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La palabra demaziado
Cómo se escribe

Comó se escribe demaziado o demasiado?

Cual es errónea Demasiado o Demaziado?

La palabra correcta es Demasiado. Sin Embargo Demaziado se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino demaziado es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra demasiado

Más información sobre la palabra Demasiado en internet

Demasiado en la RAE.
Demasiado en Word Reference.
Demasiado en la wikipedia.
Sinonimos de Demasiado.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Demasiado

Cómo se escribe demasiado o demaciado?
Cómo se escribe demasiado o demaziado?


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

Algunas Frases de libros en las que aparece demasiado

La palabra demasiado puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 623
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Esto sería dar el cuerpo demasiado, teniendo en cuenta lo que podría ocurrir luego. ...

En la línea 1140
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Creían que el pasado iba a estar oculto? Habían huído de su pueblo porque los conocían allá demasiado; por eso habían venido a la huerta a apoderarse de lo que no era suyo. ...

En la línea 2291
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sentíase demasiado fuerte para que aquella herida fuese grave. ...

En la línea 2332
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La tarde era desapacible; soplaba un viento demasiado fuerte para la estación. ...

En la línea 86
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como si temiese hablar demasiado y que alguien le espiase, se despidió apresuradamente de Fermín, volviendo al lado de los trabajadores que golpeaban los toneles. Montenegro siguió adelante, entrando en la principal bodega de la casa, donde se guardaban las soleras antiguas y envejecían los vinos de crianza. ...

En la línea 1211
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te asusta la grandeza del mundo, comparada con la pequeñez de tu pobre muerta, y retrocedes. El vaso es demasiado grande para una lágrima: es cierto. Pero también la gota se pierde en el mar... y sin embargo, allí está. ...

En la línea 1520
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Callaba la muchacha. Gemía oyendo a su hermano, como si cada una de sus palabras penetrase en su alma, crispándola con el dolor de las heridas desgarradas; pero no abría su boca: temía decir demasiado y únicamente lloraba, poblando de lamentos el silencio de la tarde. ...

En la línea 1525
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No le quiero... porque le quiero mucho. No puedo quererle, porque le amo demasiado para hacerle infeliz. ...

En la línea 184
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero el herido estaba demasiado débil aún para soportar semejan te sacudida. ...

En la línea 350
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En cuanto a vos, querido, tenéis un tahalí demasiado magnífico para estar fuerte en la materia. ...

En la línea 464
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No de béis tener, para vivir, demasiado dinero que hayáis traído con vos. ...

En la línea 530
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Sois demasiado orgulloso para aceptarla, mi joven gentilhombre?-No, señor -dijo D'Artagnan -; os respondo que no ocurrirá con esta como con la otra. ...

En la línea 482
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... » Todavía esto es demasiado antiguo; cuenta 32 años de fecha, y este es tambien plazo demasiado estenso, por lo que vendremos á tiempo mas reciente, y sobre cuyos datos hay testigos á cientos que afirmarán por ciertas las razones que se van á esponer, y números que las comprueban. ...

En la línea 482
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... » Todavía esto es demasiado antiguo; cuenta 32 años de fecha, y este es tambien plazo demasiado estenso, por lo que vendremos á tiempo mas reciente, y sobre cuyos datos hay testigos á cientos que afirmarán por ciertas las razones que se van á esponer, y números que las comprueban. ...

En la línea 397
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Entonces, ¿no es verdad—dije yo—que todos los conventos han sido cerrados y expulsados los frailes? —Sí, sí—dijo suspirando—; es verdad, demasiado verdad. ...

En la línea 697
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aquello era demasiado para el pobre hombre; acudió a su hijo, diciéndole: «No llores. ...

En la línea 835
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La educación puritana, demasiado rígida y seria, no me gusta; a mi parecer fomenta el vicio y la hipocresía.» Fuimos después al aposento del rector, donde había colgado, encima de un crucifijo, un pequeño retrato. ...

En la línea 888
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Les ofrecí tres, que era ya demasiado, pero no los aceptaron; sabían que yo era inglés, y, por tanto, la oportunidad de ponerme a contribución les pareció excelente; porque no podían figurarse que una persona tan rica como un inglés «debe» ser, se determinara a salir a la calle en noche tan fría, sólo por buscar un ajuste más razonable. ...

En la línea 1240
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Tal podría correr el dado -dijo don Quijote- que todo lo que dices viniese a ser verdad; y perdona lo pasado, pues eres discreto y sabes que los primeros movimientos no son en mano del hombre, y está advertido de aquí adelante en una cosa, para que te abstengas y reportes en el hablar demasiado conmigo; que en cuantos libros de caballerías he leído, que son infinitos, jamás he hallado que ningún escudero hablase tanto con su señor como tú con el tuyo. ...

En la línea 1707
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con justo título, puede desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. ...

En la línea 4350
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De su embelesamiento le volvió Sancho Panza, diciéndole: -Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias: vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes. ...

En la línea 4541
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -O vencido o vencedor que salgáis desta empresa, señor caballero -respondió el de los Espejos-, os quedará tiempo y espacio demasiado para verme; y si ahora no satisfago a vuestro deseo, es por parecerme que hago notable agravio a la hermosa Casildea de Vandalia en dilatar el tiempo que tardare en alzarme la visera, sin haceros confesar lo que ya sabéis que pretendo. ...

En la línea 182
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... No citaré más que otras dos aves muy comunes y muy nobles por sus costumbres. Puede considerarse al Saurophagus sulphuratus como el tipo de la gran tribu americana de los papamoscas. Por su conformación se asemeja mucho al verdadero alcotán, pero por sus costumbres puede comparársele a muchas aves. Le he observado con frecuencia estando yo de caza en el campo, cerniéndose ya encima de un sitio, ya sobre otro sitio. Cuando está suspenso así en el aire, a cierta distancia se le puede tomar fácilmente por uno de los miembros de la familia de las aves de rapiña; pero se deja caer con mucha menos fuerza y rapidez que el halcón. Otras veces, el saurófago frecuenta las cercanías del agua; Permanece allí quieto como un martínpescador, y pesca los pececillos que cometen la imprudencia de acercarse demasiado a la orilla. A menudo se guardan estas aves enjauladas o en los corrales de las granjas; en este caso, se les cortan las alas. Se domestican muy pronto, y es muy divertido observar sus maneras cómicas, las cuales se parecen mucho a las de la urraca común, según me han dicho. Cuando vuelan, avanzan por medio de una serie de ondulaciones, porque el peso de su cabeza y de su pico es demasiado grande, si con el de su cuerpo se compara. Por la noche, el saurófago se encarama sobre un matorral, casi siempre al borde del camino; y repite continuamente, sin modificarlo nunca, un grito agudo y bastante agradable, que se parece un poco a palabras articuladas. Los españoles creen reconocer éstas: «bien te veo», y por eso le han dado este nombre. ...

En la línea 208
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En efecto: estas colonias españolas no llevan en sí los elementos para un desarrollo rápido, como nuestras colonias inglesas. Muchos indios de pura raza, residen en los alrededores; la tribu del cacique Lucaneo, ha construido sus toldos2 en los mismos extramuros de la ciudad. El gobierno local les suministra provisiones, dándoles todos los caballos demasiado viejos para poder prestar ningún servicio; además, estos indios ganan algunos céntimos fabricando esteras y algunos artículos de sillería. Se les considera como civilizados; pero lo que han podido perder en ferocidad, lo han ganado, y aún más, en inmoralidad. Dícese que algunos jóvenes mejoran un poco y consienten en trabajar; hace algún tiempo, alistáronse algunos a bordo de un barco para pescar focas y se condujeron muy bien. Actualmente gozan de los frutos de su trabajo; lo cual consiste 1 El corral es un cercado hecho con fuertes estacas de madera clavadas en el suelo y unidas entre sí. Cada estancia o granja tiene su corral. ...

En la línea 241
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la conversación el general Rosas es entusiasta, pero a la vez está lleno de buen sentido y de gravedad, llevada esta última hasta el exceso. Uno de sus bufones (tiene dos junto a su persona, como los señores feudales) me contó con este motivo la anécdota siguiente: «Un día deseaba oír yo cierta pieza de música y fui dos o tres veces en busca del general para pedirle que mandase tocarla. La primera vez me respondió: - Déjame en paz, estoy ocupado. - Fui a buscarle por segunda vez y me dijo: - Como vuelvas de nuevo, hago que te castiguen. -Volví por tercera vez y echóse a reír. Me escapé de su tienda, pero era demasiado tarde; ordenó a dos soldados que me cogiesen y me atasen a cuatro postes. Pedí perdón invocando a todos los santos de la corte celestial, pero no quiso perdonarme; cuando el general se ríe, no perdona a nadie». El pobre diablo aún ponía una cara angustiosa al recordar los postes. En efecto, es un suplicio muy doloroso: clávanse cuatro pilotes en el suelo, de los cuales se suspende horizontalmente al hombre por las muñecas y por los tobillos, y allí se le deja estirarse durante algunas horas. Evidentemente, la idea de este suplicio se ha tomado del método que se emplea para secar las pieles. Mi entrevista con el general terminó sin que se sonriese ni una sola vez; y obtuve de él un pasaporte y un permiso para valerme de los caballos de posta del gobierno, documentos que me dio de la manera más servicial. ...

En la línea 312
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Si se quiere coger a ese animal, es preciso no bajarse, sino tirarse del caballo, pues cuando el suelo no es demasiado duro cava con tanta rapidez que el cuarto trasero desaparece antes de haber tenido tiempo de echar pie a tierra. Ciertamente se experimenta algún remordimiento al matar a un animal tan bonito, pues como me decía un gaucho al descuartizar a uno de ellos: ¡Son tan mansos! Hay muchas especies de reptiles. Una serpiente (un Trigonocephalus o Cophias) debe de ser muy peligrosa, a juzgar por el tamaño del conducto venenoso que tiene en los colmillos. En contra de la opinión de algunos otros naturalistas, Cuvier clasifica esta serpiente como un subgénero de la culebra de cascabel y la coloca entre esta última y la víbora. He observado un hecho que confirma esta opinión y que me parece muy curioso y muy instructivo, por cuanto prueba cómo tiende a variar lentamente cada carácter, aun cuando ese carácter pueda dentro de ciertos límites ser independiente de la conformación. El extremo de la cola de esta serpiente acaba en una punta que se ensancha muy ligeramente. Pues bien, cuando el animal se arrastra por el suelo, hace vibrar de continuo la punta de la cola; la cual, chocando contra las hierbas secas y las malezas, produce un ruido que se oye claro a seis pies de distancia. En cuanto el animal se asusta o se encoleriza, menea la cola con vibraciones muy rápidas; y aun todo el tiempo que el cuerpo conserva su irritabilidad después de muerto el animal, puede observarse una tendencia a este movimiento. Por tanto, dicho trigo nocéfalo, desde algunos puntos de vista, tiene la figura de una víbora y las costumbres de una culebra de cascabel, sólo que produce el ruido por un procedimiento más sencillo. La cara de esta serpiente tiene una expresión feroz y horrible hasta más no poder. La pupila consiste en una hendidura vertical hecha en un iris jaspeado y de color cobrizo; las mandíbulas son anchas por la base, y la nariz termina en un proyeccieii triangular. No creo haber visto nunca nada más feo, a no ser quizá algunos vampiros. Paréceme que ese aspecto tan repulsivo proviene de que los rasgos fisionómicos están uno con respecto a otro casi en la misma posición que los de la cara humana, lo cual produce el colmo de lo espantoso16. ...

En la línea 103
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. ...

En la línea 239
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ni la tiara le pareciera demasiado ancha; todo estaba en el camino; lo importante era seguir andando. ...

En la línea 281
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Magistral veía a sus pies el barrio linajudo compuesto de caserones con ínfulas de palacios; conventos grandes como pueblos; y tugurios, donde se amontonaba la plebe vetustense, demasiado pobre para poder habitar las barriadas nuevas allá abajo, en el Campo del sol, al Sudeste, donde la Fábrica Vieja levantaba sus augustas chimeneas, en rededor de las cuales un pueblo de obreros había surgido. ...

En la línea 439
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella señora, todo Vetusta lo sabía, era una mujer despreocupada, tal vez demasiado; era una original. ...

En la línea 147
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se acordaba el joven de las veces que había ido, en su infancia, con una de sus criadas a buscarlo en el archivo de la catedral. Subían por una escalera antigua, entre muros de piedra de este primitivo templo gótico, que un pueblo devoto y demasiado rico había transformado en iglesia de arquitectura clásica, arqueando las ojivas, cubriendo de mármoles y dorados los negruzcos sillares. ...

En la línea 234
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... significaba cofradía o sociedad de hombres de mar. Los grupos de caserío demasiado pequeños para titularse pueblos, y que vivían a la sombra de un Municipio mayor, se designaban con el nombre de universidad. ...

En la línea 322
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Nuestro Papa español llegaba demasiado tarde para la defensa de la Cristiandad. Era el último Pontífice de la Edad Media entusiasta y lleno de fe. Sus asombrosos y rápidos triunfos no los apreció nunca como resultado de su actividad personal. Los consideraba modestamente un efecto de las plegarias que dirigía a Dios y de las rogativas ordenadas n los pueblos cristianos, ya que sus príncipes no querían ayudarle. De no traicionarlo y robado descaradamente estos gobernantes, ¿quién sabe si el primero de los Borjas habría acabado por plantar otra vez la cruz sobre las murallas de Constantinopla? ...

En la línea 408
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Habían seguido los dos su carrera amorosa de distinto modo, con falta de sincronismo. En el primer tiempo era él quien amaba con mayor vehemencia, y ahora reconocía que, por una misteriosa ley de gravitación, este amor iba descendiendo. Ella, por el contrario, se había sentido al principio menos apasionada, con instintiva Inquietud, como sí temiese ir demasiado lejos. ...

En la línea 176
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después pareció sentir la necesidad de cambiar el curso de la conversación, recobrando su altivo empaque de personaje universitario. Aunque ninguno de los presentes pudiera entenderla, temía haber dicho demasiado. ...

En la línea 265
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero el profesor Flimnap tenía demasiado que hacer para detenerse a contestar las preguntas de las ciudadanas curiosas. Apenas había dormido en la noche anterior. Después de su cena con el jefe supremo de la Universidad se trasladó a la Galería de la Industria para convencerse de que el Gentleman-Montaña podía dormir provisionalmente sobre trescientas cuarenta y dos carretadas de paja que la Administración del ejercito había facilitado a última hora. Poco después de amanecer ya estaba en pie el buen profesor, conferenciando con todos sus compañeros del 'Comité de recibimiento del Hombre-Montaña'. Estos, divididos en varias subcomisiones, iban a dirigir a quinientos carpinteros encargados de fabricar, antes de que llegase la noche, una mesa y una silla apropiadas a las dimensiones del gigante, y a una tropa igualmente numerosa de colchoneros, que en el mismo espacio de tiempo fabricarían una cama digna del recién llegado. ...

En la línea 488
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Cierto -contestó el profesor-; pero esos hombres, en realidad, no pertenecen al ejército; más bien son esclavos, como los atletas que se dedican a los rudos trabajos de fuerza. Nuestro ejército es a modo de una aristocracia femenil, y no puede encargarse de las funciones de policía, que considera faltas de gloria. Necesitábamos una fuerza pública que velase por la seguridad individual, que persiguiese a los ladrones y los homicidas, y hemos dedicado al hombre a esta función demasiado ordinaria. Además, cuando hay algún motín en las calles por causas frívolas de nuestra vida económica, esa tropa es la que restablece el orden entre silbidos y pedradas, lo que proporciona el resultado saludable de que los hombres sean nuevamente odiados por las mujeres. ...

En la línea 752
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Vamonos, profesor -ordenó a Flimnap-. Estamos cansando con una visita demasiado larga a este pobre gigante, que no parece de un vigor intelectual en armonía con su estatura. Despídame de él; dígale que he tenido mucho gusto en conocerle. ...

En la línea 29
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843. Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse. Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían. El gordo y D. Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los meetings de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos. Trinaba contra todo arancel que no significara un simple recurso fiscal, mientras que D. Baldomero, que en todo era templado, pretendía que se conciliasen los intereses del comercio con los de la industria española. «Si esos catalanes no fabrican más que adefesios —decía Arnaiz entre tos y tos—, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas… ». ...

En la línea 47
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los herederos de Arnaiz, al inventariar la riqueza de la casa, que sólo en aquel artículo no bajaba de cincuenta mil duros, comprendieron que se aproximaba una crisis. Tres o cuatro meses emplearon en clasificar, ordenar, poner precios, confrontar los apuntes de don Bonifacio con la correspondencia y las facturas venidas directamente de Cantón o remitidas por las casas de Cádiz. Indudablemente el difunto Arnaiz no había visto claro al hacer tantos pedidos; se cegó, deslumbrado por cierta alucinación mercantil; tal vez sintió demasiado el amor al artículo y fue más artista que comerciante. Había sido dependiente y socio de la Compañía de Filipinas, liquidada en 1833, y al emprender por sí el negocio de pañolería de Cantón, creía conocerlo mejor que nadie. En verdad que lo conocía; pero tenía una fe imprudente en la perpetuidad de aquella prenda, y algunas ideas supersticiosas acerca de la afinidad del pueblo español con los espléndidos crespones rameados de mil colores. «Mientras más chillones—decía—, más venta». ...

En la línea 96
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le habían llevado preso. La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase. Por esto sintió mucho Arnaiz que Estupiñá dejara la casa en 1837, cuando se le antojó establecerse con los dineros de una pequeña herencia. Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta. ...

En la línea 379
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito. Lloraste por tu Pitusa de tu alma, y te llamabas miserable por haberla abandonado. Créelo, te pusiste que no había por dónde cogerte. ...

En la línea 239
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sentóse después el fatigado cautivo y se dispuso a quitarse las zapatillas, después de pedir tímidamente permiso con la mirada; mas otro oficioso criada, también ataviado de seda y terciopelo, se arrodilló y le ahorró el trabajo. Dos o tres esfuerzos más hizo el niño por servirse a si mismo; mas, como siempre se le anticiparon vivamente, acabó por ceder con un suspiro de resignación y diciendo entre dientes: 'Maravillame que no se empeñen también en respirar por mi' En chinelas y envuelto en suntuosa bata se tendió por fin a reposar, pero no a dormir, porque su cabeza estaba demasiado llena de pensamientos y la estancia demasiado llena de gente. No podía desechar los primeros, así que permanecieron; no sabía tampoco lo bastante para despedir a los segundos, así que también se quedaron, con gran pesar del príncipe y de ellos. ...

En la línea 281
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Ah, cuánto he esperado esta dulce hora!, y he que llega demasiado tarde, y me veo privado de esta ocasión tan codiciada. ¡pero apresuraos, apresuraos!, que otros hagan este feliz oficio, ya que a mí se me niega. Doy mi gran sello en comsión: elige tú los lores que han de componerla, y andad a vuestro trabajo. ¡Apresúrate! Antes que salga el sol y se ponga de nuevo, tráeme su cabeza para que yo la vea. ...

En la línea 368
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... John Canty lanzó un furioso juramento y ordenó la retirada, pero era demasiado tarde. Él y su tribu fueron devorados por aquella abigarrada colmena humana e irremediablemente separados unos de otros en un instante. No estamos considerando al príncipe parte de la tribu; Canty seguía reteniéndolo con el puño. El corazón del príncipe latió acelerado por la esperanza de escaparse. Un fornido barquero, bastante excitado por el licor, fue empujado rudamente por Canty en su esfuerzo por abrirse paso a través de la multitud; puso su enorme mano en el hombro de Canty y dijo: ...

En la línea 412
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No tan aprisa, amigo. Eres, a fe mía, demasiado brusco. ¿Qué tienes que, ver con este muchacho? ...

En la línea 840
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, no seas demasiado malicioso. Éramos y aún somos jóvenes para pervertirnos. Pero en lo que menos pensábamos era en constituir un hogar. Éramos dos mozuelos que vivían juntos haciendo eso que se llama vida marital. Pero pasó el año y al ver que no venía fruto empezamos a ponernos de morro, a mirarnos un poco de reojo, a incriminarnos mutuamente en silencio. Yo no me avenía a no ser padre. Era un hombre ya, tenía más de veintiún años y, francamente, eso de que yo fuese menos que otros, menos que cualquier bárbaro que a los nueve meses justos de haberse casado, o antes, tiene su primer hijo… a esto no me resignaba. ...

En la línea 1622
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Cásate, pues, cásate, con una cualquiera de las ene de que estás enamorado, con la que tengas más a mano. Y sin pensarlo demasiado. Ya ves, yo me casé sin pensarlo; nos tuvieron que casar. ...

En la línea 1826
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Eso ya sería saber demasiado. ...

En la línea 1956
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... ! ¡Bah, ya te estás sintiendo personaje de drama o de novela! ¡Contentémonos con serlo de… nivola! ¡Hacer… hacer… hacer… ! ¿Te parece que hacemos poco con estar así hablando? Es la manía de la acción, es decir, de la pantomima. Dicen que pasan muchas cosas en un drama cuando los actores pueden hacer muchos gestos y dar grandes pasos y fingir duelos y saltar y… ¡pantomima!, ¡pantomima! ¡Hablan demasiado!, dicen otras veces. Como si el hablar no fuese hacer. En el principio fue la Palabra y por la Palabra se hizo todo. Si ahora, por ejemplo, algún… nivolista oculto ahí, tras ese armario, tomase nota taquigráfica de cuanto estamos aquí diciendo y lo reprodujese, es fácil que dijeran los lectores que no pasa nada, y sin embargo… ...

En la línea 511
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡No, Sandokán, no te rechazo, porque te amo demasiado! ...

En la línea 722
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Capitán —dijo el malayo—, venga o dentro de poco será demasiado tarde! ...

En la línea 922
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El cielo estaba sereno y el mar tranquilo. Pero a eso de medio día aparecieron en el Sur unas nubecillas de color y forma que no presagiaban nada bueno. Sandokán no se inquietó demasiado. ...

En la línea 1210
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Sí, siempre que las balas no vengan demasiado espesas. ¡Mira! Unos soldados se marchan, salen del parque. ...

En la línea 195
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Por fin nos hallábamos en el escenario de la última aparición del monstruo. A partir de entonces puede decirse que ya no se vivía a bordo. Los corazones latían furiosamente, incubando futuros aneurismas incurables. La tripulación entera sufría una sobreexcitación nerviosa de la que yo no podría dar una pálida idea. No se comía ni se dormía. Veinte veces al día, un error de apreciación, una ilusión óptica de algún marinero encaramado a una cofa, causaban un súbito alboroto, y estas emociones, veinte veces repetidas, nos mantenían en un estado de eretismo demasiado violento para no provocar una próxima recesión. Y, en efecto, la reacción no tardó en producirse. Durante tres meses, tres meses de los que cada día duraba un siglo, el Abraham Lincoln surcó todos los mares septentrionales del Pacífico, corriendo tras de las ballenas señaladas, procediendo a bruscos cambios de rumbo, virando súbitamente de uno a otro bordo, parando repentinamente sus máquinas, forzando o reduciendo el vapor alternativamente, con riesgo de desnivelar su maquinaria, y sin dejar un punto inexplorado desde las costas del Japón a las de América. ¡Y nada! ¡Nada más que la inmensidad de las olas desiertas! Nada que se asemejara a un narval gigantesco, ni a un islote submarino, ni a un resto de naufragio, ni a un escollo fugaz ni a nada sobrenatural. ...

En la línea 284
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Se cargaron las válvulas, se reforzó la alimentación de carbón y se activó el funcionamiento de los ventiladores sobre el fuego. Aumentó la velocidad del Abraham Lincoln hasta el punto de hacer temblar a los mástiles sobre sus carlingas. Las chimeneas eran demasiado estrechas para dar salida a las espesas columnas de humo. Se echó nuevamente la corredera. ...

En la línea 523
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Esto era ya olvidar demasiado nuestra situación de náufragos, si es que realmente se tenían buenas intenciones hacia nosotros. ...

En la línea 541
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sin duda ha debido parecerle, señor, que he tardado demasiado en hacerles esta segunda visita. Lo cierto es que, una vez conocida su identidad, hube de sopesar cuidadosamente la actitud que debía adoptar con ustedes. Y lo he dudado mucho. Las más enojosas circunstancias les han puesto en presencia de un hombre que ha roto sus relaciones con la humanidad. Han venido ustedes a perturbar mi existencia… ...

En la línea 76
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La extrañeza y la consternación que obligaron a Joe a detenerse, y la mirada que me dirigió, eran demasiado extraordinarias para que escaparan a la observación de mi hermana. ...

En la línea 112
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Eso era ya demasiado para la señora Joe, que se levantó inmediatamente. ...

En la línea 122
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ya estaba cerca del río, mas a pesar de que fui muy aprisa, no podía calentarme los pies. A ellos parecía haberse agarrado la humedad, como se había agarrado el hierro a la pierna del hombre a cuyo encuentro iba. Conocía perfectamente el camino que conducía a la Batería, porque estuve allí un domingo con Joe, y éste, sentado en un cañón antiguo, me dijo que cuando yo fuese su aprendiz y estuviera a sus órdenes, iríamos allí a cazar alondras. Sin embargo, y a causa de la confusión originada por la niebla, me hallé de pronto demasiado a la derecha y, por consiguiente, tuve que retroceder a lo largo de la orilla del río, pasando por encima de las piedras sueltas que había sobre el fango y por las estacas que contenían la marea. Avanzando por allí, tan de prisa como me fue posible, acababa de cruzar una zanja que, según sabía, estaba muy cerca de la Batería, y precisamente cuando subía por el montículo inmediato a la zanja vi a mi hombre sentado. Estaba vuelto de espaldas, con los brazos doblados, y cabeceaba a. causa del sueño. ...

En la línea 146
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Muchas veces había contemplado mientras comía a un gran perro que teníamos, y ahora observaba la mayor semejanza entre el modo de comer del animal y el de aquel hombre. Éste tomaba grandes y repentinos bocados, exactamente del mismo modo que el perro. Se tragaba cada bocado demasiado pronto y demasiado aprisa; y luego miraba de lado, como si temiese que de cualquier dirección pudiera llegar alguien para disputarle lo que estaba comiendo. Estaba demasiado asustado para saborear tranquilamente el pastel, y creí que si alguien se presentase a disputarle la comida, sería capaz de acometerlo a mordiscos. En todo eso se portaba igual que el perro. ...

En la línea 79
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A veces nos ocurre que personas a las que no conocemos nos inspiran un interés súbito cuando las vemos por primera vez, incluso antes de cruzar una palabra con ellas. Esta impresión produjo en Raskolnikof el cliente que permanecía aparte y que tenía aspecto de funcionario retirado. Algún tiempo después, cada vez que se acordaba de esta primera impresión, Raskolnikof la atribuía a una especie de presentimiento. Él no quitaba ojo al supuesto funcionario, y éste no sólo no cesaba de mirarle, sino que parecía ansioso de entablar conversación con él. A las demás personas que estaban en la taberna, sin excluir al tabernero, las miraba con un gesto de desagrado, con una especie de altivo desdén, como a personas que considerase de una esfera y de una educación demasiado inferiores para que mereciesen que él les dirigiera la palabra. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 176
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑El panecillo blanco te lo traeré en seguida pero el salchichón… ¿No prefieres un plato de chtchis? Es de ayer y está riquísimo. Te lo guardé, pero viniste demasiado tarde. Palabra que está muy bueno. ...

En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...

En la línea 349
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Basta, señor! —gritó bruscamente el general, con indignación contenida—. ¡Basta! Voy a intentar, de una vez y para siempre, librarme de sus chiquilladas. No tendrá usted necesidad de excusarse ante el barón y la baronesa. Toda relación con usted, aunque no se tratase más que de una simple demanda de perdón, les parecería demasiado humillante. El barón se ha enterado de que usted formaba parte de mi casa, se ha explicado conmigo, en el casino, y se lo confieso ha faltado poco para que me pidiese una satisfacción. ¿Comprende, señor, a lo que me ha expuesto? He tenido que presentar excusas al barón y dado mi palabra de que, hoy mismo, dejaría usted de formar parte de mi casa. ...

En la línea 376
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Mi pregunta no fue de su agrado. Era demasiado clara e intencionada y no quería enredarse en discusiones. ...

En la línea 429
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hablé durante media hora y esto me producía un placer muy grande. ¡Era la primera vez que me desahogaba! Habiendo notado su turbación al oírme decir ciertas frases apasionadas, aumentaba deliberadamente el ardor de mi relato. De una sola cosa me arrepiento: quizás hablé demasiado respecto al francés. ...

En la línea 444
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Después de una pausa, dije: —¿Qué opina usted? ¿Por qué el general ha tenido tanto miedo, por qué han exagerado tanto todos el alcance de mi chiquillada? Pues la han abultado tanto que Des Grieux en persona ha juzgado necesario intervenir —no interviene más que en los casos graves—, me ha hecho una visita —¡Des Grieux a mí!—. Me ha rogado, suplicado —¡él!—. En fin, fíjese usted en esto: ha venido a las nueve de la mañana, y la carta de miss Paulina estaba ya en su poder. ¿Cuándo la escribió? ¡Quizás han despertado a miss Paulina por eso! Además, aparte el hecho de que miss Paulina es su esclava —es, al menos lo que deduzco, pues llega incluso a pedirme perdón—, aparte eso, ¿qué tiene ella que ver, personalmente, en el asunto? ¿Por qué se interesa hasta ese punto? ¿Por qué han tenido miedo de un barón cualquiera? ¿Qué importa que el general se case o no con la señorita Blanche? Dicen que deben comportarse de un modo especial a causa de esta circunstancia… ¡Pero convenga conmigo en que esto es demasiado raro! ¿Qué opina usted? Leo en sus ojos que usted sabe más de todo esto que yo. ...

En la línea 343
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Lo que lo despertó fue el lecho demasiado blando. Iban a cumplirse veinte años que no se acostaba en una cama, y aunque no se hubiese desnudado, la sensación era demasiado nueva para no turbar su sueño. ...

En la línea 48
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck vio el dinero que cambiaba de manos y no se sorprendió cuando el hombrecillo arrugado se los llevó, a él y a Curly, una afable terranova. Fue la última vez que vio al hombre del jersey rojo, así como la visión de Seattle alejándose fue la última que Curly y él tuvieron, desde la cubierta del Narwhal, de las tibias tierras meridionales. Perrault llevó a Curly y a Buck a las bodegas y los dejó a cargo de un gigante de cara morena llamado François. Perrault era francocanadiense y tenía la piel oscura, mientras que François era francocanadiense mestizo y tenía la piel dos veces más oscura. Para Buck eran hombres de una clase nueva (de los que estaba destinado a ver muchos más), y aunque no les cobró afecto, llegó honestamente a respetarlos. Aprendió rápidamente que Perrault y François eran hombres justos, serenos e imparciales al administrar justicia, y demasiado expertos en el comportamiento canino para dejarse engañar por los perros. ...

En la línea 82
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La bestia dominante primitiva era poderosa en Buck y, bajo las rudas condiciones de aquella vida, fue creciendo sin parar. Pero fue un crecimiento secreto. Su recién adquirida astucia le proporcionó desenvoltura y autoridad. Estaba demasiado ocupado en adaptarse a su nueva existencia como para relajarse, y no sólo no buscaba peleas sino que las rehuía siempre que era posible. Su actitud se caracterizaba por cierta parsimonia. No era dado a la acción irreflexiva y precipitada; y, con respecto al arraigado odio que había entre él y Spitz, no dejaba traslucir ninguna impaciencia y evitaba cualquier signo de agresividad. ...

En la línea 84
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck cavó su nido bajo la protección de la roca. Tan cómodo y tibio estaba que lo abandonó de mala gana cuando François se puso a distribuir el pescado que previamente había descongelado en el fuego. Y cuando consumió su ración y volvió a su refugio se encontró con que estaba ocupado. Un gruñido de advertencia le dijo que el intruso era Spitz. Hasta entonces, Buck había evitado los problemas con su enemigo, pero aquello era demasiado. La bestia que había en su interior rugió. Se abalanzó sobre Spitz con una furia que sorprendió a ambos, y especialmente a Spitz, ya que su experiencia con Buck le había metido en la cabeza que su contrincante era un perro excepcionalmente tímido, que sólo conseguía hacerse respetar gracias a su gran peso y tamaño. ...

En la línea 104
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Desde entonces hubo guerra abierta entre Buck y Spitz. Spitz, como perro guía y jefe reconocido del equipo, sentía que aquel extraño perro del sur amenazaba su supremacía. Y le resultaba extraño, en efecto, porque de los numerosos perros de esa procedencia que había conocido, ni uno solo había demostrado valer demasiado, ni en el campamento ni en el trabajo. Eran débiles y los mataba el agotamiento, el frío o el hambre. Buck era la excepción. Sólo él había resistido y se había abierto camino, equiparándose a los huskies en fortaleza, coraje e ingenio. Además era un perro dominante, y el hecho de que el garrote del hombre del jersey rojo le hubiera matado toda señal de ciega temeridad y precipitación en el deseo de dominio, lo hacía doblemente peligroso. Era sobre todo astuto y capaz de aguardar el momento oportuno con una paciencia que era, precisamente, primitiva. ...

En la línea 339
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Amigo mío -me dijo- su esposa se nos pone mala… La crisis ha sido demasiado aguda, demasiado repentina. ...

En la línea 339
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Amigo mío -me dijo- su esposa se nos pone mala… La crisis ha sido demasiado aguda, demasiado repentina. ...

En la línea 155
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues mira, ya eres grandullona… Eres demasiado simplota tú. ...

En la línea 841
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No te fíes de blancuras -intervino Pilar-. Habiendo en el mundo toalla de Venus y blanco de Paros… Es demasiado mujerona. ...

En la línea 969
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Me he resuelto -explicó-. Vichy está demasiado tonto; y Anatole se empeña… ...

En la línea 1232
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pido, sí, pido por amor de Jesucristo… que mañana mismo se vaya usted a España… No me aparto de usted hasta dejarla en el tren… Váyase usted, hija querida, con su padre. ¿No ve usted que tengo razón? Qué creerá su marido de usted si se queda usted aquí… pared por medio… usted es demasiado discreta y buena para intentarlo siquiera. ¡Por esa criaturita! Que su padre se persuada… . porque se persuadirá con el tiempo y su conducta de usted… ¡Ah! ¡No separe el hombre lo que Dios ha unido! Él volverá, volverá al lado de su esposa… , no lo dude usted. Hoy en su cólera… se dejó arrastrar… pero mañana… ...

En la línea 1197
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte se decidió, en su consecuencia, a esperar algunas horas; pero mientras iba caminando, se le ocurrió que parecía demasiado bien vestido para un artista ambulante, y concibió entonces la idea de trocar su traje por unos guiñapos que estuviesen más en armonia con su posición. Este cambio debía producirle, además, un saldo, que podía aplicar, inmediatamente, a satisfacer su apetito. ...

En la línea 1328
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg, mistress Aouida y Fix se hallaron entre dos fuegos. Era demasiado tarde para huir.. Aquel torrente de hombres armados de bastones con puño de plomo y de rompe cabezas, era irresistible. Phileas Fogg y Fix se vieron horriblemente atropellados al preservar a la joven Aouida. Mister Fogg, no menos flemático que de costumbre, quiso defender con esas armas naturales que la naturaleza ha puesto en el extremo de los brazos de todo inglés, pero inutilmente. Un enorme mocetón de perilla roja, tez encendida, ancho de espalda, que parecía ser el jefe de la cuadrilla, levantó su formidable puño sobre mister Fogg, y hubiera lastimado mucho al gentleman si Fix, por salvarlo, no hubiese recibido el golpe en su lugar. Un enorme chichón se desarrolló instantáneamente bajo el sombrero del 'detective' transformado en simple capucha. ...

En la línea 1481
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte estaba asustado, si bien se hallaba dispuesto a intentarlo toda para pasar el Medicine Creek; pero la tentativa le parecía demasiado americana. ...


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