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La palabra guarrdaban
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Comó se escribe guarrdaban o guardaban?

Cual es errónea Guardaban o Guarrdaban?

La palabra correcta es Guardaban. Sin Embargo Guarrdaban se trata de un error ortográfico.

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Más información sobre la palabra Guardaban en internet

Guardaban en la RAE.
Guardaban en Word Reference.
Guardaban en la wikipedia.
Sinonimos de Guardaban.

Algunas Frases de libros en las que aparece guardaban

La palabra guardaban puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1686
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los dos pequeños, satisfechos en el fondo de una desgracia que atraía sobre la barraca la atención de toda la vega, guardaban la puerta, cerrando el paso a los chicos, que, como bandadas de gorriones, llegaban por caminos y sendas con la malsana y excitada curiosidad de ver al muertecito. ...

En la línea 1762
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al mediodía, Teresa, escapándose casi a viva fuerza del cautiverio en que la guardaban las vecinas, volvió a la barraca. ...

En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...

En la línea 247
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus _juergas_ rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas. Pero al ver próxima la muerte y oír los consejos de su hermana, que después de muchos años de ausencia se decidía a entrar en su casa, quiso «dar buen ejemplo», irse del mundo con la discreción que convenía a su rango. Y sacerdotes de todos hábitos y reglas llegaron hasta su lecho, apartando al sentarse una guitarra o una enagua olvidada; hablándole del cielo, en el que, seguramente, le guardaban un sitio de preferencia por los méritos de sus mayores. Las innumerables cofradías y hermandades de Jerez, en las cuales tenía el alegre noble un cargo hereditario, acompañaron al Viático; y al morir, su cadáver fue vestido de fraile, amontonándose sobre su pecho todas las medallas que la señora de Dupont juzgó de más eficacia para que aquel vividor no sufriese retraso ni entorpecimiento en su ascensión a la gloria eterna. ...

En la línea 470
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viejo ventorrillero, al presentarse su antiguo jefe en la choza del Grajo, había llorado, abrazándole con tales extremos de emoción, que su familia creyó que iba a morir. ¡Ocho años sin ver a su don Fernando! ¡Ocho años, durante los cuales había enviado todos los meses un papel lleno de garabatos a aquel presidio del Norte, donde guardaban a su héroe! El pobre Matacardillos sabía que iba a morir de un momento a otro. Ya no dormía en la cama, se ahogaba, vivía casi artificialmente clavado en su sillón de paja, sin poder servir una copa, acogiendo con sonrisa triste a los arrieros y gañanes que le hablaban de su cara de salud y de su gordura, asegurando que se quejaba de vicio. Don Fernando debía volver alguna vez a verle. Le molestaría poco tiempo; iba a morir muy pronto; pero su presencia alegraría la poca vida que le quedase. Y Salvatierra había prometido volver, siempre que pudiese, a visitar al _veterano_, en compañía de Manolo el de Trebujena (otro de los suyos), al que había encontrado en el ventorro del Grajo. Con él emprendió el regreso a Jerez, cuando los alcanzó la tempestad, obligándoles a refugiarse en el cortijo. ...

En la línea 634
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... IV Los dos mastines que guardaban durante la noche los alrededores de la torre de Marchamalo, cesaron de dormitar bajo las arcadas de la casa de los lagares, con el cuerpo en círculo, apoyando en el rabo las feroces mandíbulas. ...

En la línea 10714
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los cuatro criados guardaban la puerta y la ventana. ...

En la línea 4149
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En un rincón descubrí a mi guía; evidentemente estaba preso: dos robustos pescadores, armado el uno con un fusil y el otro con un bichero, le guardaban. ...

En la línea 3557
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ''Por ésas digo -le repliqué yo-; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo. ...

En la línea 5644
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Finalmente, el colmilludo jabalí quedó atravesado de las cuchillas de muchos venablos que se le pusieron delante; y, volviendo la cabeza don Quijote a los gritos de Sancho, que ya por ellos le había conocido, viole pendiente de la encina y la cabeza abajo, y al rucio junto a él, que no le desamparó en su calamidad; y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe que entre los dos se guardaban. ...

En la línea 374
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Dos monaguillos con ropón encarnado, guardaban casullas y capas pluviales en los armarios. ...

En la línea 640
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero marchaba uno, y los demás le guardaban cierto respeto por algunos minutos. ...

En la línea 8052
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Visitación y Paco Vegallana, que eran los que podían hablar con fundamento, guardaban prudente reserva; era Obdulia quien se daba aires de saber muchas cosas que no había. ...

En la línea 10036
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El mantel adamascado, más terso que fino; los platos pesados, gruesos; de blanco mate con filete de oro; las servilletas en forma de tienda de campaña dentro de las copas grandes, la fila escalonada de las destinadas a los vinos; las conchas de porcelana que ostentaban rojos pimientos, cárdena lengua de escarlata, húmedas aceitunas, pepinillos rozagantes y otros entremeses; la gravedad aristocrática de las botellas de Burdeos, que guardaban su aromático licor como un secreto; los reflejos de la luz quebrándose en el vino y en las copas vacías y en los cubiertos relucientes de plata Meneses; el centro de mesa en que se erguía un ramillete de trapo con guardia de honor de dos floreros cilíndricos con pinturas chinescas, de cuya boca salían imitaciones groseras de no se sabía qué plantas, pero que a don Pompeyo le recordaban la cabellera rubia y estoposa de alguna miss de circo ecuestre; las cajas de cigarros, unas de madera olorosa, otras de latón; los talleres cursis y embarazosos cargados con aceite y vinagre y con más especias que un barco de Oriente. ...

En la línea 991
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Necesitaba el conquistador partir cuanto antes. Roma estaba amenazada por el hambre. Las tropas francesas habían devorado cuantas reservas se guardaban en la ciudad y sus cercanías. El pueblo no podía sufrir la arrogancia de los invasores. Diariamente surgían peleas. Los muchos españoles residentes en la ciudad se batían en todas las encrucijadas con estos soldados insolentes enemigos de los Borgias. Los alabarderos suizos excitaban especialmente la cólera popular. En su embriaguez perseguían y violaban a las mujeres hasta en mitad de las calles, mostrándose las plebeyas romanas menos fáciles que las altas señoras. ...

En la línea 1496
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La exigencia del gobernador de Sinigaglia de no entregar el castillo más que a César era un ardid concertado con los condottíeri rebeldes. Estos mantenían disimuladas sus tropas a cierta distancia de la ciudad, para que el duque no sintiese inquietud, y cuando penetrase confiado en ella con su escolta mandada por don Micalet, todo el ejército avanzaría en un movimiento envolvente, matando a César y a los españoles que lo guardaban. ...

En la línea 327
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Adivinó el profesor Flimnap este misterio al recordar algunas crónicas remotas sobre la llegada de otros gigantes. Los tales cilindros de papel contenían, sin duda alguna, cierta materia que los colosos llamaban 'tabaco'. En otros tiempos lo guardaban en polvo dentro de cajas de concha; ahora lo comprimían en forma de cabelleras vegetales bajo una envoltura de papel. ...

En la línea 1274
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando llegase el momento decisivo, los rebeldes no tendrían más que penetrar en los olvidados museos universitarios que guardaban cantidades enormes de material de guerra perteneciente a una historia remota. Estos museos de industria retrospectiva iban a convertirse en arsenales inmediatamente, dando a sus poseedores el dominio del país, como los rayos negros lo habían dado a las mujeres. ...

En la línea 1279
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Como Ra-Ra vivía entre los esclavos del puerto, y estos guardaban cierta relación con aquella otra gente todavía mas inferior que acompañaba al gigante, había recibido ciertas confidencias sobre peligros que amenazaban al Hombre-Montaña. ...

En la línea 1521
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La cárcel donde guardaban a Ra-Ra era un antiguo cuartel que las tropas femeninas habían abandonado por insalubre. ...

En la línea 443
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La vivienda del señor Pumblechook, en la calle Alta de la ciudad, tenía un carácter farináceo e impregnado de pimienta, según debían ser las habitaciones de un tratante en granos y especias. Me pareció que sería hombre muy feliz, puesto que en su tienda tenía numerosos cajoncitos, y me pregunté si cuando él contemplaba las filas de paquetes de papel moreno, donde se guardaban las semillas y los bulbos, éstos, aprovechando un buen día de sol, saldrían de sus cárceles y empezarían a florecer. ...

En la línea 1445
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Apenas había tenido tiempo de disfrutar del coche y de decirme que se parecía mucho a un almacén de paja, aun siendo tan semejante a una trapería, o de preguntarme por qué los morrales de los caballos se guardaban dentro del coche, cuando observé que el cochero se disponía a bajar del pescante como si fuéramos a detenernos. Y, en efecto, nos paramos en una calle sombría, ante una oficina que tenía la puerta abierta y en la que estaba pintado el nombre del señor Jaggers. ...

En la línea 414
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Eran cerca de las nueve cuando llegó a la plaza del Mercado Central. Los vendedores ambulantes, los comerciantes que tenían sus puestos al aire libre, los tenderos, los almacenistas, recogían sus cosas o cerraban sus establecimientos. Unos vaciaban sus cestas, otros sus mesas y todos guardaban sus mercancías y se disponían a volver a sus casas, a la vez que se dispersaban los clientes. Ante los bodegones que ocupaban los sótanos de los sucios y nauseabundos inmuebles de la plaza, y especialmente a las puertas de las tabernas, hormigueaba una multitud de pequeños traficantes y vagabundos. ...

Reglas relacionadas con los errores de r

Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r


El Español es una gran familia


la Ortografía es divertida

Errores Ortográficos típicos con la palabra Guardaban

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