631
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 4 Tengo motivos para suponer que hay también un ratón. El europeo común y la rata están muy alejados de las habitaciones de los colonos. El cerdo común vive también en estado de libertad en uno de los islotes: todos son negros. Los jabalíes son muy fieros y tienen enormes colmillos. ...

En la línea 682
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 25 de diciembre.- Muy cerca del puerto se eleva a 1.700 pies una colina llamada Pico de Kater. Todas las islas próximas consisten en masas cónicas de gres verde mezcladas a veces con colinas menos regulares de esquisto arcilloso que ha experimentado la acción del fuego. Puede considerarse esta parte de la Tierra del Fuego como la parte sumergida de la cadena de montañas a que ya me he referido. El nombre de Wigwam proviene de algunas habitaciones fueguenses que rodean el puerto; pero con más razón hubiera podido aplicarse esta denominación a todas las bahías proximas. ...

En la línea 4352
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Quiso bajar a la huerta, al Parque; sin pedir luz ni encenderla, alumbrada por la luna, atravesó algunas habitaciones buscando la escalera del parterre; pero al pasar cerca del despacho de Quintanar, cambió de propósito y se dijo: Entraré ahí; ese debe de tener fósforos sobre la mesa. ...

En la línea 4930
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y con mucha prisa, haciendo saltar la ropa cerca del techo, acabó de levantar la cama y salió de las habitaciones del señorito. ...

En la línea 6054
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mientras en el salón y en el gabinete se discutía así y de otras muchas maneras, por las habitaciones interiores del primer piso, por el comedor, por los pasillos, por la escalera que conducía al patio y a la huerta, corrían alegres, revoltosos, Paco Vegallana, que celebraba sus días, Visitación, Edelmira, sobrina de la Marquesa (una niña de quince años que parecía de veinte), don Saturnino Bermúdez y el señor de Quintanar; la Regenta y don Álvaro Mesía presenciaban los juegos inocentes de los otros desde una ventana del comedor que daba al patio. ...

En la línea 6210
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando, pocos minutos después, hábilmente la sitiaba junto a una ventana del comedor, mientras Víctor iba con Paco a las habitaciones de este a ponerse el batín ancho y corto, la Regenta necesitó recordar, para mantenerse fría y serena, que nada serio había habido entre ella y aquel hombre; que las miradas que podían haberle envalentonado no eran compromisos de los que echa en cara ningún hombre de mundo. ...

En la línea 706
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los cardenales más afectos al Papa, presididos por Juliano de la Rovere, salieron lejos de Roma para recibir a los mensajeros turcos, incautándose de la Santa Lanza. Inocencio VIII próximo ya a la muerte, abandonó el lecho para presidir dicha solemnidad. El arma bendita fue llevada en procesión a través de Roma hasta las habitaciones particulares del Pontífice. ...

En la línea 1145
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En el piso superior encontraba Claudio las llamadas Logias de Rafael. En tiempo de Alejandro VI servían de habitaciones a su hijo César, y en ellas debió de dar éste algunos de sus banquetes licenciosos. ...

En la línea 1209
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando llegaron ante el palacio Cesarini —habitado ahora por el cardenal Antonio Sforza y construido por Rodrigo de Borja cuando aún no era Papa—los dos hermanos se despidieron. Juan pretextó el capricho de un paseo nocturno que deseaba hacer solo, y esto, unido a la presencia del enmascarado, hizo suponer a César que su hermano se encaminaba a una cita galante. Lo mismo creyeron el Papa y todos los de su intimidad al ver que al otro día, 16 de junio, el duque no regresaba a sus habitaciones del Vaticano, suponiéndolo oculto en la casa de alguna dama, no pudiendo salir hasta la noche, por miedo a la vigilancia del padre y del marido. ...

En la línea 1224
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Parecía asociarse la Naturaleza de un modo dramático a este dolor ruidoso. Una violenta tempestad empezó a rugir en Roma. La lluvia y la crecida del río inundaron las calles. El rayo cayó en las habitaciones privadas del I Papa y también sobre el castillo de Sant' Angelo, derribando la estatua del arcángel que servia de coronamiento a la antigua Moles Adriana. La superstición popular añadió nuevos detalles a este cuadro trágico, asegurando que una procesión de espectros había desfilado durante la noche, bajo el estrépito de la tormenta, por las naves de la basílica de San Pedro, y que el duque de Gandía, en forma de fantasma, vagaba a medianoche por el mencionado castillo pidiendo que le vengasen. ...

En la línea 266
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El profesor Flimnap se proponía entrar ahora en las habitaciones particulares de uno de los altos señores del Consejo Ejecutivo, que momentáneamente era el presidente del supremo organismo. Cada uno de los cinco individuos del Consejo lo presidía durante un mes, cediendo su sillón al compañero a quien tocaba el turno. ...

En la línea 351
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El profesor Flimnap abandonó las galerías altas, siguiendo los pasillos solitarios que conducían a las habitaciones del presidente del Consejo Ejecutivo. ...

En la línea 886
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entre las masas de edificios vio el gigante abrirse floridos jardines, que a el le parecían no más grandes que un pañuelo, y en cuyos senderos se detenían las mujeres para levantar la vista, admirando la enorme cabeza que pasaba sobre los tejados. A pesar de que los trompeteros iban al galope y soplando en sus largos tubos de metal por las calles que seguía Gillespie, los ojos de este tropezaban a cada momento con agradables sorpresas que le hacían sonreír. Los diarios habían anunciado su visita a la ciudad; nadie la ignoraba, pero la fuerza de la costumbre hacía que muchos olvidasen toda precaución y siguieran viviendo en las habitaciones altas sin miedo a los curiosos. ...

En la línea 902
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando todos desaparecieron, Ra-Ra volvió a examinar la parte alta y sinuosa del palacio universitario, donde estaban las habitaciones de los doctores jóvenes. Los más de ellos se habían ido a la peregrinación patriótica, y así se explicaba que las terrazas y las galerías permaneciesen silenciosas, sin el ordinario rumor de peleas dialécticas. ...

En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...

En la línea 422
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los de Santa Cruz vivían en su casa propia de la calle de Pontejos, dando frente a la plazuela del mismo nombre; finca comprada al difunto Aparisi, uno de los socios de la Compañía de Filipinas. Ocupaban los dueños el principal, que era inmenso, con doce balcones a la calle y mucha comodidad interior. No lo cambiara Barbarita por ninguno de los modernos hoteles, donde todo se vuelve escaleras y están además abiertos a los cuatro vientos. Allí tenía número sobrado de habitaciones, todas en un solo andar desde el salón a la cocina. Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres. Por más que dijeran, el barrio de Salamanca es campo… Tan apegada era la buena señora al terruño de su arrabal nativo, que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por las mañanas el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores en la fuente de Pontejos; quien no sintiera por mañana y tarde la batahola que arman los coches correos; quien no recibiera a todas horas el hálito tenderil de la calle de Postas, y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz; quien no oyera las campanadas del reloj de la Casa de Correos tan claras como si estuvieran dentro de la casa; quien no viera pasar a los cobradores del Banco cargados de dinero y a los carteros salir en procesión. Barbarita se había acostumbrado a los ruidos de la vecindad, cual si fueran amigos, y no podía vivir sin ellos. ...

En la línea 423
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa era tan grande, que los dos matrimonios vivían en ella holgadamente y les sobraba espacio. Tenían un salón algo anticuado, con tres balcones. Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba. A la derecha del salón estaba el despacho de Juanito, así llamado no porque este tuviese nada que despachar allí, sino porque había mesa con tintero y dos hermosas librerías. Era una habitación muy bien puesta y cómoda. El gabinetito de Jacinta, inmediato a esta pieza, era la estancia más bonita y elegante de la casa y la única tapizada con tela; todas las demás lo estaban con colgadura de papel, de un arte dudoso, dominando los grises y tórtola con oro. Veíanse en esta pieza algunas acuarelas muy lindas compradas por Juanito, y dos o tres óleos ligeros, todo selecto y de regulares firmas, porque Santa Cruz tenía buen gusto dentro del gusto vigente. Los muebles eran de raso o de felpa y seda combinadas con arreglo a la moda, siendo de notar que lo que allí se veía no chocaba por original ni tampoco por rutinario. Seguía luego la alcoba del matrimonio joven, la cual se distinguía principalmente de la paterna en que en esta había lecho común y los jóvenes los tenían separados. Sus dos camas de palosanto eran muy elegantes, con pabellones de seda azul. La de los padres parecía un andamiaje de caoba con cabecera de morrión y columnas como las de un sagrario de Jueves Santo. La alcoba de los pollos se comunicaba con habitaciones de servicio, y le seguían dos grandes piezas que Jacinta destinaba a los niños… cuando Dios se los diera. Hallábanse amuebladas con lo que iba sobrando de los aposentos que se ponían de nuevo, y su aspecto era por demás heterogéneo. Pero el arreglo definitivo de estas habitaciones vacantes existía completo en la imaginación de Jacinta, quien ya tenía previstos hasta los últimos detalles de todo lo que se había de poner allí cuando el caso llegara. ...

En la línea 423
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa era tan grande, que los dos matrimonios vivían en ella holgadamente y les sobraba espacio. Tenían un salón algo anticuado, con tres balcones. Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba. A la derecha del salón estaba el despacho de Juanito, así llamado no porque este tuviese nada que despachar allí, sino porque había mesa con tintero y dos hermosas librerías. Era una habitación muy bien puesta y cómoda. El gabinetito de Jacinta, inmediato a esta pieza, era la estancia más bonita y elegante de la casa y la única tapizada con tela; todas las demás lo estaban con colgadura de papel, de un arte dudoso, dominando los grises y tórtola con oro. Veíanse en esta pieza algunas acuarelas muy lindas compradas por Juanito, y dos o tres óleos ligeros, todo selecto y de regulares firmas, porque Santa Cruz tenía buen gusto dentro del gusto vigente. Los muebles eran de raso o de felpa y seda combinadas con arreglo a la moda, siendo de notar que lo que allí se veía no chocaba por original ni tampoco por rutinario. Seguía luego la alcoba del matrimonio joven, la cual se distinguía principalmente de la paterna en que en esta había lecho común y los jóvenes los tenían separados. Sus dos camas de palosanto eran muy elegantes, con pabellones de seda azul. La de los padres parecía un andamiaje de caoba con cabecera de morrión y columnas como las de un sagrario de Jueves Santo. La alcoba de los pollos se comunicaba con habitaciones de servicio, y le seguían dos grandes piezas que Jacinta destinaba a los niños… cuando Dios se los diera. Hallábanse amuebladas con lo que iba sobrando de los aposentos que se ponían de nuevo, y su aspecto era por demás heterogéneo. Pero el arreglo definitivo de estas habitaciones vacantes existía completo en la imaginación de Jacinta, quien ya tenía previstos hasta los últimos detalles de todo lo que se había de poner allí cuando el caso llegara. ...

En la línea 1112
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Aquél es el pueblo, príncipe, y allá se ve mi casa. Desde ahí se alcanza a divisar las torres. Y aquel bosque es el jardín de mi casa. ¡Ah! Ya verás qué lujo y qué grandeza. ¡Una casa con setenta habitaciones, piénsalo, y con veintisiete criados! Magnífico albergue para nosotros, ¿verdad? ¡Ea! Corramos, que mi impaciencia no sufre más demora. ...

En la línea 1387
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El duque le hizo muchas preguntas acerca de la corte, del difunto rey, del príncipe, de las princesas. El niño las respondió acertadamente y sin vacilar. Describió las habitaciones de gala del palacio, los aposentos del difunto rey y los del Príncipe de Gales. ...

En la línea 1486
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Cuerpo de mí! ¡Éste mi mendigo! ¡Éste mi lunático! Éste es aquel a quien yo iba a enseñarle lo que era grandeza, en mi casa de setenta habitaciones y veintisiete criados! ¡Éste es el que no había conocido nunca más que andrajos por vestido, puntapiés por consuelo y bazofias por alimento! ¡Éste es el que yo adopté y al qué haría respetable! ¡Si Dios me diera un saco para esconder la cabeza! ...

En la línea 1248
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sí, y me tiene prisionera por temor a que reaparezcas. En las habitaciones bajas hay vigilancia durante la noche. Estoy encerrada entre bayonetas y rejas y no puedo dar un paso al aire libre. Temo que no podré ser nunca tu mujer, porque mi tío, que me odia, interpondrá entre tú y yo la inmensidad del océano. ...

En la línea 443
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La vivienda del señor Pumblechook, en la calle Alta de la ciudad, tenía un carácter farináceo e impregnado de pimienta, según debían ser las habitaciones de un tratante en granos y especias. Me pareció que sería hombre muy feliz, puesto que en su tienda tenía numerosos cajoncitos, y me pregunté si cuando él contemplaba las filas de paquetes de papel moreno, donde se guardaban las semillas y los bulbos, éstos, aprovechando un buen día de sol, saldrían de sus cárceles y empezarían a florecer. ...

En la línea 1126
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Tan inmutable era la triste y vieja casa, y la amarillenta luz en las oscuras habitaciones, así como el aspecto marchito de la buena señora junto al tocador, que, muchas veces, me pregunté si al pararse los relojes se había parado también el tiempo en aquel lugar misterioso, y si mientras yo y todos los demás crecíamos y nos desarrollábamos, cuanto había en la casa permanecía siempre en el mismo estado. Jamás entraba allí la luz del día. Esto me maravillaba, y, bajo la influencia de aquella casa, continué odiando cordialmente mi oficio y también seguí avergonzado de mi propio hogar. ...

En la línea 1324
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Si hubieses esperado un instante, Biddy, me habrías oído decir que me propongo traer aquí mi traje, en un fardo, por la noche, es decir, la noche antes de mi marcha. Biddy no dijo ya nada más. Yo la perdoné generosamente y pronto di con afecto las buenas noches a ella y a Joe y me marché a la cama. En cuanto me metí en mi cuartito, me quedé sentado y lo contemplé largo rato, considerándolo una habitacioncita muy pobre y de la que me separaría muy pronto para habitar siempre otras más elegantes. En aquella estancia estaban mis jóvenes recuerdos, y entonces también sentí la misma extraña confusión mental entre ella y las otras habitaciones mejores que iría a habitar, así como me había ocurrido muchas veces entre la forja y la casa de la señorita Havisham y entre Biddy y Estella. ...

En la línea 1511
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces mi tutor me llevó a su propio despacho, y mientras tomaba el lunch en pie, comiéndose unos sandwichs que había en una caja y bebiendo algunos tragos de jerez de un frasco de bolsillo (y parecía estar muy irritado con el sandwich mientras se lo comía), me informó de las disposiciones que había tomado con respecto a mí. Debía dirigirme a la Posada de Barnard, a las habitaciones del señor Pocket, hijo, en donde permanecería hasta el lunes; en dicho día tendría que ir con aquel joven a casa de su padre, a fin de hacer una visita y para ver si me gustaba. También me comunicó que mi pensión sería… - en realidad, era muy generosa -. Luego sacó de un cajón, para entregármelas, algunas tarjetas de ciertos industriales con quienes debería tratar lo referente a mis trajes y otras cosas que pudiera necesitar razonablemente. - Observará usted que tiene crédito, señor Pip - dijo mi tutor, cuyo frasco de jerez olía como si fuese una pipa llena, cuando, con la mayor prisa, se bebió unos tragos -, pero de esta manera podré comprobar sus gastos y advertirle en caso de que se exceda. Desde luego, cometerá usted alguna falta, pero en eso no tengo culpa alguna. ...

En la línea 144
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sobre esta mesa, en una palmatoria de hierro, ardía el cabo de vela. Marmeladof tenía, pues, alquilada una habitación entera y no un simple rincón, pero comunicaba con otras habitaciones y era como un pasillo. La puerta que daba a las habitaciones, mejor dicho, a las jaulas, del piso de Amalia Lipevechsel, estaba entreabierta. Se oían voces y ruidos diversos. Las risas estallaban a cada momento. Sin duda, había allí gente que jugaba a las cartas y tomaba el té. A la habitación de Marmeladof llegaban a veces fragmentos de frases groseras. ...

En la línea 521
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Continuó en seguida la ascensión y llegó al cuarto piso. Allí estaba la puerta de las habitaciones de la prestamista. El departamento de enfrente seguía desalquilado, a juzgar por las apariencias, y el que estaba debajo mismo del de la vieja, en el tercero, también debía de estar vacío, ya que de su puerta había desaparecido la tarjeta que Raskolnikof había visto en su visita anterior. Sin duda, los inquilinos se habían mudado. ...

En la línea 570
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su terror iba en aumento, sobre todo después de aquel segundo crimen que no había proyectado, y sólo pensaba en huir. Si en aquel momento hubiese sido capaz de ver las cosas más claramente, de advertir las dificultades, el horror y lo absurdo de su situación; si hubiese sido capaz de prever los obstáculos que tenía que salvar y los crímenes que aún habría podido cometer para salir de aquella casa y volver a la suya, acaso habría renunciado a la lucha y se habría entregado, pero no por cobardía, sino por el horror que le inspiraban sus crímenes. Esta sensación de horror aumentaba por momentos. Por nada del mundo habría vuelto al lado del arca, y ni siquiera a las dos habitaciones interiores. ...

En la línea 644
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El encuentro parecía inevitable. Ya sólo les separaba un piso. Pero, de pronto… , ¡la salvación! Unos escalones más abajo, a su derecha, vio un piso abierto y vacío. Era el departamento del segundo, donde trabajaban los pintores. Como si lo hubiesen hecho adrede, acababan de salir. Seguramente fueron ellos los que bajaron la escalera corriendo y alborotando. Los techos estaban recién pintados. En medio de una de las habitaciones había todavía una cubeta, un bote de pintura y un pincel. Raskolnikof se introdujo en el piso furtivamente y se escondió en un rincón. Tuvo el tiempo justo. Los hombres estaban ya en el descansillo. No se detuvieron: siguieron subiendo hacia el cuarto sin dejar de hablar a voces. Raskolnikof esperó un momento. Después salió de puntillas y se lanzó velozmente escaleras abajo. ...

En la línea 487
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Oh, sí! A esta hora todos están en sus habitaciones. ...

En la línea 490
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Y el francés también? Bueno, ya los veré a todos. Alexei Ivanovitch, llévame en seguida a las habitaciones del general. ¿Te encuentras bien aquí? ...

En la línea 497
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Un inglés! Por eso me contempla fijamente sin despegar los labios. Me gustan los ingleses. Que me lleven a las habitaciones de nuestra familia. ¿Dónde se hospedan? Transportaron a la abuela. Yo marchaba a la cabeza por la amplia escalera del hotel. Nuestro grupo causaba sensación. Las personas que encontrábamos a nuestro paso se detenían y abrían mucho los ojos. Nuestro hotel pasa por ser el mejor, el más caro y el más aristocrático de Ruletenburg. En la escalera y en los corredores encuéntranse siempre grandes damas y graves ingleses. Muchos interrogaban abajo al oberkellner, que, por su parte, estaba muy impresionado. Contestaba naturalmente que se trataba de una extranjera muy principal, “una rusa, una condesa, una gran señora”, y que ocuparía las mismas habitaciones que habían sido reservadas una semana antes a la gran duquesa de N. ...

En la línea 497
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Un inglés! Por eso me contempla fijamente sin despegar los labios. Me gustan los ingleses. Que me lleven a las habitaciones de nuestra familia. ¿Dónde se hospedan? Transportaron a la abuela. Yo marchaba a la cabeza por la amplia escalera del hotel. Nuestro grupo causaba sensación. Las personas que encontrábamos a nuestro paso se detenían y abrían mucho los ojos. Nuestro hotel pasa por ser el mejor, el más caro y el más aristocrático de Ruletenburg. En la escalera y en los corredores encuéntranse siempre grandes damas y graves ingleses. Muchos interrogaban abajo al oberkellner, que, por su parte, estaba muy impresionado. Contestaba naturalmente que se trataba de una extranjera muy principal, “una rusa, una condesa, una gran señora”, y que ocuparía las mismas habitaciones que habían sido reservadas una semana antes a la gran duquesa de N. ...

En la línea 15
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El palacio episcopal de D. estaba contiguo al hospital, y era un vasto y hermoso edificio construido en piedra a principios del último siglo. Todo en él respiraba cierto aire de grandeza: las habitaciones del obispo, los salones, las habitaciones interiores, el patio de honor muy amplio con galerías de arcos según la antigua costumbre florentina, los jardines plantados de magníficos árboles. ...

En la línea 1203
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No sé… -El fiel perro alzó los ojos y contempló las facciones descompuestas del marido, y una intuición rápida le dijo docenas de cosas. Miranda salió como un cohete, y recorrió las habitaciones llamando a Lucía a gritos. Silencio profundo. Entonces resueltamente salió al balcón, y bajó al jardín. ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

Más información sobre la palabra Habitaciones en internet

Habitaciones en la RAE.
Habitaciones en Word Reference.
Habitaciones en la wikipedia.
Sinonimos de Habitaciones.

Palabras parecidas a habitaciones

La palabra guiaba
La palabra tocador
La palabra tufos
La palabra sacerdotal
La palabra espanto
La palabra osaran
La palabra entornados

Webs amigas:

VPO en Leon . Playas de Maro . Ciclos Fp de informática en Guipúzcoa . - Hotel Granada Centro en Granada centro