Cómo se escribe.org.es

La palabra hespantosa
Cómo se escribe

Comó se escribe hespantosa o espantosa?

Cual es errónea Espantosa o Hespantosa?

La palabra correcta es Espantosa. Sin Embargo Hespantosa se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra hespantosa es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra espantosa

Más información sobre la palabra Espantosa en internet

Espantosa en la RAE.
Espantosa en Word Reference.
Espantosa en la wikipedia.
Sinonimos de Espantosa.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Espantosa

Cómo se escribe espantosa o hespantosa?
Cómo se escribe espantosa o ezpantoza?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h

Algunas Frases de libros en las que aparece espantosa

La palabra espantosa puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 468
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La gente de la huerta, con la facilidad que tiene todo el mundo para olvidar la desgracia ajena, apenas si de tarde en tarde recordaba la espantosa tragedia del tío Barret, preguntándose qué sería de sus hijas. ...

En la línea 2421
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La techumbre se vino abajo estruendosamente, aquella erguida techumbre que los vecinos miraban como un insulto, y del enorme brasero subió una columna espantosa de chispas, a cuya incierta y vacilante luz parecía gesticular la huerta con fantásticas muecas. ...

En la línea 9205
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El barón acaba de contarme una historia espantosa. ...

En la línea 9468
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pálido, inmóvil, aplastado por esta revelación espantosa, deslum brado por la bellezasobrehumana de aquella mujer que se desnudaba ante él con un impudor que le pareció sublime, terminó cayendo de rodillas ante ella como hacían los primeros cristianos ante aquellas puras y santas mártires que la persecución de los emperadores libraba en el circo a la sanguinaria lubricidad del populacho. ...

En la línea 9625
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pasó una hora sin respirar, jadeante, con el sudor sobre la frénté y elcorazón oprimido por una angustia espantosa a cada movimiento que oía en el corredor. ...

En la línea 9754
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La rapidez de su carrera encendía aún su sangre: la idea de que detrás de sí dejaba, expuesta a una venganza espantosa, a la mujer que amaba o mejor, la que adoraba como a una santa, la emoción pasada, s u fatiga presente, todo exaltaba su alma por encima de los sentimientos humanos. ...

En la línea 3254
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Un carro de bueyes va serpenteando en torno de un pico elevadísimo; una de las ruedas queda por completo al aire sobre la espantosa pendiente; el vértigo se apodera del cerebro y hay que apartar la vista con rapidez. ...

En la línea 3289
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Añadió, empero, que la mayor parte de los soldados de caballería iban montados en jacas del país, porque la mortalidad entre los caballos traídos de país llano era espantosa. ...

En la línea 3510
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pues si echan de menos Inglaterra y sueñan con ella los que están en América, país próspero, según reconocen ellos mismos, favorable a los piamonteses y milaneses, cuánto más la echará de menos quien, como yo, lleva tantos años en España, en esta espantosa ciudad de La Coruña, sosteniendo un comercio ruinoso, y donde se pasan los meses sin ver una cara inglesa ni oír una palabra del bendito idioma inglés. ...

En la línea 4790
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apenas hospedados, estalló una espantosa tormenta de agua y viento, con muchos truenos y relámpagos, que se prolongó sin interrupción varias horas, y cuyos efectos observé durante el viaje del siguiente día: todos los ríos que encontramos iban muy crecidos; al borde del camino yacían descuajados algunos árboles. ...

En la línea 4646
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El cual Sancho, oyéndose llamar, dejó a los pastores, y a toda priesa picó al rucio, y llegó donde su amo estaba, a quien sucedió una espantosa y desatinada aventura. ...

En la línea 4692
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y es de saber que, llegando a este paso, el autor de esta verdadera historia exclama y dice: ''¡Oh fuerte y, sobre todo encarecimiento, animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo don Manuel de León, que fue gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles? Tú a pie, tú solo, tú intrépido, tú magnánimo, con sola una espada, y no de las del perrillo cortadoras, con un escudo no de muy luciente y limpio acero, estás aguardando y atendiendo los dos más fieros leones que jamás criaron las africanas selvas. ...

En la línea 4940
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Desencajó los ojos Basilio, y, mirándola atentamente, le dijo: -¡Oh Quiteria, que has venido a ser piadosa a tiempo cuando tu piedad ha de servir de cuchillo que me acabe de quitar la vida, pues ya no tengo fuerzas para llevar la gloria que me das en escogerme por tuyo, ni para suspender el dolor que tan apriesa me va cubriendo los ojos con la espantosa sombra de la muerte! Lo que te suplico es, ¡oh fatal estrella mía!, que la mano que me pides y quieres darme no sea por cumplimiento, ni para engañarme de nuevo, sino que confieses y digas que, sin hacer fuerza a tu voluntad, me la entregas y me la das como a tu legítimo esposo; pues no es razón que en un trance como éste me engañes, ni uses de fingimientos con quien tantas verdades ha tratado contigo. ...

En la línea 5009
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Finalmente se levantó, y, viendo que no salían más cuervos ni otras aves noturnas, como fueron murciélagos, que asimismo entre los cuervos salieron, dándole soga el primo y Sancho, se dejó calar al fondo de la caverna espantosa; y, al entrar, echándole Sancho su bendición y haciendo sobre él mil cruces, dijo: -¡Dios te guíe y la Peña de Francia, junto con la Trinidad de Gaeta, flor, nata y espuma de los caballeros andantes! ¡Allá vas, valentón del mundo, corazón de acero, brazos de bronce! ¡Dios te guíe, otra vez, y te vuelva libre, sano y sin cautela a la luz desta vida, que dejas por enterrarte en esta escuridad que buscas! Casi las mismas plegarias y deprecaciones hizo el primo. ...

En la línea 680
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 21 de diciembre.- Se hace a la vela el Beagle, y al día siguiente, gracias a una hermosa brisa del este, nos acercamos a las Barnevelts pasamos por delante de las inmensas rocas que forman el cabo Deceit, y a eso de las tres doblamos el cabo de Hornos, batido por las tempestades. La tarde está admirablemente tranquila y nos deja gozar del grandioso espectáculo 'que ofrecen las islas inmediatas. Pero parece que el cabo de Hornos exige que le paguemos su tributo, y antes de cerrar la noche nos envía una espantosa tempestad, que nos sopla precisamente de cara. Nos vemos obligados a ganar alta mar, y al aproximarnos de nuevo a tierra al día siguiente, percibimos este famoso promontorio, y ahora con todos los caracteres que le distinguen, esto es, envuelto en brumas y rodeado de un verdadero huracán de viento y agua. Inmensas nubes negras oscurecen el cielo, las sacudidas del viento y granizo nos asaetean con tan ruda violencia, que el capitán se decide a guarecerse, si es posible, en Wigwan Cove. ...

En la línea 811
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... bido es que los temblores de tierra dejan caer, a veces, inmensas masas de terreno desde lo alto de los acantilados; ¡cuál no será, pues, el terrible efecto de un violento terremoto (y se ha producido en estos parajes) sobre una masa como la de un ventisquero ya movida y atravesada por numerosas fisuras! Me inclino a creer que sería lanzada al agua hasta lo más profundo del estrecho para volver un instante después con tan espantosa fuerza que arrastrase como otros tantos haces de paja los mayores bloques de piedra. el estrecho de Eyre, bajo una latitud correspondiente a la de París, hay inmensos ventisqueros, y, sin embargo, la montaña próxima más alta no llega a tener 6.200 pies (1.860 metros) ...

En la línea 1180
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... recen tener muy buen carácter; están echadas unas sobre otras, dormidas y amontonadas como otros tantos cerdos; pero estos mismos se habrían avergonzado de vivir en tan espantosa suciedad y oliendo tan mal ...

En la línea 1373
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Tantos vestigios había dejado en la isla la espantosa potencia del terremoto como la enorme ola sobre la playa. muchos puntos se veían fisuras profundas en dirección de norte a sur, causadas sin duda por el sacudimiento de los lados paralelos y escarpados de esta estrecha isla ...

En la línea 2567
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Bajarlo, hijas, bajarlo—dijo desde el patio la Superiora, mirando hacia arriba y ya recobrada la serenidad con que daba siempre sus órdenes. Fortunata bajó un lío de ropa, y recogiendo las botas, se lo dio todo a Mauricia, es decir, se lo puso delante. La espantosa escena descrita había impresionado desagradablemente a la joven, que sintió profunda compasión de su amiga. Si las monjas se lo hubieran permitido, quizás ella habría aplacado a la bestia. ...

En la línea 3400
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Ven acá, y no te asustes. Yo no quiero más que tu bien. No dirás que no he hecho por ti cuanto estaba en mi mano. Por mi parte, bien lo sabes tú, seguiríamos lo mismo; pero mi mujer se ha enterado… anoche hemos tenido una bronca espantosa, pero espantosa, chica; no puedes figurarte cómo se puso. Se desmayó; tuvimos que llamar al médico. La más negra fue que mis papás se enteraron también del motivo, y… una chilla por aquí, otra por allá; mi padre furioso… entre todos me querían comer». ...

En la línea 3400
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Ven acá, y no te asustes. Yo no quiero más que tu bien. No dirás que no he hecho por ti cuanto estaba en mi mano. Por mi parte, bien lo sabes tú, seguiríamos lo mismo; pero mi mujer se ha enterado… anoche hemos tenido una bronca espantosa, pero espantosa, chica; no puedes figurarte cómo se puso. Se desmayó; tuvimos que llamar al médico. La más negra fue que mis papás se enteraron también del motivo, y… una chilla por aquí, otra por allá; mi padre furioso… entre todos me querían comer». ...

En la línea 3601
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al llegar aquí, D. Evaristo tenía que alzar mucho la voz para hacerse oír, porque en la calle se situó un pianito de manubrio, tocando polkas y walses. Las del tercero, que eran las amas o sobrinas del ecónomo de San Andrés, que allí vivía, se pusieron a bailar, y al poco rato hicieron lo propio de los del segundo de la derecha. En el principal y segundo de la casa de enfrente armose igual jaleo, y como los chicos alborotaban tanto en la calle, la gritería era espantosa y D. Evaristo y su amiga tuvieron que callarse, mirándose y riendo. ...

En la línea 1346
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Las mejillas del fingido rey estaban rojas de excitación, sus ojos centelleaban, sus sentidos hormigueahan en un delirio de placer. En aquel punto, justo cuando alzaba su mano para arrojar otra dádiva generosa, vio una cara pálida, asombrada, que se estiraba hacia adelante en la segunda fila de la muchedumbre, sus intensos ojos clavados en él. Una espantosa consternación lo traspasó. ¡Reconoció a su madre! Y sus manos volaron hacia arriba, con las palmas hacia afuera, a cubrirse los ojos –ese ademán involuntario nacido de un episodio olvidado y perpetuado por la costumbre–. Un instante más y ella se había desprendido de la muchedumbre, pasó por entre los guardias y estaba a su lado. Abrazó la pierna del niño, la cubrió de besos, gritó: ¡Oh, mi niño, vida mía!', alzando hacia él un rostro transfigurado de alegría y de amor. En el mismo instante un oficial de la guardia real la arranco de allí con una maldición, y la envió tambaleándose al lugar de donde vino, con un vigoroso impulso de su fuerte brazo. Las palabras '¡No te conozco, mujer!' caían de los labios de Tom Canty cuando este lastimoso incidente ocurrió, pero le hirió hasta el corazón verla tratada así, y cuando ella se volvió para mirarle por última vez, mientras la muchedumbre la apartaba de su vista, la mujer se veía tan herida, tan descorazonada, que la vergüenza que lo cubrió consumió su orgullo hasta las cenizas y marchitó su usurpada realeza. Sus grandezas se le descubrieron; parecían sin valor desprenderse de él como harapos podridos. ...

En la línea 1170
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se vieron obligados más de una vez a reforzar la cabañita y a recubrirla con nuevas hojas para resguardarse de la espantosa lluvia que caía sin cesar. ...

En la línea 1974
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Volvía a ser el terrible Tigre de la Malasia de otros tiempos. Sus ojos brillaban como carbones encendidos y sus facciones tenían una expresión de espantosa ferocidad. ...

En la línea 526
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero ¿iba ese hombre a dejarnos morir de inanición, encerrados en esa estrecha prisión, entregados a esas horribles tentaciones a las que impulsa el hambre feroz? Tan espantosa idea cobró en mi ánimo una terrible intensidad, que, con el refuerzo de la imaginación, me sumió en un espanto insensato. Conseil permanecía tranquilo, en tanto que Ned Land rugía. ...

En la línea 2369
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A las dos horas de nuestra partida del Nautilus habíamos atravesado la línea de árboles, y ya, a cien pies por encima de nuestras cabezas, se erguía el pico de la montaña cuya proyección trazaba su sombra sobre la brillante irradiación de la vertiente opuesta. Algunos arbustos petrificados corrían aquí y allá en ondulantes zigzags. Los peces se levantaban en masa bajo nuestros pasos como pájaros sorprendidos en las altas hierbas. La masa rocosa estaba torturada por impenetrables anfractuosidades, profundas grutas, insondables agujeros en cuyos fondos oía yo removerse cosas formidables. La sangre me asaltaba a torrentes el corazón cuando veía una antena enorme cerrarme la ruta o cuando alguna pinza espantosa se cerraba ruidosamente en la sombra de las cavidades. Millares de puntos luminosos acribillaban las tinieblas. Eran los ojos de crustáceos gigantescos, agazapados en sus guaridas, de enormes bogavantes erguidos como alabarderos haciendo resonar sus patas con un estrépito de chatarra, titánicos cangrejos apuntados como cañones sobre sus cureñas, y pulpos espantosos entrelazando sus tentáculos como un matorral vivo de serpientes. ...

En la línea 2651
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Cuando esas rupturas se producían en momentos en que el Nautilus estaba sumergido, se propagaba el ruido bajo el agua con una espantosa intensidad a la vez que el derrumbamiento de las masas de hielos creaba temibles remolinos hasta en las capas profundas del océano. En esos momentos el Nautilus se balanceaba y cabeceaba como un barco abandonado a la furia de los elementos. A menudo, al no ver ya salidas por ninguna parte, pensaba yo que estábamos definitivamente apresados, pero el capitán Nemo, dejándose guiar por su instinto ante el más ligero indicio, continuaba descubriendo pasos nuevos. jamás se equivocaba al observar los delgados regueros de agua azulada que surcaban los témpanos. Por ello no dudaba yo de que hubiese aventurado con anterioridad al Nautilus por los mares antárticos. ...

En la línea 2974
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿No comprende que si así fuera la congelación del agua habría de ayudarnos? ¿No se da cuenta de que por su solidificación haría estallar estos bloques de hielo que nos aprisionan, al igual que hace estallar a las piedras más duras? Sería un agente de salvación en vez de serlo de destrucción. -Sí, tal vez, capitán. Pero por mucha resistencia que pueda ofrecer el Nautilus no es capaz de soportar esta espantosa presión sin aplastarse como una chapa. ...

En la línea 90
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La conciencia es una cosa espantosa cuando acusa a un hombre; pero cuando se trata de un muchacho y, además de la pesadumbre secreta de la culpa, hay otro peso secreto a lo largo de la pernera del pantalón, es, según puedo atestiguar, un gran castigo. El conocimiento pecaminoso de que iba a robar a la señora Joe - desde luego, jamás pensé en que iba a robar a Joe, porque nunca creía que le perteneciese nada de lo que había en la casa -, unido a la necesidad de sostener con una mano el pan con manteca mientras estaba sentado o cuando me mandaban que fuera a uno a otro lado de la cocina a ejecutar una pequeña orden, me quitaba la tranquilidad. Luego, cuando los vientos del marjal hicieron resplandecer el fuego, creí oír fuera de la casa la voz del hombre con el hierro en la pierna que me hiciera jurar el secreto, declarando que no podía ni quería morirse de hambre hasta la mañana, sino que deseaba comer en seguida. También pensaba, a veces, que aquel joven a quien con tanta dificultad contuvo su compañero para que no se arrojara contra mí, tal vez cedería a una impaciencia de su propia constitución o se equivocaría de hora, creyéndose ya con derecho a mi corazón y a mi hígado aquella misma noche, en vez de esperar a la mañana siguiente. Y si alguna vez el terror ha hecho erizar a alguien el cabello, esta persona debía de ser yo aquella noche. Pero tal vez nunca se erizó el cabello de nadie. ...

En la línea 225
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Continué agarrado, mientras la señora Joe y su marido acudían a él. Ignoraba cómo pude hacerlo, pero sin duda alguna le había asesinado. En mi espantosa situación me sirvió de alivio ver que lo traían otra vez a la cocina y que él, mirando a los demás como si le hubiesen contradecido, se dejaba caer en la silla exclamando: ...

En la línea 70
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, a despecho de esta amarga conclusión, estaba contento como el hombre que se ha librado de pronto de una carga espantosa, y recorrió con una mirada amistosa a las personas que le rodeaban. Pero en lo más hondo de su ser presentía que su animación, aquel resurgir de su esperanza, era algo enfermizo y ficticio. La taberna estaba casi vacía. Detrás de los dos borrachos con que se había cruzado Raskolnikof había salido un grupo de cinco personas, entre ellas una muchacha. Llevaban una armónica. Después de su marcha, el local quedó en calma y pareció más amplio. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 257
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se torturaba haciéndose estas preguntas y, al mismo tiempo, experimentaba una especie de placer. No podían sorprenderle, porque no eran nuevas para él: eran viejas cuestiones familiares que ya le habían hecho sufrir cruelmente, tanto, que su corazón estaba hecho jirones. Hacía ya tiempo que había germinado en su alma esta angustia que le torturaba. Luego había ido creciendo, amasándose, desarrollándose, y últimamente parecía haberse abierto como una flor y adoptado la forma de una espantosa, fantástica y brutal interrogación que le atormentaba sin descanso y le exigía imperiosamente una respuesta. ...

En la línea 408
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se levantó, lanzó una mirada de asombro en todas direcciones, como sorprendido de verse allí, y se dirigió al puente. Estaba pálido y sus ojos brillaban. Sentía todo el cuerpo dolorido, pero empezaba a respirar más fácilmente. Notaba que se había librado de la espantosa carga que durante tanto tiempo le había abrumado. Su alma se había aligerado y la paz reinaba en ella. ...

En la línea 1216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el momento en que la mirada de Magdalena encontró la de Javert, el rostro de éste adquirió una expresión espantosa. Ningún sentimiento humano puede ser tan horrible como el de la alegría. ...

En la línea 843
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Una prisa espantosa! ...

En la línea 1498
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Después de otro silbido, comenzó la marcha hacia delante; se fue acelerando, y muy luego la velocidad fue espantosa. No se oía la repercusión de los relínchos de la locomotora, sino una aspiración seguida; los pistones daban veinte golpes por segundo; los ejes humeaban entre las cajas de grasa. Se sentía, por decirlo así, que el tren entero, marchando con una rapidez de cien millas por hora, no gravitaba ya sobre los rieles. La velocidad destruía la pesantez. ...

En la línea 1564
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Estos sioux estaban armados de fusiles. De aqui las detonaciones, a que correspondían los viajeros, casi todos armados. Los indios habían comenzado por arrojarse sobre la máquina. El maquinista y el fogonero habían sido ya casi magullados. Un jefe sioux, queriendo detener el tren, había abierto la introducción del vapor en lugar de cerrarla, y la locomotora, arrastrada, corría con una velocidad espantosa. ...

En la línea 1617
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... No tardó en saberse lo que era. La locomotora, que andaba a corto vapor y dando grandes silbidos, era la que, después de haberse separado del tren, había conlinuado su marcha con tan espantosa velocidad, llevando al maquinista y fogonero inanimados. Había corrido muchas millas, y, después, apagándose el fuego, por falta de combustible, la velocidad se fue amortiguando, hasta que la máquina se detuvo, veinte millas más allá de la estación de Kearney. ...

Palabras parecidas a espantosa

La palabra hospital
La palabra viento
La palabra oportunamente
La palabra salvar
La palabra hicieron
La palabra evitar
La palabra movimiento

Webs amigas:

Ciclos Fp de informática en Granada . VPO en Gerona . VPO en Comunidad de Madrid . - Caleta De Fuste Hotel Costa Caleta