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La palabra conzejo
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Comó se escribe conzejo o consejo?

Cual es errónea Consejo o Conzejo?

La palabra correcta es Consejo. Sin Embargo Conzejo se trata de un error ortográfico.

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Más información sobre la palabra Consejo en internet

Consejo en la RAE.
Consejo en Word Reference.
Consejo en la wikipedia.
Sinonimos de Consejo.

Algunas Frases de libros en las que aparece consejo

La palabra consejo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 647
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había que seguir su consejo e irse a otra parte con su familia. ...

En la línea 278
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No parece sino que ustés no se han visto nunca. Hablarse sin miedo, que ya sé yo que tú buscas ser algo más que mi ahijado... ¡Lástima que andes en esa vida! Y le aconsejaba que ahorrase, ya que la suerte se le presentaba de frente. Debía guardar sus ganancias, y cuando tuviese un capitalito, ya hablarían de lo otro, de aquello que no se nombraba nunca, pero que sabían los tres. ¡Ahorrar!... Rafael sonreía ante este consejo. Tenía en el porvenir la confianza de todos los hombres de acción seguros de su energía; la generosidad derrochadora de los que conquistan el dinero desafiando a las leyes y a los hombres; la largueza desenfadada de los bandidos románticos, de los antiguos negreros, de los contrabandistas; de todos los pródigos de su vida que, acostumbrados a afrontar el peligro, consideran sin valor lo que ganan sorteando a la muerte. En los ventorrillos de la campiña, en las chozas de carboneros de la sierra, en todas partes donde se juntaban hombres para beber, él lo pagaba todo con largueza. En las tabernas de Jerez organizaba _juergas_ de estruendo, abrumando con su generosidad a los señoritos. Vivía como los lasquenetes mercenarios condenados a la muerte, que, en unas cuantas noches de orgía pantagruélica, devoraban el precio de su sangre. Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. ...

En la línea 1599
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un cariño de grandes señores, que ellos, pobres y humildes, no sabían cómo agradecer. Además, Fermín apreciaba el carácter de su principal: su religiosidad, incapaz de transigir con el vicio y la injusticia. Por esto, en un momento difícil para su familia, acudía a él, en busca de consejo, de apoyo moral. ...

En la línea 501
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Mientras tanto -prosiguió Tréville-, no lo busquéis, si tengo algún consejo que daros. ...

En la línea 1541
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En aquel momento, un ruido precipitado resonó en la escalera,la puerta se abrió con estrépito y el malhadado mercero se abalanzó en la habitación donde se celebraba el consejo. ...

En la línea 1731
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Joven -le dijo a D'Artagnan-, un consejo. ...

En la línea 1739
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan encontró prudente el consejo; puso pies en polvorosa, llegó a c asa del señor de Tréville; pero en lugar de pasar al salón con todo el mundo, pidió entrar en el gabinete. ...

En la línea 480
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Es seguro no hubiera escrito el tal folleto, si hubiera tenido á la mano, si es que sabe existe, el estado de Filipinas brevemente descrito por Tomas de Comin en 1810, y con permiso del supremo consejo de Indias impreso en Madrid en 1820 en la imprenta de Repullés, y en él hubiera visto el documento siguiente: Número 10. ...

En la línea 300
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La obra, tal como hoy está, fué escrita en una aldea solitaria de una apartada región de Inglaterra, donde no tenía libros de consulta, ni amigos cuya opinión o consejo pudiera en ocasiones serme provechoso, y con todas las incomodidades resultantes del quebranto de mi salud. ...

En la línea 684
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Seguí el consejo, y le rogué que nos permitiese apearnos y andar hasta la salida del sitio peligroso. ...

En la línea 1733
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Antes de dar ese paso, me pareció prudente avistarme con Mister Villiers, embajador de Inglaterra en Madrid, y, con la libertad aneja a mi condición de súbdito británico, pedirle consejo en el asunto. ...

En la línea 2030
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Yo no soy liberal, pero ya que usted lo es, ¿cómo no se acerca al inexperto joven que manda los caballos, y le da usted a tiempo un buen consejo? D... ...

En la línea 209
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba; y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo. ...

En la línea 402
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Proveyóse de camisas y de las demás cosas que él pudo, conforme al consejo que el ventero le había dado; todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen. ...

En la línea 1144
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Parecióle bien el consejo a don Quijote, y, tomando de la rienda a Rocinante, y Sancho del cabestro a su asno, después de haber puesto sobre él los relieves que de la cena quedaron, comenzaron a caminar por el prado arriba a tiento, porque la escuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna; mas, no hubieron andado docientos pasos, cuando llegó a sus oídos un grande ruido de agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se despeñaba. ...

En la línea 1463
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Naturalmente eres cobarde, Sancho -dijo don Quijote-, pero, porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición: que jamás, en vida ni en muerte, has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora, te desmiento, y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres. ...

En la línea 331
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Aquí todos están convencidos de que esa es la más justa de las guerras, porque va dirigida contra los salvajes. ¿Quién podría creer que se cometan tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado? Se perdona a los niños, a los cuales se vende o se da para hacerlos criados domésticos, o más bien esclavos, aunque sólo por el tiempo que sus poseedores puedan persuadirles de que son esclavos. Pero creo, en último caso, que les tratan bastante bien. Durante el combate huyeron juntos cuatro hombres: persiguiéronlos; uno de ellos fue muerto y los otros tres apresados con vida. Eran mensajeros o embajadores de un considerable cuerpo de indios reunidos para la defensa común junto a las Cordilleras. La tribu, a la cual habían sido enviados, estaba a punto de celebrar gran consejo, estaba dispuesto el banquete de carne de yegua, iba a empezar el baile y al siguiente día los embajadores iban a regresar a las Cordilleras. Esos embajadores eran unos guapos mozos, muy rubios, de más de seis pies de estatura; ninguno de ellos tenía arriba de treinta años. Los tres supervivientes poseían informes preciosos; para sacárselos, les pusieron en fila. Interrogóse a los dos primeros, quienes se limitaron a responder: No sé; y se les fusiló uno tras otro. El tercero también contestó: No sé, y añadió: «Tirad, soy hombre, sé morir». Ninguno dé ellos quiso decir ni una sílaba que pudiese perjudicar a la causa de su país. El cacique de que antes hablé adoptó una conducta enteramente opuesta: para salvar su vida, reveló el plan que sus compatriotas se proponían seguir para continuar la guerra, y el sitio donde las tribus debían concentrarse en los Andes. Creíase en aquel momento que ya estaban reunidos 600 ó 700 indios, y que durante el verano se duplicaría ese número. Además, como ha poco dije, aquel cacique había indicado el campamento de una tribu junto a las Salinas Pequeñas, cerca de Bahía Blanca, tribu a la cual iban a enviarse embajadores; lo cual prueba que las comunicaciones son activas entre los indios desde las Cordilleras hasta las costas del Atlántico. ...

En la línea 8576
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Sí, tiene usted cien veces razón —decía ella —yo necesito una palabra de amistad y de consejo muchos días que siento ese desabrimiento que me arranca todas las ideas buenas y sólo me deja la tristeza y la desesperación. ...

En la línea 13386
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Foja, Mourelo, don Custodio, por consejo de Mesía que habló con el ex-alcalde, desistieron de contrarrestar la poderosa corriente de la opinión, favorable hasta no poder más, a don Fermín. ...

En la línea 14890
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pidió consejo a Mesía respecto de su conducta futura con Petra. ...

En la línea 15185
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ahora bien: un consejo; solución; ¿qué hago? ¿sufrir en silencio? Absurdo. ...

En la línea 631
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Así vivían los pontífices en Roma. Paulo II tuvo que dar ademán treinta mil ducados a Piccolomini duque de Amalfi, para que abandonase el castillo de Sant' Angelo y los de Tívoli, Spoleto y Ostia, que le había confiado su tío, el Papa anterior. Queriendo evitar que en lo futuro se repitiesen tales abusos, puso el mencionado castillo, llave de Roma, bajo el gobierno de un hombre seguro. Y por consejo de su amigo Borja entregó dicha fortaleza al erudito español Rodrigo Sánchez de Arévalo que unía poco después una mitra a su cargo de gobernador militar. ...

En la línea 1143
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «El consejo allá va. Tú no vales absolutamente para nada. No sabes ningún oficio, ni siquiera el de peón, porque eres haragán y no te gusta cargar pesos. No sirves ni para barrendero de las calles, ni siquiera para llevar un cartel con anuncios… Y sin embargo, desventurado, no hay hechura de Dios que no tenga su para qué en este taller admirable del trabajo universal; tú has nacido para un gran oficio, en el cual puedes alcanzar mucha gloria y el pan de cada día. Bobalicón, ¿no has caído en ello?… ¡Eres tan bruto!… ¿Pero di, no te has mirado al espejo alguna vez? ¿No se te ha ocurrido?… Pareces lelo… Pues te lo diré: para lo que tú sirves es para modelo de pintores… ¿no entiendes? Pues ellos te ponen vestido de santo, o de caballero, o de Padre Eterno, y te sacan el retrato… porque tienes la gran figura. Cara, cuerpo, expresión, todo lo que no es del alma es en ti noble y hermoso; llevas en tu persona un tesoro, un verdadero tesoro de líneas… Vamos, apuesto a que no lo entiendes». ...

En la línea 1650
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juan Pablo, que siempre se había equivocado en lo referente a sí mismo y andaba por caminos torcidos, acertó al disponer que su hermano pequeño siguiese la carrera de Farmacia. Muchas personas que no hacen más que disparates, poseen esta perspicacia del consejo y de la dirección de los demás, y no dando pie con bola en los destinos propios, ven claro en los del prójimo. En tal decisión tuvo además bastante parte un grande amigo del difunto Nicolás Rubín y de toda la familia (el farmacéutico Samaniego, dueño de la acreditada botica de la calle del Ave María), prometiendo tomar bajo sus auspicios a Maximiliano, llevársele de mancebo o practicante con la mira de que, andando el tiempo, se quedase al frente del establecimiento. ...

En la línea 1993
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Así como a otras el amor propio les inspira la presunción, a la viuda de Jáuregui le infundía convicciones de superioridad intelectual y el deseo de dirigir la conducta ajena, resplandeciendo en el consejo y en todo lo que es práctico y gubernativo. Era una de esas personas que, no habiendo recibido educación, parece que la han tenido cumplidísima, por lo bien que se expresan, por la firmeza con que se imponen un carácter y lo sostienen, y por lo bien que disfrazan con las retóricas sociales las brutalidades del egoísmo humano. ...

En la línea 2069
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Maximiliano, con estas cosas, se sentía cada vez más fuerte. Había tomado acuerdos en consejo de familia, luego era hombre. Si tenía la personalidad legal, ¿cómo no tener la otra? Figurábase que algo crecía y se vigorizaba dentro de él, y hasta llegó a imaginar que si le pusieran en una báscula había de pesar más que antes de aquellas determinaciones. Sin duda tenía también más robustez física, más dureza de músculos, más plenitud de pulmones. No obstante, estaba sobre ascuas hasta que su hermano el cleriguito no se explicase. Podría suceder muy bien que cuando todo iba como una seda, saliese con ciertas mistiquerías propias de su oficio, sacando el Cristo de debajo de la sotana y alborotando la casa. ...

En la línea 203
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ordena Su Majestad que, por graves y poderosas razones de Estado, Su Gracia el príncipe oculte su enfermedad por todos los medios que estén a su alcance, hasta que pase y Su Gracia vuelva a estar como estaba antes; es decir, que no deberá negar a nadie que es el verdadero príncipe y heredero de la grandeza de Inglaterra, que deberá conservar su dignidad de príncipe y recibir, sin palabra ni signo de protesta, la reverencia y observancia que se le deben por acertada y añeja costumbre; que deberá dejar de de hablarle a ninguno de ese nacimiento y vida de baja condición que su enfermedad ha creado pn las malsanas imaginaciones de una fantasía obsesionada; que habrá de procurar con diligencia traer de nuevo a su memoria los rostro que solía conocer, y cuando no lo consiga deberá guardar silencio, sin revelar con gestos de sorpresa, u otras señales, que los ha olvidado; que en las ceremonias de Estado, cuando quiera que se sienta perplejo en cuanto a lo que debe hacer y las palabras que debe decir, no habrá de mostrar la menor inquietud a los espectadores curiosos, sino pedir consejo en tal materia a lord Hertford, o a su humilde servidor, que tenemos mandato del rey de ponernos a su servicio atentos a su llamado, hasta que ésta orden se anule. Esto dice Su Majestad el rey, que envía sus saludos a Su Alteza Real y ruega que Dios quiera en su misericordia sanar a Vuestra Alteza prontamente y conservarle ahora y siempre en su bendita protección. ...

En la línea 263
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Nadie sonrió; todos se quedaron absolutamente perplejos y se miraron unos a otros con gran aflicción, pidiéndose consejo. ¡Mirad!, esto era un atolladero, y no había nada en la historia inglesa que dijera cómo salir de él. No se hallaba presente el maestro de ceremonias; no había nadie que se sintiera seguro para aventurarse en aquel inexplorado mar ni para arriesgarse a intentar resolver este solemne problema. ¡Cielos! No había rascador hereditario. Entretanto, las lagrimas habían desbordado su dique y empezaron a rodar por las mejillas de Tom. La comezón en su nariz pedía alivio con más urgencia que nunca. Finalmente, la natuealeza derribó las barreras de la etiqueta: Tom elevó en su interior una plegaria de perdón por si obraba mal, y trajo consuelo a los afligidos corazones de sus cortesanos rascándose la nariz por sí mismo. ...

En la línea 547
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Comparecieron el cuerpo de los ilustres próceres nombrados albaceas por el fenecido rey, para pedir la aprobación de Tom a ciertos actos, más bien por ceremonia, si bien no lo era enteramente, puesto que aún no existía Protector. El Arzobispo de Canterbury dio cuenta del decreto del consejo de albaceas referente a las exequias de su difunta majestad y terminó par leer las firmas de los albaceas, a saber: el Arzobispo de Canterbury, el lord canciller de Inglaterra, Guillermo lord St. John, Juan lord Russell, Eduardo conde de Hertford, Juan vizconde de Lisle, Cuthbert, obispo de Durham… ...

En la línea 553
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un secretario de Estado presentó una orden del consejo señalando el día siguiente a las once de la mañana para la recepción de los embajadores extranjeros, y solicitó el asentimiento del rey. ...

En la línea 1494
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Me parece un buen consejo. ...

En la línea 2314
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —La dejo en libertad para hacer con ellos lo que quiera, pero le doy este consejo: mande que los echen al mar antes de que lleguemos a Labuán. Su tío podría hacer colgar a Sandokán aun estando muerto. ...

En la línea 2315
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Acepto su consejo. Mande traer los cadáveres a popa y que me dejen sola con ellos. ...

En la línea 502
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Buen razonamiento, Ned -dije-. Pero todavía no se nos ha hecho, que yo sepa, ninguna proposición. Inútil, pues, discutir el partido que debamos tomar hasta que sea necesario. Se lo repito, esperemos; tomemos consejo de las circunstancias y abstengámonos de toda acción, puesto que no hay nada que hacer. ...

En la línea 1111
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Esta bahía, dragada en varias ocasiones, nos suministró unas ostras excelentes, de las que hicimos un consumo inmoderado, tras haberlas abierto en nuestra propia mesa siguiendo el consejo de Séneca. Aquellos moluscos pertenecían a la especie conocida con el nombre de «ostra lamellosa», muy común en Córcega. El banco de Wailea debía ser considerable, y, ciertamente, si no fuera por las múltiples causas de destrucción, esas aglomeraciones terminarían por colmar las bahías, ya que se cuentan hasta dos millones de huevos en un solo individuo. ...

En la línea 1209
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Amigo Ned -respondí-, yo tengo más confianza que usted en el Nautilus. De todos modos, dentro de cuatro días sabremos a qué atenernos sobre las mareas del Pacífico. En cuanto a su consejo de darnos a la fuga, me parecería oportuno si nos halláramos a la vista de las costas de Inglaterra o de la Provenza, pero en estos parajes de la Papuasia la costa es muy diferente. No obstante, siempre tendremos ocasión de recurrir a esta extremidad si el Nautilus no consigue salir a flote, lo que, para mí, sería muy grave. ...

En la línea 1317
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era un consejo sensato, y lo adoptamos. ...

En la línea 342
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En la época en que solía pasar algunos ratos en el cementerio leyendo las lápidas sepulcrales de la familia, apenas tenía la suficiente instrucción para poder deletrearlas. A pesar de su sencillo significado, no las entendía muy correctamente, porque leía «Esposa del de arriba» como una referencia complementaria con respecto a la exaltación de mi padre a un mundo mejor; y si alguno de mis difuntos parientes hubiese sido señalado con la indicación de que estaba «abajo», no tengo duda de que habría formado muy mala opinión de aquel miembro de la familia. Tampoco eran muy exactas mis nociones teológicas aprendidas en el catecismo, porque recuerdo perfectamente que el consejo de que debía «andar del mismo modo, durante todos los días de mi vida» me imponía la obligación de atravesar el pueblo, desde nuestra casa, en una dirección determinada, sin desviarme nunca para ir a casa del constructor de carros o hacia el molino. ...

En la línea 1246
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mi nombre — empezó diciendo — es Jaggers, y soy abogado de Londres. Soy bastante conocido. Tengo que tratar con ustedes un asunto nada corriente, y empiezo por decir que en ello no he tornado ninguna iniciativa. Si se hubiese pedido mi consejo, es lo más probable que no estuviera aquí. No me preguntaron nada, y por eso me ven ante ustedes. Voy a limitarme a hacer lo que corresponde al que obra como agente de otro. Ni más ni menos. ...

En la línea 1402
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por grados empezó a demostrarme tal confianza, que me pidió mi consejo con respecto a sus propios asuntos. Mencionó que nunca se había presentado una ocasión tan favorable como aquélla para acaparar el negocio de granos y semillas en su propio establecimiento, en caso de que se ampliase considerablemente. Lo único que necesitaba para alcanzar así una enorme fortuna era tener algo más de capital. Éstas fueron sus palabras: más capital. Y Pumblechook creía que este capital podría interesarlo en sus negocios un socio que no tendría nada que hacer más que pasear y examinar de vez en cuando los libros y visitarle dos veces al año para llevarse sus beneficios, a razón del cincuenta por ciento. Eso le parecía una excelente oportunidad para un joven animoso que tuviese bienes y que, por lo tanto, sería digna de fijar su atención. ¿Qué pensaba yo de eso? Él daba mucho valor a mis opiniones, y por eso me preguntaba acerca del particular. Yo le dije que esperase un poco. Esta respuesta le impresionó de tal manera que ya no me pidió permiso para estrecharme las manos, sino que dijo que tenía que hacerlo, y cumplió su deseo. ...

En la línea 1708
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La señora Pocket siguió el consejo y, con la mayor inexperiencia, meció al niño en su regazo, en tanto que los demás jugaban alrededor de ella. Hacía poco que duraba esto, cuando la señora Pocket dio órdenes terminantes de que llevasen a todos los niños al interior de la casa, para echar un sueño. ...

En la línea 1645
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¿Voy o no voy?», se preguntó Raskolnikof deteniéndose en medio de una callejuela y mirando a un lado y a otro, como si esperase un consejo. ...

En la línea 3072
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pero ¿y ellos? ¿Qué sería de ellos? ‑preguntó Sonia levantando la cabeza, con voz desfallecida y dirigiendo a Raskolnikof una mirada impregnada de dolor, pero sin mostrar sorpresa alguna ante el terrible consejo. ...

En la línea 3073
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof la envolvió en una mirada extraña, y esta mirada le bastó para descifrar los pensamientos de la joven. Comprendió que ella era de la misma opinión. Sin duda, en su desesperación, había pensado más de una vez en poner término a su vida. Y tan resueltamente habia pensado en ello, que no le había causado la menor extrañeza el consejo de Raskolnikof. No había advertido la crueldad de sus palabras, del mismo modo que no había captado el sentido de sus reproches. Él se dio cuenta de todo ello y comprendió perfectamente hasta qué punto la habría torturado el sentimiento de su deshonor, de su situación infamante. ¿Qué sería lo que le había impedido poner fin a su vida? Y, al hacerse esta pregunta, Raskolnikof comprendió lo que significaban para ella aquellos pobres niños y aquella desdichada Catalina Ivanovna, tísica, medio loca y que golpeaba las paredes con la cabeza. ...

En la línea 4061
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Después dijo algunas palabras acerca de Sonia, prometió a Raskolnikof pasar pronto por su casa y le recordó que deseaba pedirle consejo sobre ciertos asuntos. ...

En la línea 1014
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “¡Tenga piedad, tenga piedad!” Finalmente pude entender que esperaba de mí algo así como un consejo. O más exactamente, que abandonado de todos, angustiado, desesperado, se había acordado de mí y me llamaba con el único fin de hablar, de hablar sin descanso. ...

En la línea 1032
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No fue posible a los Gonzalvo proseguir a España, porque ya hacia la mitad de la ruta se sintió Pilar presa de tales congojas y sudores, con tales desvanecimientos, arcadas y soponcios, que allí creyeron todos llegado el punto de su muerte; y aún tomaron por feliz suceso el que pudiesen llegar a París, siguiendo el consejo del doctor Duhamel, que les dejó entrever la esperanza de que acaso algunos días de descanso repusiesen las fuerzas de la enferma, consintiéndole emprender la vuelta a su patria. Avinagró el gesto Miranda, que ya se creía libre de la moribunda, a quien si no cuidaba, le enfadaba ver cuidar; ensanchósele el corazón a Lucía, mal hallada con la idea de abandonar a su amiga en la antesala, como quien dice, del sepulcro; y Perico se dispuso a conocer París, seguro como estaba de que no faltarían a su hermana cuidados. Por lo que toca a Pilar misma, poseída del extraño optimismo característico de su padecimiento, mostró gran regocijo por visitar la metrópoli del lujo y elegancia, pensando en hacer allí sus comprillas de invierno, por no ser menos que las currutacas Amézagas. ...

En la línea 1097
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Ahora que esa pobrecita se ha muerto… ya sabe usted mi consejo, ¿verdad? ¡Tierra en medio, hija! Esta vecindad… estos aires no le convienen. A León… Si me envían allá… la he de felicitar. ...


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Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


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