Cual es errónea Explicarse o Hexplicarse?
La palabra correcta es Explicarse. Sin Embargo Hexplicarse se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra hexplicarse es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra explicarse

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Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h
Reglas relacionadas con los errores de h
Las Reglas Ortográficas de la H
Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).
Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.
Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.
Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.
Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.
Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.
Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).
Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)
- oquedad (de hueco)
- orfandad, orfanato (de huérfano)
- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)
Algunas Frases de libros en las que aparece explicarse
La palabra explicarse puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 965
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El _Chivo_ se dignó explicarse. Él no quería _fartar_ a las señoras presentes; quería decir que la juerga, para que marchase bien, necesitaba más mujerío. ...
En la línea 1511
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín la habló como a una niña revoltosa. Estaba mintiendo: se lo conocía en la cara. No podía ocultar que seguía amando a Rafael. Algo había en todo aquello, que era preciso que él conociera para bien de los dos novios, para juntarlos de nuevo. ¡Mentira aquel aburrimiento! ¡Mentira aquella energía de moza bravucona con que se expresaba Mariquita al justificar su rompimiento con Rafael! Ella no era mala; no podía tratar con tanta crueldad a su antiguo novio. ¡Qué! ¿así se rompen unos amores comenzados casi en la infancia? ¿Así se despide a un hombre después de haberlo tenido durante años y años, como quien dice, cosido a las faldas? Algo había en su conducta que no podía explicarse, y era preciso que ella se lo dijese. ¿No era su hermano único y el mejor de sus amigos? ¿No le contaba todas las cosas que no se atrevía a decir al padre, por el respeto que éste le inspiraba?... ...
En la línea 1598
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont quedose con la vista fija en su empleado y éste comenzó a explicarse con cierta timidez. Él conocía el antiguo afecto que don Pablo y toda su familia sentían por la del pobre capataz de Marchamalo. ...
En la línea 1693
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Brillaba en sus ojos la fría resolución, el fatalismo de los que se resignan a ser conductores de hombres. Echaba sobre él la responsabilidad de una rebelión que no había preparado. Sabía tanto del movimiento sedicioso, como aquella gente que parecía absorta en la penumbra del crepúsculo, sin acertar a explicarse qué hacía allí. ...
En la línea 54
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las rocas sieníticas de las cataratas del Orinoco, del Nilo y del Congo están cubiertas por una sustancia negra, y parecen haberse pulimentado con plombagina. Esta capa, en extremo tenue, fue analizada por Berzelius, y, según él, se compone de óxidos de hierro y de manganeso. En el Orinoco, esta capa negra se encuentra sobre las rocas, cubiertas periódicamente por las inundaciones, y sólo en los sitios donde el río tiene una corriente muy rápida; o, para emplear la expresión de los indios, «las rocas son negras allí donde las aguas son blancas». En el riachuelo de que hablo, el revestimiento de las rocas tiene un bonito color pardo, en vez de ser negro, y sólo me parece compuesto de materias ferruginosas. Muestras de colección son incapaces de dar cabal ideal de esas hermosas rocas morenas, admirablemente pulimentadas, que resplandecen a los rayos del sol. Aun cuando el riachuelo corre siempre, el revestimiento no se produce sino en los sitios donde, de vez en cuando, las altas olas golpean la roca, lo cual prueba que la resaca debe de servir de agente bruñidor, cuando se trata de las cataratas de los grandes ríos. El movimiento de la marea debe corresponder también a las inundaciones periódicas; por tanto, el mismo efecto se produce en circunstancias que parecen muy diferentes, pero que en el fondo son análogas. Sin embargo, de ningún modo puede explicarse el origen de esos revestimientos metálicos, que parecen sedimentados por cementación sobre las rocas; y aún menos puede explicarse, en mi sentir, el que su espesor permanezca siempre siendo el mismo. ...
En la línea 139
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasamos la primera noche en una casita de campo aislada. Noto allí bien pronto que poseo dos o tres objetos (y sobre todo una brújula de bolsillo) que producen el más extraordinario asombro. En todas las casas me piden que enseñe la brújula e indique en un mapa la dirección de diferentes ciudades. Produce la más intensa admiración el que yo, un extranjero, pueda indicar el camino (porque camino y dirección son dos voces sinónimas en este país llano), para dirigirse a tal o cual punto donde jamás estuve. En una casa, una mujer joven y enferma en cama, hace que me rueguen ir a enseñarla la famosa brújula. Si grande es su sorpresa, aún es mayor la mía al ver tanta ignorancia entre gentes dueñas de miles de cabezas de ganado y de estancias de grandísima extensión. Sólo puede explicarse esta ignorancia por la escasez de visitas de forasteros en este remoto rincón. Me preguntan si es la tierra o el sol quien se mueve, si en el norte hace más calor o más frío, dónde está España y otra multitud de cosas por el estilo. Casi todos los habitantes tienen una vaga idea de que Inglaterra, Londres y América del Norte son tres nombres diferentes de un mismo lugar; los más instruidos saben que Londres y la América del Norte son países separados, aunque muy cerca uno de otro, y que Inglaterra ¡es una gran ciudad que está en Londres! Llevaba conmigo algunas cerillas químicas, y las encendía con los dientes. No tenía límites el asombro, a la vista de un hombre que producía fuego con los dientes; así es que acostumbraba a reunirse toda la familia para presenciar ese espectáculo. Un día me ofrecieron un peso por una sola cerilla. En el pueblecillo de Las Minas me vieron jabonarme, lo cual dio margen a comentarios sin cuento; uno de los principales negociantes me interrogó con cuidado acerca de esta práctica tan singular; preguntóme también por qué a bordo llevábamos barba, pues había oído decir a nuestro guía que entonces gastábamos barba. ...
En la línea 153
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Hay pocos árboles en la banda oriental; hasta pudiera decirse que no hay ninguno, y este es un hecho muy notable. Encuéntranse matorrales achaparrados en una parte de las colinas peñascosas; a orillas de las mayores corrientes de agua, sobre todo el norte de Las Minas, hay sauces en bastante gran número. Me han dicho que hubo un bosque de palmeras junto al «Arroyo Tapes»; por otra parte, cerca del «Pan de Azúcar», a 350 de latitud, he visto una palmera de muchísima altura. Excepto estos pocos árboles, y los plantados por los españoles, falta por completo la leña. En el número de las especies introducidas por los europeos pueden contarse el álamo blanco, el olivo, el melocotonero y algunos otros frutales; el melocotonero se ha propagado tan bien, que es la única leña para quemar que puede hallarse en la ciudad de Buenos Aires. Los países absolutamente llanos, tales como las Pampas, parecen poco favorables al crecimiento de los árboles. ¿A qué debe atribuirse este hecho? Acaso a la fuerza de los vientos, acaso también al modo del desecamiento del suelo. Pero no puede explicarse por estas causas la falta de árboles en las cercanías de Maldonado: las colinas peñascosas que entrecortan esta región presentan abrigos y hay allí diferentes clases de terrenos; por lo común corre un arroyo por el fondo de cada valle, y la naturaleza arcillosa del suelo parece hacerlo muy apto para conservar una humedad suficiente. Se ha pensado, y ésta es una deducción muy probable en sí, que la cantidad anual de humedad determina la presencia de los bosques2; pues bien, en esta provincia caen lluvias abundantes y frecuentes en invierno, y aunque el verano es seco, no lo es en un grado excesivo3. Inmensos árboles cubren la casi totalidad de la Australia; sin embargo, el clima de este país es mucho más árido. Esta carencia de árboles en la banda oriental debe, pues, depender de alguna otra causa desconocida. ...
En la línea 163
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El orden de los roedores cuenta aquí con especies numerosas; me proporcioné ocho especies de ratones4. El roedor más grande que hay en el mundo, el Hidrochoerus capybara (cerdo de agua), es muy común en este país. En Montevideo maté uno que pesaba 98 libras; desde la punta del hocico hasta la cola medía tres pies y dos pulgadas de longitud; su circunferencia era de tres pies y ocho pulgadas. Estos grandes roedores frecuentan algunas veces las islas en la desembocadura del Plata, donde el agua es completamente salada; pero abundan mucho más en las márgenes de los ríos y de los lagos de agua dulce. Cerca de Maldonado suelen vivir tres o cuatro juntos. Durante el día están tendidos entre las plantas acuáticas o van tranquilamente a pacer la hierba de la llanura5. Vistos desde cierta distancia, su paso y su color les hace parecerse a los cerdos; pero cuando están sentados, vigilando con atención todo lo que pasa, vuelven a adquirir el aspecto de sus congéneres los cavias y los conejos. La gran longitud de su maxilar le da una apariencia cómica cuando se les ve de frente o de perfil. En Maldonado son casi mansos; andando con precaución, pude acercarme a una distancia de tres metros a cuatro de estos animales. Puede explicarse esta casi domesticidad por el hecho de que el jaguar ha desaparecido por completo de este país desde hace algunos años, y el gaucho no piensa que ese animal sea digno de ser cazado. Conforme iba acercándome a los cuatro individuos, de los cuales acabo de hablar, dejaban oír el ruido que les caracteriza, una especie de gruñido sordo y abrupto; no puede decirse que sea un sonido, sino más bien una expulsión brusca del aire que tienen en los pulmones; no conozco sino un solo ruido análogo a ese gruñido, y es el primer ladrido ronco de un perro grande. Después de habernos mirado mutuamente por espacio de algunos minutos, pues me examinaban ellos con tanta atención como podía yo examinarlos, tiráronse todos al agua con el mayor ímpetu, dejando oír su gruñido. Después de zambullirse durante algún tiempo volvieron a la superficie, pero sin sacar más que la parte superior de la cabeza. Cuando la hembra va a nado dícese que sus hijuelos se sientan en el lomo de la madre. Fácilmente se podría 4 En junio hallé 27 especies de ratones en la América del sur, donde aún se conocen 13 más, según las obras de Azara y de otros autores. Mister Waterhouse ha descrito y dado nombre, en las reuniones de la Sociedad Zoológica, a las especies que traje. Aprovecho esta ocasión para mostrar mi agradecimiento a Mr. Waterhouse y a los demás sabios miembros de esta Sociedad por la benévola ayuda que se han dignado concederme en todas ocasiones. ...
En la línea 6265
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No trataba Ana de explicarse cómo esta emoción ligeramente voluptuosa se compadecía con el claro concepto que tenía de la clase de amistad que iba naciendo entre ella y el Magistral. ...
En la línea 8401
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... no podía explicarse. ...
En la línea 8599
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué sabía ella? No podía explicarse. ...
En la línea 14520
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El cual recogió el arma defensiva, que llamó escudo para sus adentros, y siguió sin chistar al loco del Magistral, sin explicarse por qué se empeñaba en que fueran ellos a buscar a la Regenta y no los criados. ...
En la línea 1593
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Claudio sintió una furia algo pueril, ocasionada por el brillo de aquel disco de cristal que juzgaba insolente. Se dio cuenta de que, si no había visto hasta aquella tarde a López Rallo, éste le conocía desde mucho antes, no pudiendo explicarse cuándo ni cómo. Indudablemente, estaba celoso de él. Lo consideraba el único hombre capaz de estorbar su tranquilidad de amante y sus posibilidades de convertirse en mando. ...
En la línea 1301
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero después de esta lamentación, su coquetería amorosa le hizo explicarse para excusar los defectos que pudiera tener su vestido. ...
En la línea 1601
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No pudo explicarse como el sueño le mantuvo bajo su dominio tantas horas. Cuando despertó, el sol estaba ya muy alto, pero no fue la caricia cáustica de su luz la que le volvió a la vida. Unos gritos que parecían venir de muy lejos, entrecortados por llantos, fueron el verdadero motivo que le hizo salir de su sopor incomprensible. Ra-Ra le llamaba. ...
En la línea 370
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al día siguiente Santa Cruz estaba como avergonzado. Tenía conciencia vaga de los disparates que había hecho la noche anterior, y su amor propio padecía horriblemente con la idea de haber estado ridículo. No se atrevía a hablar a su mujer de lo ocurrido, y esta, que era la misma prudencia, además de no decir una palabra, mostrábase tan afable y cariñosa como de costumbre. Por último, no pudo mi hombre resistir el afán de explicarse, y preparando el terreno con un sin fin de zalamerías, le dijo: ...
En la línea 1427
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no era posible explicarse más, porque la tertulia se enzarzó y vinieron otros amigos que empezaron a reír y a bromear, tomándole el pelo a Federico Ruiz con aquello de los castillos y preguntándole con seriedad si los había estudiado todos sin que se le escapase alguno en la cuenta. Después la conversación recayó en la política. Jacinta estaba desesperada, y en los ratos que podía cambiar una palabrita con su suegra, esta poníale una cara muy desconsolada, diciéndole: «Mal negocio, hija, mal negocio». ...
En la línea 1836
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Doña Lupe fue aquella noche a casa de las de la Caña, y se estuvo allá las horas muertas. Maximiliano entró a las once. Había dejado a Fortunata acostada y casi dormida, y se retiró decidido a afrontar las chafalditas de su tía y a explicarse con ella. Porque después del caso de la herencia, ya no podía dudar de que la Providencia le favorecía, abriéndole camino. Nunca había sido él muy religioso; pero aquella noche parecíale desacato y aun ingratitud no consagrar a la divinidad un pensamiento, ya que no una oración. Estaba como un demente. Por el camino miraba a las estrellas y las encontraba más hermosas que nunca, y muy mironas y habladoras. A Fortunata, sin mentarle la herencia por respeto a la difunta, le dijo algo de sus fincas de Molina de Aragón, y de que si el dinero en hipotecas era el mejor dinero del mundo. A veces su imaginación agrandaba las cifras de la herencia, añadiéndole ceros, «porque esa gente de los pueblos no gasta un cuarto, y no hace más que acumular, acumular… ». ...
En la línea 2304
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Todas las mañanas antes de ir a clase, hacía Rubín esta excursión al campo de sus ilusiones. Era como ir a misa, para el hombre devoto, o como visitar el cementerio donde yacen los restos de la persona querida. Desde que pasaba de la iglesia de Chamberí veía el disco de la noria, y ya no le quitaba los ojos hasta llegar próximo a él. Cuando el motor daba sus vueltas con celeridad, el enamorado, sin saber por qué y obedeciendo a un impulso de su sangre, avivaba el paso. No sabía explicarse por qué oculta relación de las cosas la velocidad de la máquina le decía: «apresúrate, ven, que hay novedades». Pero luego llegaba y no había novedad ninguna, como no fuera que aquel día soplaba el viento con más fuerza. Desde la tapia de la huerta oíase el rumor blando del volteo del disco, como el que hacen las cometas, y sentíase el crujir del mecanismo que transmite la energía del viento al vástago de la bomba… Otros días le veía quieto, amodorrado en brazos del aire. Sin saber por qué, deteníase el joven; pero luego seguía andando despacio. Hubiera él lanzado al aire el mayor soplo posible de sus pulmones para hacer andar la máquina. Era una tontería; pero no lo podía remediar. El estar parado el motor parecíale señal de desventura. ...
En la línea 2016
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! –me suplicó consternado–, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo volverme loco. ...
En la línea 788
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La plataforma emergía únicamente unos ochenta centímetros. La proa y la popa del Nautilus remataban su disposición fusiforme que le daba el aspecto de un largo cigarro. Observé que sus planchas de acero, ligeramente imbricadas, se parecían a las escamas que revisten el cuerpo de los grandes reptiles terrestres. Así podía explicarse que aun con los mejores anteojos este barco hubiese sido siempre tomado por un animal marino. ...
En la línea 3378
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof volvió inmediatamente a su casa. Estaba tan sorprendido, tan desconcertado ante todo lo que acababa de suceder, que, apenas llegó a su habitación, se dejó caer en el diván y estuvo un cuarto de hora tratando de serenarse y de recobrar la lucidez. No intentó explicarse la conducta de Nicolás: estaba demasiado confundido para ello. Comprendía que aquella confesión encerraba un misterio que él no conseguiría descifrar, por lo menos en aquellos momentos. Sin embargo, esta declaración era una realidad cuyas consecuencias veía claramente. No cabía duda de que aquella mentira acabaría por descubrirse, y entonces volverían a pensar en él. Mas, entre tanto, estaba en libertad y debía tomar sus precauciones ante el peligro que juzgaba inminente. ...
En la línea 3719
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo extraño era que, al mismo tiempo que se hacía esta pregunta, estaba convencido de que le era imposible no sólo eludir semejante confesión, sino retrasarla un solo instante. No podía explicarse la razón de ello, pero sentía que era así y sufría horriblemente al darse cuenta de que no tenía fuerzas para luchar contra esta necesidad. ...
En la línea 4057
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Empezó para Raskolnikof una vida extraña. Era como si una especie de neblina le hubiera envuelto y hundido en un fatídico y doloroso aislamiento. Cuando más adelante recordaba este período de su vida, comprendía que entonces su razón vacilaba a cada momento y que este estado, interrumpido por algunos intervalos de lucidez, se había prolongado hasta la catástrofe definitiva. Tenía el convencimiento de que había cometido muchos errores, sobre todo en las fechas y sucesión de los hechos. Por lo menos, cuando, andando el tiempo, recordó, y trató de poner en orden estos recursos, y después de explicarse lo sucedido, sólo gracias al testimonio de otras personas pudo conocer muchas de las cosas que pertenecían a aquel período de su propia vida. Confundía los hechos y consideraba algunos como consecuencia de otros que sólo existían en su imaginación. A veces le dominaba una angustia enfermiza y un profundo terror. Y también se acordaba de haber pasado minutos, horas y acaso días sumido en una apatía que sólo podía compararse con el estado de indiferencia de ciertos moribundos. En general, últimamente parecía preferir cerrar los ojos a su situación que darse cuenta exacta de ella. Así, ciertos hechos esenciales que se veía obligado a dilucidar le mortificaban, y, en compensación, descuidaba alegremente otras cuestiones cuyo olvido podía serle fatal, teniendo en cuenta su situación. ...
En la línea 4172
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »He aquí, Rodion Romanovitch, cómo se fue formando mi convicción poco a poco. Pero cuando ya me sentía seguro, volví en mí y me pregunté qué me había ocurrido. Pues todo aquello podía explicarse de un modo diferente e incluso más natural… Un verdadero suplicio. ¡Cuánto mejor habría sido la prueba más insignificante! Cuando supe lo del cordón de la campanilla, me estremecí de pies a cabeza. 'Ya tengo la prueba', me dije. Y ya no quise pensar en nada. En aquel momento habría dado mil rublos por verle con mis propios ojos dar cien pasos al lado de un hombre que le había llamado asesino y al que no se atrevió a responder una sola palabra. ...
En la línea 1164
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Los espectáculos sublimes se apoderan del alma, y convierten a todos los que los presencian en meros espectadores. Tal vez ninguno podía explicarse lo que experimentaba; ninguno podía decir que veía allí una gran luz, y, sin embargo, interiormente todos se sentían deslumbrados. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Explicarse
Cómo se escribe explicarse o hexplicarse?
Cómo se escribe explicarse o explicarrse?
Cómo se escribe explicarse o escplicarse?
Cómo se escribe explicarse o explicarze?
Más información sobre la palabra Explicarse en internet
Explicarse en la RAE.
Explicarse en Word Reference.
Explicarse en la wikipedia.
Sinonimos de Explicarse.
Palabras parecidas a explicarse
La palabra premio
La palabra sudoroso
La palabra dorso
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