Cual es errónea Eterna o Heterna?
La palabra correcta es Eterna. Sin Embargo Heterna se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra heterna es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra eterna
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Sinonimos de Eterna.

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Reglas relacionadas con los errores de h
Las Reglas Ortográficas de la H
Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).
Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.
Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.
Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.
Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.
Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.
Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).
Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)
- oquedad (de hueco)
- orfandad, orfanato (de huérfano)
- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece eterna
La palabra eterna puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1436
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los carros de los labriegos, con sus toldos claros, formaban un campamento en el centro del cauce, y a lo largo de la ribera, puestas en fila, estaban las bestias a la venta: mulas negras y coceadoras, con rojos caparazones y ancas brillantes, agitadas por nerviosa inquietud; caballos de labor, fuertes, pero tristes, cual siervos condenados a eterna fatiga, mirando con sus ojos vidriosos a todos los que pasaban, como si adivinasen al nuevo tirano, y pequeñas y vivarachas jacas, hiriendo el polvo con sus cascos, tirando del ronzal que las mantenía atadas al muro. ...
En la línea 1531
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No podía quejarse de sus tierras; pero dentro de la barraca era donde temía encontrar la desgracia, eterna compañera de su existencia, esperándole para clavar en él sus uñas. ...
En la línea 55
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era un viejo que parecía hinchado por el ambiente de la bodega. Su piel, surcada por las arrugas, tenía el brillo de una eterna humedad, como si el vino volatilizado penetrase por todos sus poros y se escurriese por el borde de su bigote en forma de lágrimas. ...
En la línea 96
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La _avenencia_ iba hundiéndose en diversos toneles, y de un solo golpe, sin que se derramase una gota, llenaba las copas. Salían al aire los vinos dorados y luminosos, coronándose de brillantes al caer en el cristal, esparciendo en torno un intenso perfume de ancianidad. Todas las tonalidades del ámbar, desde el gris suave al amarillo pálido, brillaban en aquellos líquidos densos a la vista como el aceite, pero de una transparencia nítida. Un lejano perfume exótico, que hacía pensar en flores fantásticas de un mundo sobrenatural donde fuese eterna la existencia, emanaba de estos líquidos extraídos del misterio de los toneles. La vida parecía acrecentarse al paladearlos; los sentidos cobraban nueva intensidad; la sangre ardía atropellándose en su circulación, y el olfato se excitaba sintiendo anhelos desconocidos, como si husmease una electricidad nueva en la atmósfera. La pareja de viajeros bebía de todo, después de resistir con débiles protestas las invitaciones de Luis. ...
En la línea 247
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus _juergas_ rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas. Pero al ver próxima la muerte y oír los consejos de su hermana, que después de muchos años de ausencia se decidía a entrar en su casa, quiso «dar buen ejemplo», irse del mundo con la discreción que convenía a su rango. Y sacerdotes de todos hábitos y reglas llegaron hasta su lecho, apartando al sentarse una guitarra o una enagua olvidada; hablándole del cielo, en el que, seguramente, le guardaban un sitio de preferencia por los méritos de sus mayores. Las innumerables cofradías y hermandades de Jerez, en las cuales tenía el alegre noble un cargo hereditario, acompañaron al Viático; y al morir, su cadáver fue vestido de fraile, amontonándose sobre su pecho todas las medallas que la señora de Dupont juzgó de más eficacia para que aquel vividor no sufriese retraso ni entorpecimiento en su ascensión a la gloria eterna. ...
En la línea 294
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Oh, la voz de María de la Luz! Una voz grave, de entonaciones melancólicas, como la de una mora habituada a eterna clausura que canta para oídos invisibles tras las tupidas celosías: una voz que temblaba con litúrgica solemnidad, como si meciese el sueño de una religión misteriosa sólo de ella conocida. De repente, se adelgazaba, partiendo como un relámpago hacia las alturas, hasta convertirse en un alarido agudo, en un grito que serpenteaba, formando complicados arabescos de salvaje bizarría. ...
En la línea 2753
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La reina invitaba a su hermano y al emperador de Austria a fingir, heridos como esta ban por la p olítica de Richelieu, cuya eterna preocupación fue el so metimiento de la casa de Austria, que declaraban la guerra a Francia y que imponían como condición de la paz el despido del cardenal; pe ro de amor no había una sola palabra en toda aquella carta. ...
En la línea 5570
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Entonces D'Artagnan le contó el encuentro que había tenido en la iglesia, y cómo había vuelto a encontrar a aquella mujer que, con el señor de la capa negra y la cicatriz junto a la sien, era su eterna preocu pación. ...
En la línea 6759
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Sois un camarada encantador -dijo-, querido D'Artagnan; cot vuestra eterna alegría animáis a los pobres espíritus en la aflicción. ...
En la línea 7095
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Pase lo que pase -dijo D'Artagnan poniendo la mano en el pe cho a inclinándose-, tendré eterna gratitud a Vuestra Eminencia por lo que hace por mí en este momento. ...
En la línea 977
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Qué memoria queda de las razas druídicas? ¡Hela aquí, en ese rimero de piedra eterna! Llegamos a Arroyolos a cosa de las siete de la noche. ...
En la línea 5878
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llevaba ya vendidos muchos Testamentos en las cercanías, y había empezado a venderlos aquel día en el mismo Abades; pero dos de los tres _curas_ del pueblo se lo estorbaron: con horrendas maldiciones condenaban la obra, y amenazaban a López con la muerte eterna por venderla, y lo mismo a cualquiera otra persona que la comprase; López, aterrado, se contuvo en espera de mi llegada. ...
En la línea 2932
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Fue común opinión que no se habían de encerrar los nuestros en la Goleta, sino esperar en campaña al desembarcadero; y los que esto dicen hablan de lejos y con poca experiencia de casos semejantes, porque si en la Goleta y en el fuerte apenas había siete mil soldados, ¿cómo podía tan poco número, aunque más esforzados fuesen, salir a la campaña y quedar en las fuerzas, contra tanto como era el de los enemigos?; y ¿cómo es posible dejar de perderse fuerza que no es socorrida, y más cuando la cercan enemigos muchos y porfiados, y en su mesma tierra? Pero a muchos les pareció, y así me pareció a mí, que fue particular gracia y merced que el cielo hizo a España en permitir que se asolase aquella oficina y capa de maldades, y aquella gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban, sin servir de otra cosa que de conservar la memoria de haberla ganado la felicísima del invictísimo Carlos Quinto; como si fuera menester para hacerla eterna, como lo es y será, que aquellas piedras la sustentaran. ...
En la línea 3311
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Allí fue el desear de la espada de Amadís, contra quien no tenía fuerza de encantamento alguno; allí fue el maldecir de su fortuna; allí fue el exagerar la falta que haría en el mundo su presencia el tiempo que allí estuviese encantado, que sin duda alguna se había creído que lo estaba; allí el acordarse de nuevo de su querida Dulcinea del Toboso; allí fue el llamar a su buen escudero Sancho Panza, que, sepultado en sueño y tendido sobre el albarda de su jumento, no se acordaba en aquel instante de la madre que lo había parido; allí llamó a los sabios Lirgandeo y Alquife, que le ayudasen; allí invocó a su buena amiga Urganda, que le socorriese, y, finalmente, allí le tomó la mañana, tan desesperado y confuso que bramaba como un toro; porque no esperaba él que con el día se remediara su cuita, porque la tenía por eterna, teniéndose por encantado. ...
En la línea 4211
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Quiso ver el emperador aquel famoso templo de la Rotunda, que en la antigüedad se llamó el templo de todos los dioses, y ahora, con mejor vocación, se llama de todos los santos, y es el edificio que más entero ha quedado de los que alzó la gentilidad en Roma, y es el que más conserva la fama de la grandiosidad y magnificencia de sus fundadores: él es de hechura de una media naranja, grandísimo en estremo, y está muy claro, sin entrarle otra luz que la que le concede una ventana, o, por mejor decir, claraboya redonda que está en su cima, desde la cual mirando el emperador el edificio, estaba con él y a su lado un caballero romano, declarándole los primores y sutilezas de aquella gran máquina y memorable arquitetura; y, habiéndose quitado de la claraboya, dijo al emperador: ''Mil veces, Sacra Majestad, me vino deseo de abrazarme con vuestra Majestad y arrojarme de aquella claraboya abajo, por dejar de mí fama eterna en el mundo''. ...
En la línea 4215
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre? ¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio? ¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César? Y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado. ...
En la línea 3619
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al cabo llegaba a cansar aquella canción eterna. ...
En la línea 3928
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Qué feliz sería aquel Magistral, anegado en luz de alegría virtuosa, llena el alma de pájaros que le cantaban como coros de ángeles dentro del corazón! Así él tenía aquella sonrisa eterna, y se paseaba con tanto garbo por el Espolón en medio de perezosos del alma, de espíritus pequeños y. ...
En la línea 4316
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había sabido más adelante que aquel hombre, que en una carta —que ella rasgó —la juraba ahorcarse de un árbol histórico de los jardines del Generalife 'junto a las fuentes de eterna poesía y voluptuosa frescura', aquel pobre Mr. ...
En la línea 4337
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La luna la miraba a ella con un ojo solo, metido el otro en el abismo; los eucaliptus de Frígilis inclinando leve y majestuosamente su copa, se acercaban unos a otros, cuchicheando, como diciéndose discretamente lo que pensaban de aquella loca, de aquella mujer sin madre, sin hijos, sin amor, que había jurado fidelidad eterna a un hombre que prefería un buen macho de perdiz a todas las caricias conyugales. ...
En la línea 284
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Orsini quiso aprovechar la ocasión y abandonando la comitiva papal corrió al Campo dei Fiori, donde habitaba dicho conde, haciendo saquear su vivienda. «¡Quien quiera bien a la casa de Orsini, que acuda en su auxilio!», gritaban los del mencionado partido. En pocos momentos se reunieron tres mil hombres armados a favor de los Orsinis, mientras los Colonnas, por la eterna rivalidad entre las dos familias, daban auxilio al conde de Anguillara, juntando otra tropa no menos considerable. ...
En la línea 412
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Le parecían organizados los placeres casi lo mismo que en los tiempos prehistóricos, faltos de una dirección racional y previsora, admitiendo todos los humanos como dogma indiscutible la fijeza eterna de las pasiones verdaderas ; y precisamente si éstas alegran nuestra vida es porque se renuevan, gracias al deseo de nuevos cambios que nos acompañan hasta la muerte. ...
En la línea 416
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Borja se comparó otra vez con su héroe favorito. Era el poeta Tannhauser soñoliento a los pies de Venus, separando la cabeza de sus divinas rodillas, sordo a los cantos de las sirenas y amorcillos, extasiado por el lejanísimo son de la campana cristiana oída en su adolescencia. Resumía en su persona la eterna Inquietud del hombre que sólo puede reposar en el regazo de la muerte. ...
En la línea 1157
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «Su alma compleja—siguió censando—no la comprendemos los modernos; mas no por eso deja de haber existido. A mí me inspira admiración un Papa pecador y creyente. Cuando se duda de la existencia de otra vida, con sus premios y castigos, el pecado no representa ningún acto valeroso. Algunos pontífices sucesores de Alejando Sexto, uno de ellos León Décimo, fueron sospechosos de ateísmo. Rodrigo de Borja creía en Dios y en la Virgen; estaba seguro de su perdición eterna, y, sin embargo, se dejó llevar por sus pasiones ardientes. «Le vencía la carnalidad», como dijo uno de sus contemporáneos. Era de la misma patria de Don Juan, español libertino y católico. Un sincero arrepentimiento podía salvarlo a última hora.» ...
En la línea 793
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿Aquí? —Más abajito… más arribita… ahí… fuerte… ¡Ay, niña de mi vida, eres la gloria eterna!… ¡Qué dicha la mía en poseerte!… ...
En la línea 2299
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La ira de la señora de Jáuregui no se calmó con el feliz éxito del almuerzo… y siguió machacando sobre la pobre Papitos. Esta, que también tenía su genio, hervía interiormente en despecho y deseos de revancha. «¡Miren la tía bruja—decía para sí, bebiéndose las lágrimas—, con su teta menos… ! Mejor tuviera vergüenza de ponerse la teta de trapo para que crea la gente que tiene las dos de verdad, como las tienen todas y como las tendré yo el día de mañana… ». Por la tarde, cuando la señora salió, encargando que le limpiara la ropa, ocurriole a la mona tomar de su ama una venganza terrible; pero una de esas venganzas que dejan eterna memoria. Se le ocurrió poner, colgado en el balcón, el cuerpo de vestido que pegada tenía la cosa falsa con que doña Lupe engañaba al público. La malicia de Papitos imaginaba que puesto en el balcón el testimonio de la falta de su señora, la gente que pasase lo había de ver y se había de reír mucho. Pero no ocurrieron de este modo las cosas, porque ningún transeúnte se fijó en el pecho postizo, que era lo mismo que una vejiga de manteca; y al fin la chiquilla se apresuró a quitarlo, discurriendo con buen juicio que si doña Lupe al entrar veía colgado del balcón aquel acusador de su defecto, se había de poner hecha una fiera, y sería capaz de cortarle a su criada las dos cosas de verdad que pensaba tener. ...
En la línea 5043
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Si eres tú un buenazo. La ociosidad, lo mucho que te has divertido y el esplín inglés te ponen así. Y yo te juro que te aburrirás más si no vuelves a Dios tus miradas. Haz lo que yo, Manolo; dale un puntapié al mundo; hazte chiquito para ser grande; bájate para subir. Tú ya no eres pollo; tú no te has de casar ya. Ni te conviene el andar siempre de viaje, como una carta con el sobre mal puesto, que recorre todas las estafetas del mundo. Mujeres, ¿para qué sirven sino de perdición? Ten un cuarto de hora de arrojo, y ofrécele a Dios lo que te queda de vida. No es esto decir que te metas fraile: hay mil maneras de ganarse la dicha eterna. Oye lo que se me ocurre. ¿Por qué no dedicas tu dinero, tu actividad y todo tu espíritu a una obra grande y santa, no a una obra pasajera, sino a esas que quedan, para bien de la humanidad y gloria de Dios? Levanta de nueva planta un buen edificio, un asilo para este o el otro fin, por ejemplo, un gran manicomio en que se recoja y cuide a los pobrecitos que han perdido la razón… ...
En la línea 521
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Sentía la pobre oscuramente, sin darse de ello clara cuenta, que la música es preparación eterna, preparación a un advenimiento que nunca llega, eterna iniciación que no acaba cosa. Estaba harta de música. ...
En la línea 684
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Augusto se siente capaz de las más heroicas determinaciones, de los más grandes sacrificios. Y ahora se sabrá si está enamorado nada más que de cabeza o lo está también de corazón, si es que cree estar enamorado sin estarlo. Eugenia, señores, me ha despertado a la vida, a la verdadera vida, y, sea ella de quien fuere, yo le debo gratitud eterna. Y ahora, ¡adiós! ...
En la línea 1246
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y siguió diciéndose: «Lo que sobran son mujeres. ¡Y qué encanto la inocencia maliciosa, la malicia inocente de Rosarito, esta nueva edición de la eterna Eva!, ¡qué encanto de chiquilla! Ella, Eugenia, me ha bajado del abstracto al concreto, pero ella me llevó al genérico, y hay tantas mujeres apetitosas, tantas… ¡tantas Eugenias!, ¡tantas Rosarios! No, no, conmigo no juega nadie, y menos una mujer. ¡Yo soy yo! ¡Mi alma será pequeña, pero es mía!» Y sintiendo en esta exaltación de su yo como si este se le fuera hinchando, hinchando y la casa le viniera estrecha, salió a la calle para darle espacio y desahogo. ...
En la línea 1447
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, aunque lo diga. Si la cosa es continua y lenta. Ahora, si de repente le ocurre a uno algo… Pero eso de que se sienta uno envejecer, ¡quiá!; lo que siente uno es que envejecen las cosas en derredor de él o que rejuvenecen. Y eso es lo único que siento ahora al tener un hijo. Porque ya sabes lo que suelen decir los padres señalando a sus hijos: «¡Estos, estos son los que nos hacen viejos!» Ver crecer al hijo es lo más dulce y lo más terrible, creo. No te cases, pues, Augusto, no te cases, si quieres gozar de la ilusión de una juventud eterna. ...
En la línea 1435
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¿Dónde he leído yo ‑pensaba Raskolnikof al alejarse‑ que un condenado a muerte decía, una hora antes de la ejecución de la sentencia, que antes que morir preferiría pasar la vida en una cumbre, en una roca escarpada donde tuviera el espacio justo para colocar los pies, una roca rodeada de precipicios o perdida en medio del océano sin fin, en una perpetua soledad, aunque esta vida durara mil años o fuera eterna? Vivir, vivir sea como fuere. El caso es vivir… ‑y añadió al cabo de un momento‑: El hombre es cobarde, y cobarde el que le reprocha esta cobardía.» ...
En la línea 4843
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La sentencia se dictó cinco meses después de la confesión del culpable. Rasumikhine visitó a su amigo en la prisión con tanta frecuencia como le fue posible, y Sonia igualmente. Llegó al fin el momento de la separación. Dunia y Rasumikhine estaban seguros de que no sería eterna. El fogoso joven había concebido ciertos proyectos y estaba firmemente resuelto a cumplirlos. Se proponía reunir algún dinero durante los tres o cuatro años siguientes y luego trasladarse con la familia de Rodia a Siberia, país repleto de riqueza que sólo esperaba brazos y capitales para cobrar validez. Se instalarían en la población donde estuviera Rodia y empezarían todos juntos una vida nueva. ...
En la línea 1166
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ignacio bajó la frente, abrumado por aquel grito de triunfo de la naturaleza vencedora. Pareciole que era Lucía la personificación de la gran madre calumniada, maldecida por él, que risueña, fecunda, próvida, indulgente, le presentaba la vida inextinguible encerrada en su seno, y le decía: «Tonto de pesimista, mira lo que puedes tú contra mí. Soy eterna.» ...
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