Cual es errónea Gente o Jente?
La palabra correcta es Gente. Sin Embargo Jente se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino jente es que hay un Intercambio de las letras j;g con respecto la palabra correcta la palabra gente
Reglas relacionadas con los errores de j;g
Las Reglas Ortográficas de La J
Se escriben con j las palabras que terminan en -aje. Por ejemplo: lenguaje, viaje.
Se escriben con j los tiempos de los verbos que llevan esta letra en su infinitivo. Por ejemplo:
viajemos, viajáis (del verbo viajar); trabajábamos, trabajemos (del verbo trabajar).
Hay una serie de verbos que no tienen g ni j en sus infinitivos y que se escriben en sus tiempos
verbales con j delante de e y de i. Por ejemplo: dije (infinitivo decir), traje (infinitivo traer).
Las Reglas Ortográficas de la G
Las palabras que contienen el grupo de letras -gen- se escriben con g.
Observa los ejemplos: origen, genio, general.
Excepciones: berenjena, ajeno.
Se escriben con g o con j las palabras derivadas de otra que lleva g o j.
Por ejemplo: - de caja formamos: cajón, cajita, cajero...
- de ligero formamos: ligereza, aligerado, ligerísimo...
Se escriben con g las palabras terminadas en -ogía, -ógico, -ógica.
Por ejemplo: neurología, neurológico, neurológica.
Se escriben con g las palabras que tienen los grupos -agi-, -igi. Por ejemplo: digiere.
Excepciones: las palabras derivadas de otra que lleva j. Por ejemplo: bajito (derivada de bajo), hijito
(derivada de hijo).
Se escriben con g las palabras que empiezan por geo- y legi-, y con j las palabras que empiezan por
eje-. Por ejemplo: geografía, legión, ejército.
Excepción: lejía.
Los verbos cuyos infinitivos terminan en -ger, -gir se escriben con g delante de e y de i en todos sus
tiempos. Por ejemplo: cogemos, cogiste (del verbo coger); elijes, eligieron (del verbo elegir).
Excepciones: tejer, destejer, crujir.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras j;g

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece gente
La palabra gente puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 98
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La avalancha de gente laboriosa que se dirigía a Valencia llenaba los puentes. ...
En la línea 170
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Diez años de continuo tránsito junto a aquella ruina habían conseguido que la gente no se fijase ya en ella. ...
En la línea 203
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Adónde iría esta pobre gente? El camino aquel, afluyente al de Alboraya, no iba a ninguna parte. ...
En la línea 236
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los domingos, si iba un rato a la taberna de Copa, donde se reunía toda la gente del contorno, era para mirar a los jugadores de truco, para reír como un bendito oyendo los despropósitos y brutalidades de Pimentó y otros mocetones que actuaban de gallitos de la huerta; pero nunca se acercaba al mostrador a pagar un vaso. ...
En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...
En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...
En la línea 135
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te digo, Fermín, que soy más republicano que tú y que de todo corazón estaría con aquellos buenos señores que conocí de niño, a los que miraba la gente como unos descamisados, siendo excelentes personas... ¡Pero el Salvatierra de ahora! ¡Y todos vosotros, los jovenzuelos que le escucháis, mequetrefes que os parece poco ser republicanos y habláis de la igualdad, y de repartirlo todo, y decís que la religión es cosa de viejas!... ...
En la línea 138
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Don Pablo se indignaba al recordar la impiedad de la gente rebelde. En esto no transigía. Salvatierra y cuantos fuesen contra la religión le encontrarían enfrente. En su casa, todo menos eso. Aún temblaba de cólera recordando cómo despidió, dos semanas antes, a un tonelero, un mentecato adulterado por la lectura, al que había sorprendido haciendo alarde de incredulidad ante sus compañeros. ...
En la línea 11
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Según la mayoría de la población, la gente se moría porque no había más remedio que morirse, y porque no todos habían de quedar para antecristos; pero lo mismo sucedía en todas partes, sólo que «ojos que no ven, corazón que no siente»; y como allí casi todos eran parientes más o menos lejanos, y mejor o peor avenidos. ...
En la línea 17
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... —Sí, hay que reconocerlo: desde la Gloriosa se muere mucha gente; pero eso se explica por la revolución. ...
En la línea 112
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Antes que Resma anduviese por el mundo, o por lo menos antes que fuese médico, «si lo era, que eso ya se averiguaría», estaba cansado Cuervo de saber que en Laguna se moría mucha gente. ...
En la línea 196
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Si alguna persona muy allegada al enfermo se empeñaba en velar también, don Ángel, o se marchaba o dividía a la gente en dos secciones, y él se iba con los que se quedaban, por si ocurría algo, a una habitación lejana, que cerraba por dentro. ...
En la línea 2932
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Nuestra fortuna ha cambiado mucho de cara desde que os vi, señora Bonacieux, y no me extrañaría que de aquí a algunos meses causara la envidia de mucha gente. ...
En la línea 3292
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Desde cuándo en tre los mosqueteros se concede a la gente permisos sin que los pidan?-Desde que tienen amigos que los piden para ellos -dijo D'Ar tagnan. ...
En la línea 4912
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿No se ve en nuestra cara que éramos gente de calidad y no falsarios, decid?-Sí, señor, sí, tenéis razón -dijo el hostelero-, pero mirad, mi rad cómo se cobra. ...
En la línea 5818
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, ala puerta el mosquetero tuvo algunas dudas: el co mienzo era para animar a la gente: alameda hedionda y negra, escale ra mal aclarada por barrotes a través de los cuales se filtraba la luz de un patio vecino; en el primer piso una puerta baja y herrada co n enor mes clavos como la puerta principal de Grand Chátelet. ...
En la línea 240
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Yo no soy un turista ni un escritor de libros de viajes; pero la comisión que llevé allá era un poco extraña y me condujo necesariamente a situaciones y posiciones insólitas, me envolvió en dificultades y perplejidades, y me puso en contacto con gente de condición y categoría muy diversas; de suerte que, en conjunto, me lisonjeo pensando que el relato de mi peregrinación no carecerá enteramente de interés para el público, sobre todo, dada la novedad del asunto; pues aunque se han publicado varios libros acerca de España, éste es el único, creo yo, que trata de una obra de misiones en aquel país. ...
En la línea 349
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Poco se había realizado, no obstante, en este país; por tanto, ya que me hallaba en él, determiné hacer algo, a ser posible, por la difusión de aquélla, no sin cerciorarme ante todo personalmente de hasta qué punto la gente estaba preparada para recibirla, y de si el estado de la educación en general le permitiría sacar de ella bastante provecho. ...
En la línea 379
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Le pregunté si consideraba peligroso leer las Escrituras sin notas; replicó que, ciertamente, no había peligro alguno, pero que la gente no instruída poco provecho podía sacar de la Escritura sin el socorro de las notas, porque en su mayor parte la encontraría ininteligible. ...
En la línea 551
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cuenta unos cinco mil habitantes; pero con sobrada capacidad para doble número de gente. ...
En la línea 191
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. ...
En la línea 241
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. ...
En la línea 246
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Si os la mostrara -replicó don Quijote-, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. ...
En la línea 253
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, entretanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo: -¡Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva, atended!; que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido. ...
En la línea 496
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... hay campos inmensos de cardos cultivados y silvestres; hasta puede decirse que la región entera no es sino una gran llanura cubierta de estas plantas, las cuales no se mezclan jamás. El cardo cultivable tiene poco más o menos la altura de un caballo, pero el cardo silvestre de las Pampas excede a menudo en altura de la cabeza de un jinete. Abandonar la senda un instante sería locura, pues a menudo el mismo camino está invadido. Por supuesto, allí no hay ningún pasto, y si bueyes o caballos entran en un campo de cardos es imposible volver a encontrarlos. Por eso es muy aventurado hacer viajar bestias en esa estación; pues cuando están lo suficientemente rendidas de fatiga para no querer ya seguir más lejos, se escapan a los campos de cardos y no se las vuelve a ver más. Hay muy pocas estancias en esas regiones; y las pocas que allí se encuentran están situadas cerca de valles húmedos, donde afortunadamente no puede crecer ninguna de esas terribles plantas. La noche nos sorprende antes de llegar al término de nuestro viaje, y pasamos la noche en una chocita miserable habitada por gente pobre; la extrema cortesía de nuestro hospedero y de nuestra hospedera forma encantador contraste con todo lo que nos rodea. ...
En la línea 591
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 19 de abril.- No hay que pensar en hacer uso de la vela, ni de los remos, contra una corriente tan rápida. Se sujetan, pues, los tres barcos en fila, uno tras otro, y quedan dos hombres a las bandas de cada uno, mientras el resto del equipaje echa pie a tierra para remolcar las tres embarcaciones. En dos palabras voy a describir el sistema ideado por el capitán Fitz-Roy, porque es excelente para facilitar el trabajo de todos y en el que todos toman parte. Divide nuestra expedición en dos escuadras, de las que cada una remolca alternativamente los barcos durante hora y media. Los oficiales de cada barco acompañan a su equipaje; toman parte en las comidas de su gente y disfrutan del mismo trato; cada barco es, pues, independiente de los demás. Al ponerse el sol nos detenemos en el primer punto llano cubierto de monte y se establece el vivac para la noche. Un hombre de cada tripulación llena a su vez las funciones de cocinero. Cuando se han amarrado los barcos frente al lugar en que se decide vivaquear, el cocinero enciende lumbre; otros dos arman la tienda; el contramaestre saca de los barcos los efectos necesarios para la noche, y los hombres los transportan a las tiendas mientras que los otros reúnen leña. Todo está tan bien ordenado que en media hora queda dispuesto cuanto se necesita para pasar la noche. Dormimos todos bajo la vigilancia de un oficial y de dos hombres encargados de custodiar las embarcaciones, alimentar el fuego y vigilar a los indios. Cada hombre de la marinería debe velar una hora por noche. En este día nuestros progresos han sido lentos, porque el río está interceptado por islas cubiertas de espinosos matorrales y los brazos de agua intermedios son poco profundos. ...
En la línea 734
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El 5 de marzo echamos el ancla en la bahía de Woollya, pero no encontramos allí a nadie. Nos alarmó esto tanto más, cuanto que creíamos comprender por los gestos de los indígenas del estrecho de Eonsonby que había habido batalla. Más tardé hemos sabido que los terribles Oeus habían hecho una incursión. Sin embargo, muy pronto se aproximó a nosotros una canoíta, con una bandera en la proa y vimos que uno de los hombres que la tripulaban se lavaba la cara a grandes farfadas para quitarse la pintura; aquel hombre era nuestro pobre Jemmy, ya hoy hecho un salvaje flaco, huraño, con la cabellera en desorden y todo desnudo a excepción de un pedazo de tela alrededor de la cintura. No le conocimos hasta que estuvo a nuestro lado, porque estaba muy vergonzoso y volvía la espalda al barco. Le habíamos dejado gordo, limpio, bien vestido; no he visto nunca cambio más completo, ni más triste. Pero en cuanto se vistió, en cuanto desapareció el primer aturdimiento volvió a ser lo que era. Come con el capitán Fitz-Roy y lo hace con la pulcritud de otros tiempos. Nos dice que tiene demasiado, quiere decir bastante que comer, y que no tiene frío, que sus parientes son gente brava y que no quiere volver a Inglaterra. Por la tarde descubrimos la causa de aquel gran cambio en las ideas de Jemmy: llega al barco su joven y linda mujer. ...
En la línea 1063
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por más que abundan los víveres, la gente es pobre; no hay trabajo, y, por lo tanto, no pueden los pobres proporcionarse el dinero necesario para adquirir lo más insignificante; además, falta hasta tal punto la plata acuñada, que he visto a un hombre cargado con un saco de carbón que llevaba en pago de un objeto de poco valor, y a otro cambiar una plancha por una botella de vino ...
En la línea 128
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Pues chico, no sabes lo que te pescas, porque decía el beneficiao que en la iglesia hay que ser humilde, como si dijéramos, rebajarse con la gente, vamos achantarse, y aguantar una bofetá si a mano viene; y si no, ahí está el Papa, que es. ...
En la línea 1200
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero antes de entrar en su cuarto se dijo: —Ea; ya que estoy levantando voy a dar un vistazo a mi gente. ...
En la línea 2410
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Miraba a los socios que leían como a gente de sospechosa probidad; les guardaba escasas consideraciones. ...
En la línea 3372
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y doña Rufina, volviéndose a las damas, había dicho sonriente: —Ea; ahora fuera gente loca; a la cocina y dejadme en paz. ...
En la línea 61
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «¿Por qué vivo entre una gente tan insustancial?», se preguntaba Claudio Borja. ...
En la línea 63
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sufría viéndose ignorado por esta gente bien educada y amable. Todos le acogían con sonrisas y apretones de manos, desconociendo su verdadera personalidad. Era para ellos «el amigo de madame Pineda, joven español, simpático, distinguido… », y nada más. Algunas damas viejas empezaban a llamarle marqués, sin que pudiera saber quién había iniciado tal invención. ...
En la línea 73
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía la certeza de que a .la larga le sería imposible resistir económicamente esta vida con una mujer poseedora de millones… ¡Y las gente le creían un gigoloi ...
En la línea 180
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Pío II—continuó don Baltasar—, al que tú llamas algunas veces el Papa novelista, cuando hizo su entrada en Ferrara en mil cuatrocientos cincuenta y nueve, fue recibido por siete príncipes reinantes en Italia, y ni uno solo de ellos era hijo legitimo. Nadie se indignaba ante las irregularidades de los señores laicos y- eclesiásticos. La gente reía de las concupiscencias de los grandes personajes de la Iglesia, pero sin considerar un crimen su lubricidad, ya que de un extremo a otro de Italia reinaba un libertinaje tranquilo que nos es imposible concebir en los tiempos actuales. ...
En la línea 242
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Las tripulantes del lagarto aéreo tiraron ligeramente de este hilo metálico, y Gillespie, comprendiendo el aviso, dio el primer paso. Ningún obstáculo terrestre se oponía a su marcha. La pradera estaba ahora limpia de gente, lo mismo que los linderos del bosque. Todas las máquinas rodantes, así como las tropas de a pie y a caballo, habían abierto la marcha, empujando a la muchedumbre para que se apartase del camino. ...
En la línea 458
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... He olvidado decirle que sobre el mar ocurrió lo mismo que en las ciudades. Los aviones del Comité, con sus temibles chorros de luz negra, suprimieron todas las islas movibles artilladas por los hombres. Apenas fueron volados unos cuantos de aquellos navíos colosales, las tripulaciones huyeron de los demás, dejándolos abandonados en los puertos. Algunos flotaron perdidos en el mar, pues los marineros, a la vista de uno de los aeroplanos femeniles, echaban al agua las embarcaciones menores, escapando del buque, que era para ellos un volcán próximo a hacer erupción. Los submarinos se apresuraron igualmente a ganar los puertos, vomitando toda su gente. Temían a los 'rayos negros', capaces de buscarles en las mayores profundidades. ...
En la línea 498
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La supresión del armamento moderno ha acabado con las guerras, pero no con la profesión militar. Si no hubiese ejércitos, mucha gente joven se encontraría desorientada, no sabiendo que hacer de sus actividades. Seria difícil viajar entonces por los caminos. Los que nacieron para héroes, cuando no pueden ser héroes acaban dedicándose a ladrones de carretera. ...
En la línea 537
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El prisionero prefirió el aire libre. Era un pretexto para permanecer más tiempo fuera de aquel local, cuyo techo parecía agobiarle, a pesar de que se levantaba un metro por encima de su cabeza. Flimnap dio órdenes para la gran operación del día siguiente, poniendo en movimiento a la servidumbre del gigante. Pero estas órdenes, aunque el profesor recomendó a su gente el mayor secreto, circularon por la ciudad. ...
En la línea 134
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y estaba tan agradecido a la visita del Delfín, que no hacía más que mirarle recreándose en su guapeza, en su juventud y elegancia. Si hubiera sido veinte veces hijo suyo, no le habría contemplado con más amor. Dábale palmadas en la rodilla, y le interrogaba prolijamente por todos los de la familia, desde Barbarita, que era el número uno, hasta el gato. El Delfín, después de satisfacer la curiosidad de su amigo, hízole a su vez preguntas acerca de la vecindad de aquella casa en que estaba. «Buena gente—respondió Estupiñá—; sólo hay unos inquilinos que alborotan algo por las noches. La finca pertenece al Sr. de Moreno Isla, y puede que se la administre yo desde el año que viene. Él lo desea; ya me habló de ello tu mamá, y he respondido que estoy a sus órdenes… Buena finca; con un cimiento de pedernal que es una gloria… escalera de piedra, ya habrás visto; sólo que es un poquito larga. Cuando vuelvas, si quieres acortar treinta escalones, entras por el Ramo de azucenas, la zapatería que está en la Plaza. Tú conoces a Dámaso Trujillo. Y si no le conoces, con decir: «voy a ver a Plácido» te dejará pasar. ...
En la línea 139
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasados algunos días, cuando ya Estupiñá andaba por ahí restablecido aunque algo cojo, Barbarita empezó a notar en su hijo inclinaciones nuevas y algunas mañas que le desagradaron. Observó que el Delfín, cuya edad se aproximaba a los veinticinco años, tenía horas de infantil alegría y días de tristeza y recogimiento sombríos. Y no pararon aquí las novedades. La perspicacia de la madre creyó descubrir un notable cambio en las costumbres y en las compañías del joven fuera de casa, y lo descubrió con datos observados en ciertas inflexiones muy particulares de su voz y lenguaje. Daba a la elle el tono arrastrado que la gente baja da a la y consonante; y se le habían pegado modismos pintorescos y expresiones groseras que a la mamá no le hacían maldita gracia. Habría dado cualquier cosa por poder seguirle de noche y ver con qué casta de gente se juntaba. Que esta no era fina, a la legua se conocía. ...
En la línea 139
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasados algunos días, cuando ya Estupiñá andaba por ahí restablecido aunque algo cojo, Barbarita empezó a notar en su hijo inclinaciones nuevas y algunas mañas que le desagradaron. Observó que el Delfín, cuya edad se aproximaba a los veinticinco años, tenía horas de infantil alegría y días de tristeza y recogimiento sombríos. Y no pararon aquí las novedades. La perspicacia de la madre creyó descubrir un notable cambio en las costumbres y en las compañías del joven fuera de casa, y lo descubrió con datos observados en ciertas inflexiones muy particulares de su voz y lenguaje. Daba a la elle el tono arrastrado que la gente baja da a la y consonante; y se le habían pegado modismos pintorescos y expresiones groseras que a la mamá no le hacían maldita gracia. Habría dado cualquier cosa por poder seguirle de noche y ver con qué casta de gente se juntaba. Que esta no era fina, a la legua se conocía. ...
En la línea 178
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Porque Jacinta hiciese la primera pregunta llamando a su marido Nene (como él le había enseñado), no dejó este de sentirse un tanto molesto. Iban por las alamedas de chopos que hay en Burgos, rectas e inacabables, como senderos de pesadilla. La respuesta fue cariñosa, pero evasiva. ¡Si lo que la nena anhelaba saber era un devaneo, una tontería… !, cosas de muchachos. La educación del hombre de nuestros días no puede ser completa si este no trata con toda clase de gente, si no echa un vistazo a todas las situaciones posibles de la vida, si no toma el tiento a las pasiones todas. Puro estudio y educación pura… No se trataba de amor, porque lo que es amor, bien podía decirlo, él no lo había sentido nunca hasta que le hizo tilín la que ya era su mujer. ...
En la línea 116
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Ese día cuando cerró la noche, el príncipe se encontró metido en la parte más edificada de la ciudad. Su cuerpo estaba golpeado, sus manos sangraban y sus andrajos estaban sucios de lodo. Vagó más y más, cada vez más aturdido, y tan cansado y débil que apenas podía levantar los pies. Había cesado de hacer cualquier pregunta, puesto que sólo le ganaban insultos en lugar de información. Continuaba diciendo entre dientes: 'Offal Court, ése es el nombre. Si tan sólo pudiera encontrarlo antes de que mi fuerza se agote por completo y me derrumbe, estaré salvado, porque su gente me llevará al palacio y probara que no soy de los suyos, sino el verdadero príncipe; y tendré de nuevo lo que es mío.' Y de cuando en cuando su mente recordaba el trato que le habían dado los groseros muchachos del Hospital de Cristo, y decía: 'Cuando sea rey, no sólo tendrán pan y albergue, sino enseñanza con libros, porque la barriga llena vale poco cuando mueren de hambre la mente y el corazón. Guardaré esto muy bien en mi memoria: que la lección de este día no se pierda y por ello sufra mi pueblo; porque el aprender suaviza el corazón y presta gentileza y caridad.'[2] ...
En la línea 142
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras permanecía allí, paralizado de terror, por el palacio circulaban espantosas noticias. El susurro –porque era siempre susurro– voló de lacayo en lacayo, de caballera en dama, por los extensos corredores, de piso en piso, de salón en salón: '¡El príncipe se ha vuelto loco! ¡El príncipe se ha vuelto loco!' Muy pronto cada sala, cada vestíbulo de mármol vio grupos de engalanados caballeros y damas, y otros grupos de gente de menor alcurnia, pero también deslumbrante, –charlando a media voz, y todos con muestras de pesar. Pronto apareció por entre ellos un pomposo oficial, haciendo esta solemne proclamación: ...
En la línea 239
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sentóse después el fatigado cautivo y se dispuso a quitarse las zapatillas, después de pedir tímidamente permiso con la mirada; mas otro oficioso criada, también ataviado de seda y terciopelo, se arrodilló y le ahorró el trabajo. Dos o tres esfuerzos más hizo el niño por servirse a si mismo; mas, como siempre se le anticiparon vivamente, acabó por ceder con un suspiro de resignación y diciendo entre dientes: 'Maravillame que no se empeñen también en respirar por mi' En chinelas y envuelto en suntuosa bata se tendió por fin a reposar, pero no a dormir, porque su cabeza estaba demasiado llena de pensamientos y la estancia demasiado llena de gente. No podía desechar los primeros, así que permanecieron; no sabía tampoco lo bastante para despedir a los segundos, así que también se quedaron, con gran pesar del príncipe y de ellos. ...
En la línea 305
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sintióse dentro floreo de trompetas, y el tío del príncipe, el futuro gran duque de Somerset, salió de la verja, ataviado con un jubón de brocado negro y una capa de raso carmesí con flores de oro, y ribeteada con redecillas de plata. Volvióse, se quitó la gorra adornada con plumas, inclinó su cuerpo en profunda reverencia y empezo a retroceder de espaldas, saludando a cada escalón. Siguió prolongado son de trompetas y la proclamación: '¡Paso al alto y poderoso señor Eduardo Príncipe de Gales!' En lo alto de los muros de palacio prorrumpió en estrépito atronador una larga hilera de rojas lenguas de fuego; la gente apiñada en el río estalló en potente rugido de bienvenida, y Tom Canty, causa y héroe de todo aquello, apareció a la vista, e inclinó levemente su principesca cabeza: ...
En la línea 1588
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¿Estaré bien de la cabeza?», iba pensando Augusto. «¿No será acaso que mientras yo creo ir formalmente por la calle, como las personas normales –¿y qué es una persona normal?–, vaya haciendo gestos, contorsiones y pantomimas, y que la gente que yo creo pasa sin mirarme o que me mira indiferentemente no sea así, sino que están todos fijos en mí y riéndose o compadeciéndome… ? Y esta ocurrencia, ¿no es acaso locura? ¿Estaré de veras loco? Y en último caso, aunque lo esté, ¿qué? Un hombre de corazón, sensible, bueno, si no se vuelve loco es por ser un perfecto majadero. El que no está loco es o tonto o pillo. Lo que no quiere decir, claro está, que los pillos y los tontos no enloquezcan.» ...
En la línea 404
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Por mil diablos! –exclamaba-. He aquí una gente que podría dar lecciones de hospitalidad a los caledonianos. No les falta más que ser antropófagos, y no me sorprendería que lo fueran. Pero declaro que no dejaré sin protestar que me coman. ...
En la línea 448
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Lo que no serviría de nada -replicó Ned Land . ¿No ven ustedes que esta gente tiene un lenguaje para ellos, un lenguaje inventado para desesperar a la buena gente que pide de comer? Abrir la boca, mover la mandíbula, los dientes y los labios ¿no es algo que se comprende en todos los países del mundo? ¿Es que eso no quiere decir tanto en Quebec como en Pomotu, tanto en París como en los antípodas, que tengo hambre, que me den de comer? ...
En la línea 448
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Lo que no serviría de nada -replicó Ned Land . ¿No ven ustedes que esta gente tiene un lenguaje para ellos, un lenguaje inventado para desesperar a la buena gente que pide de comer? Abrir la boca, mover la mandíbula, los dientes y los labios ¿no es algo que se comprende en todos los países del mundo? ¿Es que eso no quiere decir tanto en Quebec como en Pomotu, tanto en París como en los antípodas, que tengo hambre, que me den de comer? ...
En la línea 455
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los platos, cubiertos por una tapa de plata, habían sido colocados simétricamente sobre el mantel. Nos sentamos a la mesa. Decididamente, teníamos que vérnoslas con gente civilizada, y de no ser por la luz eléctrica que nos inundaba, hubiera podido creerme en el comedor del hotel Adelhi, en Liverpool, o del Gran Hotel, en París. Sin embargo, debo decir que faltaban por completo al pan y el vino. El agua era fresca y límpida, pero era agua, lo que no fue del gusto de Ned Land. Entre los platos que nos sirvieron reconocí diversos pescados delicadamente cocinados, pero hubo otros sobre los que no pude pronunciarme, aunque eran excelentes, hasta el punto de que hubiera sido incapaz de afirmar si su contenido pertenecía al reino vegetal o al animal. En cuanto al servicio de mesa, era elegante y de un gusto perfecto. Cada utensilio, cuchara, tenedor, cuchillo y plato, llevaba una letra rodeada de una divisa, cuyo facsímil exacto helo aquí: ...
En la línea 113
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, muchacho - dijo -. No te he subido a mano para que molestes de esta manera a la gente. Si así fuese, merecería que me criticasen y no que me alabaran. Se encierra a la gente en los Pontones porque asesinan, porque roban, porque falsifican o porque cometen alguna mala acción. Y todos ellos empezaron haciendo preguntas. Ahora vete a la cama. ...
En la línea 113
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, muchacho - dijo -. No te he subido a mano para que molestes de esta manera a la gente. Si así fuese, merecería que me criticasen y no que me alabaran. Se encierra a la gente en los Pontones porque asesinan, porque roban, porque falsifican o porque cometen alguna mala acción. Y todos ellos empezaron haciendo preguntas. Ahora vete a la cama. ...
En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...
En la línea 276
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras yo los contemplaba reunidos en torno de la fragua y divirtiéndose, pensé en el terrible postre que para una comida resultaría la caza de mi amigo fugitivo. Apenas hacía un cuarto de hora que estábamos allí reunidos, cuando todos se alegraron con la esperanza de la captura. Ya se imaginaban que los dos bandidos serían presos, que las campanas repicarían para llamar a la gente contra ellos, que los cañones dispararían por su causa, y que hasta el humo les perseguiría. Joe trabajaba por ellos, y todas las sombras de la pared parecían amenazarlos cuando las llamas de la fragua disminuían o se reavivaban, así como las chispas que caían y morían, y yo tuve la impresión de que la pálida tarde se ensombrecía por lástima hacia aquellos pobres desgraciados. ...
En la línea 23
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Transcurrido un instante, la puerta se entreabrió. Por la estrecha abertura, la inquilina observó al intruso con evidente desconfianza. Sólo se veían sus ojillos brillando en la sombra. Al ver que había gente en el rellano, se tranquilizó y abrió la puerta. El joven franqueó el umbral y entró en un vestíbulo oscuro, dividido en dos por un tabique, tras el cual había una minúscula cocina. La vieja permanecía inmóvil ante él. Era una mujer menuda, reseca, de unos sesenta años, con una nariz puntiaguda y unos ojos chispeantes de malicia. Llevaba la cabeza descubierta, y sus cabellos, de un rubio desvaído y con sólo algunas hebras grises, estaban embadurnados de aceite. Un viejo chal de franela rodeaba su cuello, largo y descarnado como una pata de pollo, y, a pesar del calor, llevaba sobre los hombros una pelliza, pelada y amarillenta. La tos la sacudía a cada momento. La vieja gemía. El joven debió de mirarla de un modo algo extraño, pues los menudos ojos recobraron su expresión de desconfianza. ...
En la línea 78
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof no estaba acostumbrado al trato con la gente y, como ya hemos dicho últimamente incluso huía de sus semejantes. Pero ahora se sintió de pronto atraído hacia ellos. En su ánimo acababa de producirse una especie de revolución. Experimentaba la necesidad de ver seres humanos. Estaba tan hastiado de las angustias y la sombría exaltación de aquel largo mes que acababa de vivir en la más completa soledad, que sentía la necesidad de tonificarse en otro mundo, cualquiera que fuese y aunque sólo fuera por unos instantes. Por eso estaba a gusto en aquella taberna, a pesar de la suciedad que en ella reinaba. El tabernero estaba en otra dependencia, pero hacía frecuentes apariciones en la sala. Cuando bajaba los escalones, eran sus botas, sus elegantes botas bien lustradas y con anchas vueltas rojas, lo que primero se veía. Llevaba una blusa y un chaleco de satén negro lleno de mugre, e iba sin corbata. Su rostro parecía tan cubierto de aceite como un candado. Un muchacho de catorce años estaba sentado detrás del mostrador; otro más joven aún servía a los clientes. Trozos de cohombro, panecillos negros y rodajas de pescado se exhibían en una vitrina que despedía un olor infecto. El calor era insoportable. La atmósfera estaba tan cargada de vapores de alcohol, que daba la impresión de poder embriagar a un hombre en cinco minutos. ...
En la línea 144
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sobre esta mesa, en una palmatoria de hierro, ardía el cabo de vela. Marmeladof tenía, pues, alquilada una habitación entera y no un simple rincón, pero comunicaba con otras habitaciones y era como un pasillo. La puerta que daba a las habitaciones, mejor dicho, a las jaulas, del piso de Amalia Lipevechsel, estaba entreabierta. Se oían voces y ruidos diversos. Las risas estallaban a cada momento. Sin duda, había allí gente que jugaba a las cartas y tomaba el té. A la habitación de Marmeladof llegaban a veces fragmentos de frases groseras. ...
En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...
En la línea 180
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En las salas de juego había mucha gente. Se veían rostros cínicos en cuyos ojos se pintaba la avidez. ...
En la línea 481
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “He aquí, pues, a la que esperaban ver muerta y enterrada y después de haberles dejado una herencia —pensé en seguida—; pero es ella quien nos enterrará a todos y a toda la gente del hotel ¡Dios mío! Pues es capaz de revolver el hotel de arriba abajo. “ ...
En la línea 486
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Se está muy bien aquí —dijo la abuela girando la vista en torno suyo—. Hace calor y los árboles son frondosos. ¡Esto me gusta! Pero ¿y nuestra gente? ¿Y el general? ...
En la línea 1078
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Eran las diez y cuarto. Entré en el casino con una viva esperanza, pero también con una agitación tal como nunca hasta entonces sintiera. Había aún bastante gente en las salas; menos, sin embargo, que durante el día. ...
En la línea 666
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Tenía los cabellos grises, la mirada seria, la piel bronceada de un obrero y el rostro pensativo de un filósofo. Usaba una larga levita abotonada hasta el cuello y un sombrero de ala ancha. Vivía solo. Hablaba con poca gente. A medida que su fortuna crecía, parecía que aprovechaba su tiempo libre para cultivar su espíritu. Se notaba que su modo de hablar se había ido haciendo más fino, más escogido, más suave. ...
En la línea 689
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Poco a poco, y con el tiempo, se fueron disipando todas las oposiciones. El respeto por el señor Magdalena llegó a ser unánime, cordial, y hubo un momento, en 1821, en que estas palabras, 'el señor alcalde', se pronunciaban en M. casi con el mismo acento que estas otras, 'el señor obispo', eran pronunciadas en D. en 1815. Llegaba gente de lejos a consultar al señor Magdalena. Terminaba las diferencias, suspendía los pleitos y reconciliaba a los enemigos. ...
En la línea 790
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al pasar por la plaza vio mucha gente que rodeaba un extraño coche sobre el cual peroraba un hombre vestido de rojo. Era un charlatán, dentista de oficio, que ofrecía al público dentaduras completas, polvos y elixires. Vio a aquella hermosa joven y le dijo: ...
En la línea 1124
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Sí, tengo que decir algo. Yo he sido reparador de carretones en París y trabajé en casa del señor Baloup. Es duro mi oficio; trabajamos siempre al aire libre en patios o bajo cobertizos en los buenos talleres; pero nunca en sitios cerrados porque se necesita mucho espacio. En el invierno pasamos tanto frío que tiene uno que golpearse los brazos para calentarse, pero eso no le gusta a los patrones, porque dicen que se pierde tiempo. Trabajar el hierro cuando están escarchadas las calles es muy duro. Así se acaban pronto los hombres, y se hace uno viejo cuando aún es joven. A los cuarenta ya está uno acabado. Yo tenía cincuenta y tres y no ganaba más que treinta sueldos al día, me pagaban lo menos que podían; se aprovechaban de mi edad. Además, yo tenía una hija que era lavandera en el río. Ganaba poco, pero los dos íbamos tirando. Ella trabajaba duro también. Pasaba todo el día metida en una cubeta hasta la cintura, con lluvia y con nieve. Cuando helaba era lo mismo, tenía que lavar porque hay mucha gente que no tiene bastante ropa; y si no lavaba perdía a los clientes. Se le mojaban los vestidos por arriba y por abajo. Volvía la pobre a las siete de la noche y se acostaba porque estaba rendida. Su marido le pegaba. Ha muerto ya. Era una joven muy buena, que no iba a los bailes, era muy tranquila, no tenéis más que preguntar. Pero, qué tonto soy. París es un remolino. ¿Quién conoce al viejo Champmathieu? Ya os dije que me conoce el señor Baloup. Preguntadle a él. No sé qué más queréis de mí. ...
En la línea 50
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mientras el acompañamiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de León, el tren corría, corría, dejando atrás las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Lucía un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con algún hipo, con vehemente llanto de niña inconsolable. Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de corazón a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas fórmulas, vence el sentimiento, con su espontánea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el diálogo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante. ...
En la línea 56
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, salió de su patria el señor Joaquín, a quien entonces nombraban Joaquín a secas. Colocado en Madrid en la portería de un magnate que en León tiene solar, dedicose a corredor, agente de negocios y hombre de confianza de todos los honrados individuos de la maragatería. Buscabales posada, proporcionabales almacén seguro para la carga, se entendía con los comerciantes y era en suma la providencia de la tierra de Astorga. Su honradez grande, su puntualidad y su celo le granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya, doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los enamorados pensamientos del portero; y verificado ya el connubio, establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en doradas letras un rótulo que decía: El Leonés. Ultramarinos. De corredor pasó entonces a empresario de maragatos; comproles sus artículos en grueso y los vendió en detalle; y a él forzosamente hubo de acudir quien en Madrid quería aromático chocolate molido a brazo, o esponjosas mantecadas de las que sólo las astorganas saben confeccionar en su debido punto. Se hizo de moda desayunarse con el Caracas y las frutas de horno del Leonés; comenzó el magnate, su antiguo amo, dándole su parroquia, y tras él vino la gente de alto copete, engolosinada por el arcaico regalo de un manjar digno de la mesa de Carlos IV y Godoy. Y fue de ver como el señor Joaquín, ensanchando los horizontes de su comercio, acaparó todas las especialidades nacionales culinarias: tiernos garbanzos de Fuentesaúco, crasos chorizos de Candelario, curados jamones de Caldelas, dulce extremeña bellota, aceitunas de los sevillanos olivares, melosos dátiles de Almería y áureas naranjas que atesoran en su piel el sol de Valencia. De esta suerte y con tal industria granjeó Joaquín, limpia si no hidalgamente, razonables sumas de dinero; y si bien las ganó, mejor supo después asegurarlas en tierras y caserío en León; a cuyo fin hizo frecuentes viajes a la ciudad natal. A los ocho años de estéril matrimonio naciole una niña grande y hermosa, suceso que le alborozó como alborozaría a un monarca el natalicio de una princesa heredera; más la recia madre leonesa no pudo soportar la crisis de su fecundidad tardía, y enferma siempre, arrastró algunos meses la vida, hasta soltarla de malísima gana. Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies. Se pasaba horas enteras embobado, fija la vista maquinalmente en los racimos de uvas de cuelga que pendían del techo, o en los sacos de café hacinados en el ángulo más obscuro de la lonja, y sobre los cuales acostumbraba la difunta sentarse para hacer calceta. En suma, él cayó en melancolía tal, que vino a serie indiferente hasta la honrada y lícita ganancia que debía a su industria: y como los facultativos le recetasen el sano aire natal y el cambio de vida y régimen, traspasó la lonja, y con magnanimidad no indigna de un sabio antiguo, retirose a su pueblo, satisfecho con lo ya logrado, y sin que la sedienta codicia a mayor lucro le incitase. Consigo llevó a la niña Lucía, única prenda cara a su corazón, que con pueriles gracias comenzaba ya a animar la tienda, haciendo guerra crudísima y sin tregua a los higos de Fraga y a las peladillas de Alcoy, menos blancas que los dientes chicos que las mordían. ...
En la línea 167
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Seguía corriendo el tren, y la desposada no lloraba ya. Apenas se advertían en su rostro huellas de llanto, ni sus párpados estaban enrojecidos. Así acontece con las lágrimas que vertemos por las primeras penillas de la vida: llanto sin amargura, rocío leve, que antes refresca que abrasa. Comenzaban a entretenerla las estaciones y la gente que se asomaba curiosa a la portezuela, escudriñando el interior del departamento. Llovía preguntas sobre Miranda, el cual daba pormenores de todo, esmerándose en divertirla, y entreverando con las explicaciones alguna terneza, que la niña escuchaba sin turbarse, pareciéndole naturalísimo que el esposo mostrase afecto a la esposa, sin que el más leve oscilar de su corpiño delatara la dulce confusión que el amor despierta. Hallábase ya en su centro Miranda, habiendo cesado los lloros y reaparecido el buen humor y el temple normal del ánimo. Satisfecho de tal resultado, hasta bendecía interiormente a una de sus causas, una vejezuela que con enorme banasta al brazo se coló en el departamento algunas estaciones antes de Palencia, y cuya grotesca facha ayudó a llamar la sonrisa a los labios de Lucía. ...
En la línea 207
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Entregábase mientras tanto Miranda a la importante tarea de facturar el equipaje, no escaso, compuesto de dos baúles mundos, una sombrerera y un cajón especial de tela y cuero, a propósito para guardar de arrugas el planchado de sus camisas de vestir. Fuerza fue esperar pacientemente el turno de bultos rotulados A. M., frente al gran mostrador, donde se alineaba respetable fila de maletas, cajas y cajones de toda especie que iban trayendo a hombros los mozos de la estación, agobiados, hinchadas las venas del cuello. Cuando llegaban al mostrador, dábanse prisa a soltar la carga de golpe, con movimientos brutales, haciendo crujir la madera de los baúles y gemir y rechinar los aros de hierro que la afianzan. Al cabo logró Miranda que llegase su vez, y ya con el talón en el bolsillo, saltó del andén a la vía triple buscando su departamento. Costole algún trabajo, y abrió en balde varias puertas antes de dar con él; al abrirlas, solía asomarse una cabeza, y una voz áspera decir: «está lleno.» En otros departamentos vio formas confusas, gente acurrucada en los rincones o tumbada en los cojines. Al fin acertó, reconoció su sitio. ...
En la línea 527
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Varias veces se vieron bandadas de hindúes feroces que hacían un ademán de cólera al observar el rápido paso del elefante. Por otra parte, el parsi los evitaba en lo posible, considerándolos como gente de mal encuentro. Se vieron pocos animales durante esta jornada, y apenas algunos monos que huían haciendo mil contorsiones y muecas que divertían mucho a Picaporte. ...
En la línea 531
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La noche estaba fría. El parsi encendió dentro del 'bungalow' una hoguera de ramas secas cuyo calor fue muy apreciado. La cena se compuso con las previsiones compradas en Kholby. Los viajeros comieron cual gente rendida y cansada. La conversación, que empezó con algunas frases entrecortadas, se terminó con sonoros ronquidos. El guía estuvo vigilando junto a Kiouni, que se durmió de pie, apoyado en el tronco de un árbol grande. ...
En la línea 1097
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, se andaba rápidamente. John Bunsby tenía buena esperanza. Varias veces dijo a mister Fogg que llegarían a tiempo a Shangai. Mister Fogg respondía simplemente que contaba con ello. Por lo demás, toda la tripulación desplegaba su celo ante la recom~ensa, que engolosinaba a la gente. No había, por consiguiente, escota que no se hallase bien tendida, ni vela que no estuviese bien reclamada, ni podía imputarse al timonel ningún falso borneo. No se hubiera maniobrado con más maestría en una regata del 'Royal Yacht Club'. ...
En la línea 1153
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Algunos marineros, como gente acostumbrada a esta clase de escenas, descendieron al pobre mozo a una cámara de segunda, y Picaporte no se despertó hasta la mañana siguiente, a ciento cincuenta millas de las tierras de China. ...

la Ortografía es divertida
Errores Ortográficos típicos con la palabra Gente
Cómo se escribe gente o jente?
Más información sobre la palabra Gente en internet
Gente en la RAE.
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Gente en la wikipedia.
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