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La palabra slavada
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Comó se escribe slavada o clavada?

Cual es errónea Clavada o Slavada?

La palabra correcta es Clavada. Sin Embargo Slavada se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino slavada es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra clavada

Más información sobre la palabra Clavada en internet

Clavada en la RAE.
Clavada en Word Reference.
Clavada en la wikipedia.
Sinonimos de Clavada.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Clavada

Cómo se escribe clavada o slavada?
Cómo se escribe clavada o clabada?


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Reglas relacionadas con los errores de c;s

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s

Algunas Frases de libros en las que aparece clavada

La palabra clavada puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 10128
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entonces salió la luna; entraron sus rayos por la ventana que yo dejara abierta, y vi a mi robusta aldeana, en pie, hundida una pierna entre los granos de oro y la rodilla de la otra clavada sobre mi pecho. ...

En la línea 2710
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Es mal de familia—observó Nicolás—, y con nada se quita. Las mías han sido tan tremendas, que el día que me tocaba, no podía menos que compararme a San Pedro Mártir, con el hacha clavada en la cabeza. Pero de algún tiempo a esta parte se me alivian con jamón». ...

En la línea 3432
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero la contenía un cierto respeto que no acertaba a explicarse. Se alejó, y desde la acera de enfrente miró hacia la casa, diciendo para sí: «Habrá luz en el gabinete de Jacinta, donde estarán de tertulia». Pero no vio nada. Todo cerrado; todo a oscuras… «¡Si habrán salido… ! No, estarán ahí burlándose de mí, riéndose de la trastada que me han hecho… Buenos son todos: ¡tales hijos, tales padres!». Volvió a sentir el insensato anhelo de entrar en la casa, y dio tres o cuatro pasos hacia ella; pero retrocedió por segunda vez. «¿A ver quién sale?». Era un viejo que se detenía en el portal y echaba un párrafo con Deogracias. La joven reconoció a Estupiñá, que había sido vecino suyo cuando ella vivía en la Cava, donde tuvieron principio sus interminables desgracias. Plácido se embozó en su capa tomando hacia la calle del Vicario Viejo. Siguiole Fortunata con la vista hasta verle desaparecer, y poco después volvió a su acecho. ¿Quién salía? Un caballero con botines blancos que parecía extranjero. El tal pasó junto a ella, la miró, casi casi se detuvo un instante para verla mejor; después siguió su camino. Otras personas salían o entraban. Aunque en el pensamiento de Fortunata iba condensándose la imposibilidad de entrar, continuaba allí clavada sin saber por qué. No se podía marchar, aunque iba comprendiendo que la idea que a tal sitio la llevó era una locura, como las que se hacen en sueños. Uno de los muchos desvaríos que se sucedieron en su mente fue imaginar que tal o cual hombre de los que vio salir era amante de Jacinta. «Porque a mí no me digan que es virtuosa… Vaya unos embustes que corre la gente. No se puede creer nada. ¿Virtuosa?, tie gracia… Ninguna de estas casadas ricas lo es ni lo puede ser. Nosotras las del pueblo somos las únicas que tenemos virtud, cuando no nos engañan. Yo, por ejemplo… verbigracia, yo». Entrole una risa convulsiva. «¿Y de qué te ríes, pánfila?—se dijo a sí misma—. Más honrada eres tú que el sol, porque no has querido ni quieres más que a uno. ¿Pero estas… estas?… Ja ja ja. Cada trimestre hombre nuevo, y virtuosa me soy. ¿Por qué? Pues porque no dan escándalos, y todo se lo tapan unas con otras. ¡Ah!, señora doña Jacinta, guárdese el mérito para quien lo crea; usted caerá… tiene usted que caer, si no ha caído ya». ...

En la línea 3483
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No se convenció Fortunata, que era algo terca; pero aplazó la devolución de los billetes para el día siguiente. Como tenía clavada en su mente la injuria recibida, sin querer hablaba de ella. ...

En la línea 4743
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Ya en la calle, se acordó de que no había dicho adiós a Sonia y de que la joven, con el chal en la cabeza, habia quedado clavada en el suelo al oír su grito de furor… Este pensamiento lo detuvo un instante, pero pronto surgió con toda claridad en su mente una idea que parecía haber estado rondando vagamente su cerebro en espera de aquel momento para manifestarse. ...

En la línea 571
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el primer cuarto de este siglo había en Montfermeil, cerca de París, una especie de taberna que ya no existe. Esta taberna, de propiedad de los esposos Thenardier, se hallaba situada en el callejón del Boulanger. Encima de la puerta se veía una tabla clavada descuidadamente en la pared, en la cual se hallaba pintado algo que en cierto modo se asemejaba a un hombre que llevase a cuestas a otro hombre con grandes charreteras de general; unas manchas rojas querían figurar la sangre; el resto del cuadro era todo humo, y representaba una batalla. Debajo del cuadro se leía esta inscripción: 'El Sargento de Waterloo'. ...

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