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La palabra furrorr
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Comó se escribe furrorr o furor?

Cual es errónea Furor o Furrorr?

La palabra correcta es Furor. Sin Embargo Furrorr se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra furrorr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra furor

Más información sobre la palabra Furor en internet

Furor en la RAE.
Furor en Word Reference.
Furor en la wikipedia.
Sinonimos de Furor.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Furor

Cómo se escribe furor o furrorr?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece furor

La palabra furor puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1593
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sintió miedo viendo a su padre correr por el camino con la escopeta preparada, ansioso de dar desahogo a su furor matando. ...

En la línea 1619
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Iba a caer al suelo, apoplético, agonizante de cólera, asfixiado por la rabia; pero se salvó, pues, de repente, las nubes rojas que le envolvían se rasgaron, al furor sucedió la debilidad, y viendo toda su desgracia se sintió anonadado. ...

En la línea 5442
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Si hubiera sido una gran da ma, se habría desmayado; pero comono era más que una procurado ra, se contentó con decir al mosquetero con un furor concentrado: -¡Eh, señor Porthos! ¿No me vais a ofrecer a mí agua bendita?Al oír aquella voz, Porthos se sobresaltó como lo haría un hombre que se despierta tras un sueño d e cien años. ...

En la línea 6592
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los celos, el furor, el orgullo ofendido, todas las pasiones que, en fin, se disputan el corazón de una mujer enamorada la empujaban a una revelación; pero estaba perdida si confesaba haberse prestado a semejante maquinación; y por encima de todo, D'Artagnan estaba per dido para ella. ...

En la línea 8603
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los ojos de Milady lanzaban tales destellos que, aunque él fuera hombre y armado ante una mujer desarmada, sintió el frío del miedo deslizarse hasta el fondo de su alma; no por ello dejó de continuar, con un furor creciente:-Sí, comprendo,después de haber heredado de mi hermano, os habría sido dulce heredar de mí; pero, sabedlo de antemano, podéis matarme o hacerme matar, mis precauciones están tomadas, ni un pe nique de cuanto poseo pasará a vuestras manos. ...

En la línea 2775
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ambos parecían dominados por incomprensible furor. ...

En la línea 6882
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El improperio que más irrita a un español (el botero lo era) es ése; y apenas aquel prójimo se oyó tratar así, cuando, chispeantes de furor sus ojos, asestó el puño a la nariz del _haji_, y pagó el vocablo injurioso lo menos con otros diez tan malos o peores. ...

En la línea 500
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi residencia en esa estancia estudié con cuidado los perros de pastor del país, y este estudio me interesó mucho3. Encuéntrase a menudo, a la distancia de una o dos millas de todo hombre o de toda casa, un gran rebaño de carneros guardado por uno o dos perros. ¿Cómo puede establecerse una amistad más firme? Esto era motivo de asombro para mí. El modo de educarlos consiste en separar al cachorro de su madre y acostumbrarle a la sociedad de sus futuros compañeros. Se le lleva una oveja para hacerle mamar tres o cuatro veces diarias; se le hace acostarse en una cama guarnecida de pieles de carnero; se le separa en absoluto de los demás perros. Aparte de eso, se le suele castrar cuando aún es joven; de suerte que cuando se hace grande, ya no puede tener gustos comunes con los de su especie. Por lo tanto, no le queda deseo ninguno de abandonar el rebaño; y así como el perro ordinario se apresura a defender a su amo, el hombre, de la misma manera éste defiende a los carneros. Es muy divertido, al acercarse a éstos, observar con qué furor se pone a ladrar el perro y cómo van a ponerse los carneros detrás de él, cual si fuese el macho más viejo del rebaño. También se enseña con mucha facilidad a un perro a traer el rebaño al aprisco a una hora determinada de la noche. Estos perros no tienen más que un defecto durante su juventud, y es el de jugar demasiado frecuentemente con los carneros, pues en sus juegos hacen galopar de una forma terrible a sus pobres súbditos. ...

En la línea 696
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El 11 de enero de 1833 forzamos velas y arribamos a pocas millas de la gran montaña despedazada a que el capitán Cook ha dado el nombre de York Minster (origen del nombre de nuestro fueguense); pero una violenta tempestad nos obliga a plegar velas y a volver a alta mar. Las olas rompen con furia contra la costa y pasa la espuma por encima de los acantilados que tienen más de 200 pies de altura. El 12 redobla la tempestad su furor y no sabemos con exactitud dónde nos encontramos. Era muy poco agradable oír constantemente repetida la voz de mando: «Alerta al viento». El 13. ...

En la línea 2842
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... si todos los viajeros que han atravesado el Pacífico han expresado la extrañeza que les causaba la vista de las islas de coral, o como las llamaré en adelante, dándoles su nombre indio, attols, casi todos han tratado también de dar alguna explicación. en 1605 escribía Pyrard de Laval con razón: «Es una maravilla ver cada attollon de éstos rodeado por un banco de piedra en toda su extensión, sin tener nada de artificio humano». furor de las olas que van a romperse contra esos arrecifes forma, con la escasa elevación del terreno y la tranquilidad de la hermosa agua verde del interior del anillo, un contraste que no es posible comprender sin haberlo visto. ...

En la línea 3046
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... la orilla del mar se rompen con furor las olas contra las lavas, aun cuando el viento sea muy leve. ...

En la línea 245
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando estas ideas le sobrecogían, para vencerlas y olvidarlas se entregaba con furor al goce de lo presente, del poderío que tenía en la mano; devoraba su presa, la Vetusta levítica, como el león enjaulado los pedazos ruines de carne que el domador le arroja. ...

En la línea 7039
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sintió un alivio su furor sordo. ...

En la línea 9425
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En el Casino se sentaba a su lado, tenía la paciencia de verle jugar al dominó o al ajedrez, y terminada la partida le cogía del brazo, y, como solía llover, paseaban por el salón largo, el de baile, obscuro, triste, resonante bajo las pisadas de las cinco o seis parejas que lo medían de arriba abajo a grandes pasos, que tenían por el furor de los tacones, algo de protesta contra el mal tiempo. ...

En la línea 11121
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Por eso mordía con aquel furor que asustaba a su hijo. ...

En la línea 748
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Con aquellas ternuras se le pasó a la Delfina todo su furor de coscorrones. Aflojó los dientes y dio la vuelta hasta ponérsele delante. ...

En la línea 938
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De repente, y saltando cual si fuera de goma, el hombre eléctrico se levantó… Sentía una ansiedad que le ahogaba, un furor que le ponía los pelos de punta. En este excepcional desconcierto no se olvidó de pagar, y dando su duro al Tartera, recogió la vuelta. ...

En la línea 1214
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y cuando pasaba un rato largo sin que él se moviera, Jacinta se entregaba a sus reflexiones. Sacaba sus ideas de la mente, como el avaro saca las monedas, cuando nadie le ve, y se ponía a contarlas y a examinarlas y a mirar si entre ellas había alguna falsa. De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza. El Pituso se le metía al instante entre ceja y ceja. ¡Le estaba viendo! La contemplación ideal de lo que aquellas facciones tenían de desconocido, el trasunto de las facciones de la madre, era lo que más trastornaba a Jacinta, enturbiando su piadosa alegría. Entonces sentía las cosquillas, pues no merecen otro nombre, las cosquillas de aquella infantil rabia que solía acometerla, sintiendo además en sus brazos cierto prurito de apretar y apretar fuerte para hacerle sentir al infiel el furor de la paloma que la dominaba. Pero la verdad era que no apretaba ni pizca, por miedo de turbarle el sueño. Si creía notar que se estremecía con escalofríos, apretaba sí dulcemente, liándose a él para comunicarle todo el calor posible. Cuando él gemía o respiraba muy fuerte, le arrullaba dándole suaves palmadas en la espalda, y por no apartar sus manos de aquella obligación, siempre que quería saber si sudaba o no, acercaba su nariz o su mejilla a la frente de él. ...

En la línea 2358
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mauricia ladró un poco más; pero con tanto furor de palabras no hacía resistencia verdadera, de modo que aquella pobre vieja inválida la manejaba como a un niño. Bastó que esta la cogiese por un brazo y la metiera dentro del encierro, para que la prisión se efectuase sin ningún inconveniente, después de tanta bulla. Sor Marcela echó la llave dando dos vueltas, y la guardó en su bolsillo. Su rostro, tan parecido a una máscara japonesa, continuaba imperturbable. Cuando atravesaba el patio en dirección a la escalera, oyó el ja ja ja de Mauricia, que estaba asomada por uno de los dos tragaluces con barras de hierro que la puerta tenía en su parte superior. La monja no se detuvo a oír las injurias que la fiera le decía. ...

En la línea 205
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... La cruel batalla duró veinte minutos. El crucero se alejó una vez más otros seiscientos metros, a fin de evitar el abordaje. Un bramido de furor estalló a bordo de los paraos ante la nueva retirada. Ya no era posible luchar con ese enemigo que se libraba del abordaje. Y sin embargo Sandokán no cedía. ...

En la línea 211
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apenas vieron que no corría peligro de irse a pique, los piratas irrumpieron en cubierta, las armas en la mano y contraídas de furor las facciones, dispuestos a volver a la lucha. Sandokán los contuvo con un gesto. ...

En la línea 234
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El viento era más bien débil, pero el mar estaba calmo. Sandokán temblaba de rabia. Él, el formidable Tigre de la Malasia, sentía vergüenza de huir silencioso como un ladrón. ¡Le hervía la sangre de furor y sus ojos relampagueaban! ...

En la línea 254
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El crucero avanzó hacia el sitio donde se había tirado el pirata, con la esperanza de destrozarlo con las ruedas. Los marineros dirigían a todas partes las luces de sus faroles. Convencidos de la inutilidad de sus pesquisas, se alejaron por fin en dirección de Labuán. Entonces el Tigre dio un grito de furor. ...

En la línea 196
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La previsible reacción a tanto entusiasmo baldío se produjo inevitablemente. El desánimo se apoderó de todos y abrió una brecha a la incredulidad. Un nuevo sentimiento nos embargó a todos, un sentimiento que se componía de tres décimas de vergüenza y siete décimas de furor. Había que ser estúpidos para dejarse seducir por una quimera, y esta reflexión aumentaba nuestro furor. Las montañas de argumentos acumulados desde hacía un año se derrumbaban lamentablemente. Cada uno pensaba ya únicamente en desquitarse, en las horas del sueño y de las comidas, del tiempo que había sacrificado tan estúpidamente. ...

En la línea 294
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero en el momento en que se disponía al lanzamiento de su arpón, el cetáceo se alejaba, con una rapidez que no puedo por menos de estimar en unas treinta millas por hora. Y en alguna ocasión se permitió incluso ridiculizar a la fragata, impulsada al máximo de velocidad por sus máquinas, dando alguna que otra vuelta en torno suyo, lo que arrancó un grito de furor de todos nosotros. ...

En la línea 1516
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era un espectáculo prodigioso, deslumbrante el de aquel fenómeno, cuya intensidad tal vez era acrecentada por alguna perturbación atmosférica. ¿Se estaba desencadenando acaso una tempestad en la superficie del océano? De ser así, el Nautilus, a unos cuantos metros de profundidad, no sentía su furor y se mecía apaciblemente en medio de las aguas tranquilas. ...

En la línea 1866
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El agua se ahogó en una masa de sangre agitada con un indescriptible furor por los movimientos del escualo. Ned Land no había fallado el golpe. Eran los estertores del monstruo. Golpeado en el corazón, se debatía en unos espasmos espantosos que convulsionaban el agua con una violencia tal que Conseil cayó al suelo. ...

En la línea 932
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La oscuridad era ya completa cuando le despertó un grito espantoso. ¡Qué grito, Señor… ! Y después… Jamás había oído Raskolnikof gemidos, aullidos, sollozos, rechinar de dientes, golpes, como los que entonces oyó. Nunca habría podido imaginarse un furor tan bestial. ...

En la línea 2338
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof entró en el despacho con el gesto del hombre que hace descomunales esfuerzos para no reventar de risa. Le seguía Rasumikhine, rojo como la grana, cohibido, torpe y transfigurado por el furor del semblante. Su cara y su figura tenían en aquellos momentos un aspecto cómico que justificaba la hilaridad de su amigo. Raskolnikof, sin esperar a ser presentado, se inclinó ante el dueño de la casa, que estaba de pie en medio del despacho, mirándolos con expresión interrogadora, y cambió con él un apretón de manos. Pareciendo todavía que hacía un violento esfuerzo para no echarse a reír, dijo quién era y cómo se llamaba. Pero apenas se había mantenido serio mientras murmuraba algunas palabras, sus ojos miraron casualmente a Rasumikhine. Entonces ya no pudo contenerse y lanzó una carcajada que, por efecto de la anterior represión, resultó más estrepitosa que las precedentes. ...

En la línea 2339
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El extraordinario furor que esta risa loca despertó en Rasumikhine prestó, sin que éste lo advirtiera, un buen servicio a Raskolnikof. ...

En la línea 3259
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¿Es posible que esté fingiendo? ¡No, no es posible!», se dijo, rechazando con todas sus fuerzas un pensamiento que ‑se daba perfecta cuenta de ello‑ amenazaba hacerle enloquecer de furor. ...

En la línea 902
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —El primer tren no sale hasta las nueve y media, abuela —anuncié, para calmar su furor. ...

En la línea 1091
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Luego, recuerdo que coloqué dos mil florines en la columna del centro y perdí. Jugué todo mi oro y ochenta federicos y perdí de nuevo. El furor se apoderó de mí. Tomé los dos mil florines que me quedaban y los lancé sobre los doce primeros números; al azar, sin calcular. Hubo entonces un momento de espera… una emoción análoga a la que debió experimentar madame Blanchard cuando, después de haber volado sobre París, se sintió precipitada con su globo contra el suelo. ...

En la línea 1173
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Yo me preguntaba, con espanto, qué iría a ocurrir y en qué pararía todo aquello. De pronto, Paulina se irguió, se acercó a la mesa, y mirándome con un odio extraordinario, con los labios trémulos de furor, me dijo: —Bueno, ¿vas a darme mis cincuenta mil francos? ...

En la línea 25
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El furgón fue arrastrado a lo largo de dos días con sus noches a la cola de ruidosas locomotoras; y durante dos días y dos noches estuvo Buck sin comer ni beber. En su furia había respondido gruñendo a las primeras tentativas de aproximación de los empleados del tren, a lo que ellos habían correspondido azuzándole. Cuando Buck, temblando y echando espuma por la boca, se lanzaba contra las tablas, ellos se reían y se burlaban de él. Gruñían y ladraban como perros odiosos, maullaban y graznaban agitando los brazos. Aquello era muy ridículo, lo sabía, pero cuanto más ridículo, más afrentaba a su dignidad, y su furor aumentaba. El hambre no lo afligía tanto, pero la falta de agua era un verdadero sufrimiento que intensificaba su cólera hasta extremos febriles. Y en efecto, siendo como era nervioso por naturaleza y extremadamente sensible, el maltrato le había provocado fiebre, incrementada por la irritación de la garganta y la lengua reseca e hinchada. ...

En la línea 31
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck se abalanzó sobre la tabla astillada, en la que clavó los dientes, luchando con furor con la madera. Dondequiera que el hacha caía por fuera, allí estaba él por dentro, rugiendo, tan violentamente ansioso él por salir como lo estaba el hombre del jersey rojo para sacarle de allí con fría deliberación. ...

En la línea 325
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al llegar el otoño se presentaban con mayor abundancia los alces, que se desplazaban lentamente para recibir al invierno en los valles bajos, donde era menos riguroso. Buck ya había derribado a algún ejemplar muy joven extraviado de la manada; pero tenía grandes deseos de enfrentarse a una presa mayor y más temible, y un día tropezó con una en la divisoria de aguas junto a las fuentes del riachuelo. Una manada de veinte alces había atravesado la región de los bosques y las múltiples corrientes de agua, y en ella destacaba un gran macho. Estaba en un estado de furia salvaje, y su metro ochenta de altura lo convertían en un enemigo tan formidable como había querido Buck. El macho sacudía sus enormes astas en forma de pala con catorce ramas puntiagudas que abarcaban dos metros de un extremo al otro. Al ver a Buck, sus ojillos se encendieron con un brillo de malignidad y resentimiento, al tiempo que bramaba de furor. ...

En la línea 1127
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Al asomar el día, la tempestad se desencadenaba todavía con extraordinario furor. Sin embargo, el viento volvió al Sureste. Era una modificación favorable, y la 'Tankadera' hizo rumbo de nuevo en aquel mar bravío, cuyas olas se estrellaban entonces con las producidas por la nueva dirección del viento. De aquí el choque de marejadas encontradas, que hubiera desmantelado una embarcación construída con menos solidez. ...

En la línea 1244
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Antes de las tres, los espectadores habían invadido el vasto barracón. Europeos e indígenas, chinos y japoneses, hombres, mujeres y niños, se apiñaban sobre las estrechas banquetas y en los palcos que daban frente al escenario. Los músicos habían entrado, y la orquesta completa, gongos, tam tams, castañuelas, flautas, tamboriles y bombos, estaban operando con todo furor. ...

En la línea 1257
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg, mistress Aouida, que le acompañaba, y Picaporte, salieron precipitados por los pasillos, pero tropezaron fuera del barracón con el honorable Batulcar, furioso, que reclamaba indemnización por la 'rotura'. Phileas Fogg apaciguó su furor echándole un puñado de billetes de banco, y a las seis y media, en el momento en que iba a partir, mister Fogg y mistress Aouida ponían el pie en el vapor americano, seguidos de Picaporte, con las alas a la espalda y llevando en el rostro la nariz de seis pies, que todavía no había podido quitarse. ...

En la línea 1560
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Se esperaba el silbido convenido, cuando resonaron de repente unos gritos salvajes, acompañados de tiros que no procedían del vagón ocupado por los duelistas. Los disparos se escuchaban, al contrario, por la parte delantera y sobre toda la línea del tren; en el interior de éste se oían gritos de furor. ...


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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

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