Cual es errónea Empezando o Hempezando?
La palabra correcta es Empezando. Sin Embargo Hempezando se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra hempezando es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra empezando
Algunas Frases de libros en las que aparece empezando
La palabra empezando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 7172
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En fortuna, se había hecho, débil como era, enemigo del cardenal, es decir, de un hombre ante el cualtemblaban los mayores del reino, empezando por el rey. ...
En la línea 1227
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En los días siguientes al de su muerte, todos creyeron, empezando por su padre, que ésta había sido obra de algún marido celoso. El hecho de quitarse los guantes, pasándoselos por el cinturón de su espada, era una demostración de que lo habían sorprendido y asesinado cuando iba a dar sus manos a alguna mujer. Luego, el misterio de dicha muerte fue agrandando el círculo de los comentarios. La hembra que le había dado la cita nocturna bien podía ser un agente al servicio de los enemigos del duque, deseosos de acabar con él. Además, el recuerdo de aquel enmascarado que le acompañaba desde semanas antes a todas partes y había sido su guía en la noche del crimen corroboraba tal suposición. ...
En la línea 1280
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al día siguiente celebrábase en la parte del Vaticano llamada del Belvedere, otra fiesta nocturna, desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la mañana. Varías compañías de truhanes hacían juegos de gimnasia y prestidigitación, empezando a medianoche las danzas de los señores y otra vez César y Lucrecia, a pedimento del Pontífice, bailaban la baja y lo alta , A la salida del sol les servían una colación de cien platos grandes de confitería que tenían inscritos versos latinos en honor de los cónyuges y de Alejandro VI. ...
En la línea 822
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y el profesor vio como cogía con ambas manos un árbol que le llegaba a la cintura, empezando a moverle a un lado y a otro, cual si pretendiese arrancarlo del suelo. ...
En la línea 1444
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El enamorado capitán era incapaz de abandonar un instante el recuerdo de su protegido, y a la caída de la tarde, cuando ya desesperaba este de satisfacer su apetito, empezando a calcular la posibilidad de una invasión de la capital en busca de comida, vio como avanzaban por la playa unas cuantas máquinas rodantes, negras y sin adornos, de las que servían para el avituallamiento del ejército. Sostenido por dos de ellas reconoció un plato enorme, de los empleados en su servicio allá en la Galería de la Industria. Sobre este plato se elevaban, formando pirámide, cuatro bueyes asados. En los otros vehículos llegaban montañas de panes -cada uno de ellos del tamaño de un grano de maíz ante los ojos del gigante-, pirámides de frutas enormes para los pigmeos, pero que venían a ser del volumen de un cañamon, y montones de quesos. Una sección de atletas agregados al ejército traía en varios vagones una docena de toneles de agua. ...
En la línea 1556
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero el Gentleman-Montaña miró sonriendo al grueso capitán y levantó los hombros. Luego le volvió la espalda, empezando a forcejear para subir la segunda ancla. ...
En la línea 1559
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero el coloso no oía sus ruegos ni prestaba atención a las preguntas que iba formulando Flimnap, de acuerdo con sus hábitos de conferencista. Lo que a Gillespie le preocupaba era salir del puerto cuanto antes. Ya tenía fuera del agua la segunda ancla, y empuño los remos, empezando a bogar de pie y mirando a la proa. ...
En la línea 1795
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En medio de estos dulcísimos ensueños de su alma arrebatada, sentía Maximiliano unos saetazos que le hacían volver sobresaltado a la realidad. Era como la feroz picada de un mosquito cuando estamos empezando a dormirnos dulcemente… Por mucho que se estirase el dinero sacado de la hucha, al fin se tenía que concluir, porque todo es finito en este mundo, y el metálico precisamente es una de las cosas más finitas que se pueden imaginar… ¡María Santísima!, cuando el temido momento llegase… ¡cuando la última peseta del último duro fuera cambiada… ! Si el mosquito le picaba a Maximiliano cuando estaba en su cama dormido o preparándose a ello, incorporábase tan desvelado cual si fueran las doce del día, o se ponía a dar vueltas en el lecho y a calentarlo con el ardor de su febril zozobra. A veces invocaba al Cielo con íntimo fervor de oración. Esperaba que la obra generosa que había emprendido pesase mucho en las recónditas intenciones de la Providencia para que Esta le sacase del atolladero en que los amantes iban a caer. Él no era un granuja; ella se estaba portando bien, y con su conducta echaba velos y más velos sobre lo pasado. Si la Providencia no tenía en cuenta estas circunstancias, ¿de qué le valía a uno portarse bien y ser un modelo de orden y buena fe? Esto es claro como el agua. Fortunata pensaba lo mismo, cuando él le confiaba sus temores. Tenía que ser así, o todo lo que se habla de la Providencia es patraña. Pronto diré cómo se salieron con la suya, con lo cual se demostró que tenían allá arriba, en los mismos cielos, alguna entidad de peso que les protegía. Bien ganada se tenían esta protección, porque él, enaltecido por su cariño, ella, aspirando a la honradez y ensayándose en practicarla, eran dos seres que valían cualquier dinero, o en otros términos, dignos de que se les facilitaran los medios de continuar su campaña virtuosa. ...
En la línea 2173
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Quién hace caso de la imaginación?—prosiguió él, oyéndose, y muy satisfecho del efecto que creía causar—. Cuando la loca le alborote a usted, no se dé por entendida, hija. ¿Haría usted caso de una persona que pasara ahora por la calle diciendo disparates? Pues lo mismo es, exactamente lo mismo. A la imaginación se la mira con desprecio, y se hace lo contrario de lo que ella inspira. Comprendo que usted, por la vida mala que ha llevado y por no haber tenido a su lado buenos ejemplos, no podrá durante algún tiempo meter en cintura a la loca de la casa; pero aquí estamos para enseñarla. Aquí me tiene a mí, y me parece que sé lo que traigo entre manos… Empecemos. Para que usted sea digna de casarse con un hombre honrado, lo primerito es que me vuelva los ojos a la religión, empezando por edificarse interiormente. ...
En la línea 3131
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No sé cómo se llamaba el viejo catarroso, porque todos allí le nombraban Pater; hasta el mozo que le servía, dábale este apodo. El ex-castrense se llamaba Quevedo y era del propio Perchel, feo como un susto, picado de viruelas, de mirada aviesa y con una cara de secuestrador, que daría espanto al infeliz que se la encontrase en mitad de un camino solitario. Bebía aguardiente aquel clérigo como si fuera agua, y su lenguaje era un ceceo con gargarismos. Contaba hechos de armas y aventuras de cuartel con una gracia burda y una sinceridad zafia que levantaban ampolla. El otro se llamaba Pedernero y era del propio Ceuta, hijo de una oficiala del Fijo, joven y simpático, de modales mucho más finos que sus colegas, listo como un chorro de pólvora, y con un pico de oro que daba gusto. Para él no tenían secretos la vida humana ni la juventud: Su compañero Quevedo solía envolverse en formas hipócritas; Pedernero no. Se presentaba sin máscara, tal como era, empezando por decir que el Superior había hecho muy bien en quitarle las licencias. ...
En la línea 3561
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Si Fortunata, empezando por conformarse, acabó por sentirse bien, D. Evaristo estuvo desde luego muy a gusto en aquella vida. «Yo no soy celoso—le decía—, y aunque no pongo mi mano en el fuego por ninguna mujer, creo que no me faltarás, como no se descuelgue otra vez el danzante de marras. A este sí que le tengo miedo». Y ella declaraba con su sinceridad de siempre que, en efecto, le conservaba ley al maldito autor de sus desgracias… no lo podía remediar; pero que si la buscaba otra vez, ya sabría ella resistir y darle con toda la fuerza de su honradez en los hocicos, para que no volviera a ser pillo. Al oír esto, Feijoo se mostraba benévolamente incrédulo y decía: «Pidámosle a Dios que no te busque, por si acaso; que a Segura llevan preso». ...
En la línea 338
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como empezaba a sentir sueño antes de estar muy lejos del pontón, Joe me volvió a subir sobre sus hombros y me llevó a casa. Debió de ser un camino muy pesado para él, porque cuando llamó al señor Wopsle, éste se hallaba de tan mal humor que si la Iglesia hubiese estado «abierta», probablemente habría excomulgado a toda la expedición, empezando por Joe y por sí mismo. En su capacidad lega, insistió en sentarse al aire libre, sufriendo la malsana humedad, hasta el punto de que cuando se quitó el gabán para secarlo ante el fuego de la cocina, las manchas que se advertían en sus pantalones habrían bastado para ahorcarle si hubiese sido un crimen. ...
En la línea 628
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, Joe dije agarrándome a una manga de la camisa que tenía arremangada y empezando a retorcerla entre mis dedos -. ¿Te acuerdas de lo que he dicho acerca de la señorita Havisham? ...
En la línea 1072
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Te aseguro que sentaría muy bien la mano a todos los tontos y a todos los bribones — replicó mi hermana, empezando a enfurecerse —. Y entre ellos comprendería a tu amo, que mereceria ser el rey de los tontos. Y también te sentaría la mano a ti, que eres el gandul más puerco que hay entre este lugar y Francia. Ya lo sabes. ...
En la línea 1075
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Qué has dicho? — exclamó mi hermana empezando a gritar—. ¿Qué has dicho? ¿Qué acaba de decirme ese bandido de Orlick, Pip? ¿Qué se ha atrevido a decirme, cuando tengo a mi marido al lado? ¡Oh! ¡Oh! — Cada una de estas exclamaciones fue un grito, y he de observar que mi hermana, a pesar de ser la mujer más violenta que he conocido, no se dejaba arrastrar por el apasionamiento, porque deliberada y conscientemente se esforzaba en enfurecerse por grados —. ¿Qué nombre me ha dado ante el cobarde que juró defenderme? ¡Oh! ¡Contenedme! ¡Cogedme! ...
En la línea 846
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Apenas podía sostener la pluma hace un momento, cuando escribía su declaración ‑observó el secretario, volviendo a sentarse y empezando de nuevo a hojear papeles. ...
En la línea 2456
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un artículo que sostuviera semejante tesis no se habría podido publicar. Lo que yo insinué fue tan sólo que el hombre extraordinario tiene el derecho… , no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral… , de permitir a su conciencia franquear ciertos obstáculos en el caso de que así lo exija la realización de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad… Dice usted que esta parte de mi artículo adolece de falta de claridad. Se la voy a explicar lo mejor que pueda. Me parece que es esto lo que usted desea, ¿no? Bien, vamos a ello. En mi opinión, si los descubrimientos de Kepler y Newton, por una circunstancia o por otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de una, o cien, o más vidas humanas que fueran un obstáculo para ello, Newton habría tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusión de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le antojara o a cometer toda clase de robos. En el resto de mi artículo, si la memoria no me engaña, expongo la idea de que todos los legisladores y guías de la humanidad, empezando por los más antiguos y terminando por Licurgo, Solón, Mahoma, Napoleón, etcétera; todos, hasta los más recientes, han sido criminales, ya que al promulgar nuevas leyes violaban las antiguas, que habían sido observadas fielmente por la sociedad y transmitidas de generación en generación, y también porque esos hombres no retrocedieron ante los derramamientos de sangre (de sangre inocente y a veces heroicamente derramada para defender las antiguas leyes), por poca que fuese la utilidad que obtuvieran de ello. ...
En la línea 3181
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Sin embargo, me ha tendido las dos manos sin permitirme estrecharle ninguna: las ha retirado a tiempo», pensó Raskolnikof, empezando a desconfiar. ...
En la línea 3546
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Otra circunstancia contribuyó a irritar a Catalina Ivanovna. Excepto el polaco, ningún inquilino había ido al cementerio. Pero en el momento de sentarse a la mesa acudió la gente más mísera e insignificante de la casa. Algunos incluso se presentaron vestidos de cualquier modo. En cambio, las personas un poco distinguidas parecían haberse puesto de acuerdo para no presentarse, empezando por Lujine, el más respetable de todos. ...
En la línea 279
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El viajero la miraba, empezando a comprender el enigma. La niña le daba la clave de la mujer. ...
En la línea 1018
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... «Querido Padre Urtazu: Las rabietillas que usted me anunció van empezando a venir, y más pronto y más a montones de lo que yo creía. Lo peor del caso es que, ahora que lo reflexiono bien, me parece que alguna culpa tengo. No se ría usted de mí, por Dios, porque yo me estoy sorbiendo las lágrimas al mojar la pluma, y hasta ese borrón, que usted dispensará, es porque se me cayó una sobre el papel. Voy a contárselo a usted todo, como si estuviera en esa a sus pies en el confesonario. Se ha muerto la madre del Sr. de Artegui. Ya sabe usted por mis cartas anteriores que esto es una desgracia terrible, porque tal vez traiga consigo otras… ni imaginarlas quiero, padre. En fin, yo pensé que el Sr. de Artegui estaría muy triste, muy triste, y que acaso nadie se acordase de decirle cosas cariñosas, y, sobre todo, de hablarle de Dios nuestro Señor, en quien él no puede menos de creer, ¿verdad, padre? pero de quien se olvidará quizás en estos momentos tan crueles… Llevada de estas consideraciones le escribí una carta, consolándole allá a mi modo… ¡si viera usted! me parece que se me ocurrieron cosas muy buenas y eficaces… le hablé de que Dios nos manda las penas para convertirnos a él; de que son visitas que nos hace; en resumen, todo lo que usted me ha enseñado… además le decía que bien podía creer que no era el único en sentir a aquella pobre señora, aquella santa; que yo la lloraba con él, aunque sabía que estaba gozando ahora de la gloria… y que la envidiaba… ¡ay, eso si que es verdad, Padre! ¡quién como ella! morirse, ir al cielo… ¡Cuándo lograré yo tal ventura! ...

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de h
Las Reglas Ortográficas de la H
Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).
Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.
Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.
Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.
Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.
Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.
Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).
Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)
- oquedad (de hueco)
- orfandad, orfanato (de huérfano)
- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h

la Ortografía es divertida
Errores Ortográficos típicos con la palabra Empezando
Cómo se escribe empezando o hempezando?
Cómo se escribe empezando o empesando?
Más información sobre la palabra Empezando en internet
Empezando en la RAE.
Empezando en Word Reference.
Empezando en la wikipedia.
Sinonimos de Empezando.
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