Cual es errónea Ceja o Seja?
La palabra correcta es Ceja. Sin Embargo Seja se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino seja es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra ceja
Más información sobre la palabra Ceja en internet
Ceja en la RAE.
Ceja en Word Reference.
Ceja en la wikipedia.
Sinonimos de Ceja.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Ceja
Cómo se escribe ceja o seja?
Cómo se escribe ceja o cega?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece ceja
La palabra ceja puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2101
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La sobrina también llevó a casa la imagen de don Álvaro entre ceja y ceja. ...
En la línea 5643
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En tales momentos su elocuencia era sincera; cuando traía entre ceja y ceja un argumento, cuando se esforzaba en demostrar por su a+b teológico-racional cualquier artículo de fe, hablaba con calor, con entusiasmo. ...
En la línea 5643
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En tales momentos su elocuencia era sincera; cuando traía entre ceja y ceja un argumento, cuando se esforzaba en demostrar por su a+b teológico-racional cualquier artículo de fe, hablaba con calor, con entusiasmo. ...
En la línea 9111
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era muy morena, la frente muy huesuda, los párpados salientes, ceja gris espesa, como la gran mata de pelo áspero que ceñía su cabeza; barba redonda y carnosa, nariz de corrección insignificante, boca grande, labios pálidos y gruesos. ...
En la línea 1214
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y cuando pasaba un rato largo sin que él se moviera, Jacinta se entregaba a sus reflexiones. Sacaba sus ideas de la mente, como el avaro saca las monedas, cuando nadie le ve, y se ponía a contarlas y a examinarlas y a mirar si entre ellas había alguna falsa. De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza. El Pituso se le metía al instante entre ceja y ceja. ¡Le estaba viendo! La contemplación ideal de lo que aquellas facciones tenían de desconocido, el trasunto de las facciones de la madre, era lo que más trastornaba a Jacinta, enturbiando su piadosa alegría. Entonces sentía las cosquillas, pues no merecen otro nombre, las cosquillas de aquella infantil rabia que solía acometerla, sintiendo además en sus brazos cierto prurito de apretar y apretar fuerte para hacerle sentir al infiel el furor de la paloma que la dominaba. Pero la verdad era que no apretaba ni pizca, por miedo de turbarle el sueño. Si creía notar que se estremecía con escalofríos, apretaba sí dulcemente, liándose a él para comunicarle todo el calor posible. Cuando él gemía o respiraba muy fuerte, le arrullaba dándole suaves palmadas en la espalda, y por no apartar sus manos de aquella obligación, siempre que quería saber si sudaba o no, acercaba su nariz o su mejilla a la frente de él. ...
En la línea 2104
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Doña Lupe corrió a ver a Maximiliano, que después de empezar a vestirse, había tenido que echarse otra vez en la cama. Provocado sin duda por las emociones de aquellos días, por el largo debate con su hermano Nicolás, y más aún quizás por los insufribles ronquidos de este, apareció el temido acceso. Desde media noche sintió Maxi un entorpecimiento particular dentro de la cabeza, acompañado del presagio del mal. La atonía siguió, con el deseo de sueño no satisfecho y luego una punzada detrás del ojo izquierdo, la cual se aliviaba con la compresión bajo la ceja. El paciente daba vueltas en la cama buscando posturas, sin encontrar la del alivio. Resolvíase luego la punzada en dolor gravitativo, extendiéndose como un cerco de hierro por todo el cráneo. El trastorno general no se hacía esperar, ansiedad, náuseas, ganas de moverse, a las que seguían inmediatamente ganas más vivas todavía de estarse quieto. Esto no podía ser, y por fin le entraba aquella desazón epiléptica, aquel maldito hormigueo por todo el cuerpo. Cuando trató de levantarse parecíale que la cabeza se le abría en dos o tres cascos, como se había abierto la hucha a los golpes de la mano del almirez. Sintió entrar a su tía. Doña Lupe conocía tan bien la enfermedad, que no tenía más que verle para comprender el periodo de ella en que estaba. ...
En la línea 2206
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Nunca había sido Maximiliano muy dado a lo religioso; pero en aquel instante le entraron de sopetón en el espíritu unos ardores de piedad tan singulares, unas ganas de tomarse confianzas con Cristo o con la Santísima Trinidad, y aun con tal o cual santo, que no sabía lo que le pasaba. El amor le conducía a la devoción, como le habría conducido a la impiedad, si las cosas fuesen por aquel camino. Tan bien le pareció el plan de su hermano, que el gozo le reprodujo el dolor de cabeza, aunque levemente. Comprimiéndose con dos dedos de la mano la ceja izquierda, habló a Fortunata de lo buenas que debían de ser aquellas madres Micaelas, de lo bonito que sería el convento, y de las preciosas y utilísimas cosas que allí aprendería, soltando como por ensalmo la cáscara amarga y trocándose en señora, sí, en señora tan decente, que habría otras lo mismo, pero más no… más no. ...
En la línea 2612
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Después le miró la cara. Estaba muy pálida; los ojos parecían más grandes y traicioneros, acechando en sus profundos huecos violados bajo la ceja recta y negra. La nariz parecía de marfil, la boca más acentuada y los dos pliegues que la limitaban más enérgicos. Todo el semblante revelaba melancolía y profundidad de pensamiento, al menos así lo consideró Fortunata sin poder expresar por qué. Traía Mauricia un mantón nuevo y a la cabeza un pañuelo de seda de fajas azul-turquí y rojo vivo, delantal de cuadritos y falda de tartán, y en la mano un bulto atado con un pañuelo por las cuatro puntas. ...

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Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s
Reglas relacionadas con los errores de c;s
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
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