Cual es errónea Cantaba o Santaba?
								 La palabra correcta es Cantaba. Sin Embargo  Santaba se trata de un error ortográfico.
								
 El Error ortográfico detectado en el termino santaba es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra cantaba  
						
						
								 
  la Ortografía es divertida  
 
								                            
				Algunas Frases de libros en las que aparece cantaba
				La palabra cantaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas  obras maestras de la literatura. 
							  En la línea 1216
   del libro  la Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Y las comadres de la huerta, sin perjuicio de olvidarse alguno que otro sábado de los dos cuartos de la escuela, respetaban como un ser superior a don Joaquín, reservándose un poco de burla para la casaquilla verde con faldones cuadrados que se endosaba los días de fiesta, cuando cantaba en el coro de la iglesia de Alboraya durante la misa mayor. ... 
 
 
							  En la línea 1585
   del libro  la Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Cuando corría hacia la barraca, asustado por los gritos de su madre, había visto venir por el camino un grupo de hombres, gente alegre que reía y cantaba, regresando, sin duda, de la taberna. ... 
 
 
							  En la línea 1897
   del libro  la Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Cloqueaban las gallinas, cantaba el gallo, saltaban los conejos por las sinuosidades de un gran montón de leña tierna, y vigilados por los dos hijos pequeños de Teresa, flotaban los ánades en la vecina acequia y correteaban las manadas de polluelos por los rastrojos, piando incesantemente, moviendo sus cuerpecillos sonrosados, cubiertos apenas de fino plumón. ... 
 
 
							  En la línea 809
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --_¡Sancte Jacobe!_--cantaba el sacerdote. ... 
 
 
							  En la línea 820
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --_¡Ab ira, et odio, et omni mala voluntate!..._--cantaba el sacerdote. ... 
 
 
							  En la línea 1189
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... --Yo la quería mucho, señó; si deseaba argo bueno era pa partirlo con ella. Mejor aún: pa dárselo too. Y ella, la palomita sin jiel, la rosita de Abril, ¡tan buena siempre conmigo! ¡protegiéndome, como si fuese mi virgensita!... Cuando mi mare se enfadaba porque jasía yo una de las mías, ya estaba Mari-Crú defendiendo a su pobresito José María... ¡Ay, mi prima! ¡Mi santita dulce! ¡Mi sol moreno, con aquellos ojasos que paesían hogueras! ¿Qué no hubiese hecho por ella este pobresito gitano?... Oiga su mersé, señó. Yo he tenío una novia; es desir, yo he tenío muchas, pero ésta era una gachí que no era de nuestra casta; una calé sin familia y con casita propia en Jerez. Una gran proporción, señó, y a más, chalaíta por mí, según ella desía, por el aquel con que yo la cantaba cositas durses. Y cuando ya andábamos en el papeleo pa casarnos, yo le dije: «Gachí, la casa será para la pobresita de mi mare y mi prima Mari-Crú. Ya que tanto han trabajao, hasiendo vida de perras en las gañanías, que vivan bien y a su gusto una temporadilla. Tú y yo somos chavales, somos juertes y podemos dormí en el corral». Y la gachí no quiso y me echó a la caye; y yo no lo sentí, porque me quedaba con mi mare y mi primo, y valen más ellos ¡ay! que toas las jembras del mundo... He tenío las novias a osenas, he estao a punto de casame, me gustan las mositas... pero quiero a Mari-Crú como no quedré en jamás a denguna mujer... ¿Cómo explicar esto a su mersé, que sabe tanto? Yo quiero a la pobresita que va ahí alante, de una manera que no sé cómo decir... ¡vamos! como quiere el cura a la Mae de Dios cuando le ice la misa. Me gustaba mirar sus ojosos y oír su vosesita de oro; pero, ¿tocarle un pelo de la ropa? enjamás se me ocurrió. Era mi virgensita, y como las que están en las iglesias, sólo tenía pa mí la cabesa; la cabesa bonita jecha por los mismos ángeles... ... 
 
 
							  En la línea 1284
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Cantaba María de la Luz, cantaba el señorito, y hasta el cejijunto _Chivo_, obedeciendo a su patrón, soltaba el chorro de su voz fiera, entonando broncos recuerdos a la reja de la _carse_ y a las _puñalás_ caballerescas por defender a la madre o a la mujer amada. ... 
 
 
							  En la línea 5490
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... A la mañana siguiente estaba yo en la cama reflexionando sobre esta pérdida, y me preguntaba de qué nación sería mi servidor futuro, cuando oí un ruido al parecer causado por una persona ocupada en limpiar vigorosamente zapatos o botas, y a intervalos una voz extraña y discordante que cantaba trozos de una canción en una lengua desconocida; no sabiendo lo que aquello podría ser, toqué la campanilla. ... 
 
 
							  En la línea 7245
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... En cuanto los vió Pascual Fava se levantó con presteza y aire jovial, y apoyándose en el bastón, porque tenía una pierna impedida, se acercó cojeando a un anaquel, tomó una botella y llenó un vaso de vino, mientras cantaba en el español corrompido que usan los moros de la costa:        Argelino,     moro fino. ... 
 
 
							  En la línea 1865
   del libro  El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
 del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
  ... La hora, el tiempo, la soledad, la voz y la destreza del que cantaba causó admiración y contento en los dos oyentes, los cuales se estuvieron quedos, esperando si otra alguna cosa oían; pero, viendo que duraba algún tanto el silencio, determinaron de salir a buscar el músico que con tan buena voz cantaba. ... 
 
 
							  En la línea 1868
   del libro  El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
 del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
  ... El canto se acabó con un profundo suspiro, y los dos, con atención, volvieron a esperar si más se cantaba; pero, viendo que la música se había vuelto en sollozos y en lastimeros ayes, acordaron de saber quién era el triste, tan estremado en la voz como doloroso en los gemidos; y no anduvieron mucho, cuando, al volver de una punta de una peña, vieron a un hombre del mismo talle y figura que Sancho Panza les había pintado cuando les contó el cuento de Cardenio; el cual hombre, cuando los vio, sin sobresaltarse, estuvo quedo, con la cabeza inclinada sobre el pecho a guisa de hombre pensativo, sin alzar los ojos a mirarlos más de la vez primera, cuando de improviso llegaron. ... 
 
 
							  En la línea 3247
   del libro  El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
 del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
  ... Nadie podía imaginar quién era la persona que tan bien cantaba, y era una voz sola, sin que la acompañase instrumento alguno. ... 
 
 
							  En la línea 3250
   del libro  El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
 del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
  ... Y, con esto, se fue Cardenio; y Dorotea, poniendo toda la atención posible, entendió que lo que se cantaba era esto:      Capítulo XLIII. ... 
 
 
							  En la línea 1036
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Había encontrado después del molino un bosque y lo había cruzado corriendo, cantando, y eso que tenía aún los ojos llenos de llanto, pero cantaba de miedo. ... 
 
 
							  En la línea 1536
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Un día de sol, en Mayo, Ana que se preparaba a una vida nueva, por dentro, cantaba alegre limpiando los estantes de la biblioteca en la quinta. ... 
 
 
							  En la línea 1637
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... El cauce de un torrente seco dejaba ver su fondo de piedra blanquecina en medio de la cañada; un pájaro, que a la niña se le antojó ruiseñor, cantaba escondido en los arbustos de la loma de poniente. ... 
 
 
							  En la línea 3519
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... No tardó en ver por sus ojos que la donna è movile, como cantaba él a menudo. ... 
 
 
							  En la línea 882
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Esbelta y graciosa de jovencita, redondeábase luego de formas, sin perder la elegante ligereza de sus movimientos. Había algo en ella de blando, revelador de una voluntad floja y sin iniciativa. Era de pocos nervios, incapaz de resistirse al Destino, dejándose llevar por él, buscando solamente las alegrías momentáneas, sin energía para ir más allá de los goces de su vanidad, mostrándose en toda ocasión un instrumento dócil de su familia. —No heredó la energía de los Borgias, pero si el talento. Ella y César fueron los hijos de Alejandro más inteligentes. Vivía esclava de su propio medio, haciendo lo mismo que las personas que la rodeaban. Mientras existió su padre mostrose aficionada a los asuntos políticos y hasta gobernó tierras de la Iglesia en ausencia del Pontífice. Al morir Alejandro y quedar en Ferrara como esposa del príncipe Alfonso de Este, vigoroso soldado, la hija del Papa fue la perla de las esposas, la triunfante princesa, la santa madona Lucrecia. El poeta Ariosto cantaba sus virtudes, el pintor Tíciano la admiraba al tratarla en su Corte… Es una esposa que sólo piensa en sus hijos, en el gobierno de su palacio y sobrelleva resignada y afable las infidelidades de un marido rudo, que en el fondo la adora. ... 
 
 
							  En la línea 1270
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Entre dientes le cantaba una canción de adormidera, dándole palmadas en la espalda. ... 
 
 
							  En la línea 1660
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Por esto le gustaba más, cuando el tiempo no era muy frío, vagar por las calles, embozadito en su pañosa, viendo escaparates y la gente que iba y venía, parándose en los corros en que cantaba un ciego, y mirando por las ventanas de los cafés. En estas excursiones podía muy bien emplear dos horas sin cansarse, y desde que se daba cuerda y cogía impulso, el cerebro se le iba calentando, calentando hasta llegar a una presión altísima en que el joven errante se figuraba estar persiguiendo aventuras y ser muy otro de lo que era. La calle con su bullicio y la diversidad de cosas que en ella se ven, ofrecía gran incentivo a aquella imaginación, que al desarrollarse tarde, solía desplegar los bríos de que dan muestras algunos enfermos graves. Al principio no le llamaban la atención las mujeres que encontraba; pero al poco tiempo empezó a distinguir las guapas de las que no lo eran, y se iba en seguimiento de alguna, por puro éxtasis de aventura, hasta que encontraba otra mejor y la seguía también. Pronto supo distinguir de clases, es decir, llegó a tener tan buen ojo, que conocía al instante las que eran honradas y las que no. Su amigo Ulmus sylvestris, que a veces le acompañaba, indújole a romper la reserva que su encogimiento le imponía, y Maximiliano conoció a algunas que había visto más de una vez y que le habían parecido muy guapetonas. Pero su alma permanecía serena en medio de sus tentativas viciosas: las mismas con quienes pasó ratos agradables le repugnaban después, y como las viera venir por la calle, les huía el bulto. ... 
 
 
							  En la línea 1664
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... El tal Ulmus sylvestris era un chico simpático, buen mozo, alegre y de cabeza un tanto ligera. De todos los compañeros de Rubinius vulgaris, aquel era el que más le quería, y Maximiliano le pagaba con un cariño que tenía algo de respeto. Llevaba Olmedo una vida muy poco ejemplar, mudando cada mes de casa de huéspedes, pasándose las noches en lugares pecaminosos, y haciendo todos los disparates estudiantiles, como si fueran un programa que había que cumplir sin remedio. Últimamente vivía con una tal Feliciana, graciosa y muy corrida, dándose importancia con ello, como si el entretener mujeres fuese una carrera en que había que matricularse para ganar título de hombre hecho y derecho. Dábale él lo poco que tenía, y ella afanaba por su lado para ir viviendo, un día con estrecheces, otro con rumbo y siempre con la mayor despreocupación. Tomaba él en serio este género de vida, y cuando tenía dinero, invitaba a sus amigos a tomar un bacalao en su hotel, dándose unos aires de hombre de mundo y pillín, con cierta imitación mala del desgaire parisiense que conocía por las novelas de Paul de Kock. Feliciana era de Valencia, y ponía muy bien el arroz; pero el servicio de la mesa y la mesa misma tenían que ver. Y Olmedo lo hacía todo tan al vivo y tan con arreglo a programa, que se emborrachaba sin gustarle el vino, cantaba flamenco sin saberlo cantar, destrozaba la guitarra y hacía todos los desatinos que, a su parecer, constituían el rito de perdido; pues a él se le antojó ser perdido, como otros son masones o caballeros cruzados, por el prurito de desempeñar papeles y de tener una significación. Si existiera el uniforme de perdido, Olmedo se lo hubiera puesto con verdadero entusiasmo, y sentía que no hubiese un distintivo cualquiera, cinta, plumacho o galón, para salir con él, diciendo tácitamente: «Vean ustedes lo perdulario que soy». Y en el fondo era un infeliz. Aquello no era más que una prolongación viciosa de la edad del pavo. ... 
 
 
							  En la línea 2411
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Si querían ver incomodadas a Felisa y Belén, no había más que hablarles de volver al mundo. ¡De buena se habían librado! Allí estaban tan ricamente, y no se acordaban de lo que dejaron atrás más que para compadecer a las infelices que aún seguían entre las uñas del demonio. No había en toda la casa, salvo las monjas, otras más rezonas. Si las dejaran, no saldrían de la capilla en todo el día. Los largos ejercicios piadosos de las distintas épocas del año, como octava de Corpus, sermones de Cuaresma, flores de María, les sabían siempre a poco. Belén ponía con tanto calor sus facultades musicales al servicio de Dios, que cantaba coplitas hasta quedarse ronca, y cantaría hasta morir. Ambas confesaban a menudo y hacían preguntas al capellán sobre dudas muy sutiles de la conciencia, pareciéndose en esto a los estudiantes aplicaditos que acorralan al profesor a la salida de clase para que les aclare un punto difícil. Las monjas estaban contentas de ellas, y aunque les agradaba ver tanta piedad, como personas expertas que eran y conocedoras de la juventud, vigilaban mucho a la pareja, cuidando de que nunca estuviese sola. Felisa y Belén, juntas todo el día, se separaban por las noches, pues sus dormitorios eran distintos. Las madres desplegaban un celo escrupuloso en separar durante las horas de descanso a las que en las de trabajo propendían a juntarse, obedeciendo las naturales atracciones de la simpatía y de la congenialidad. ... 
 
 
							  En la línea 1053
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... Joe tenía un obrero, al que pagaba semanalmente, llamado Orlick. Pretendía que su nombre de pila era Dolge, cosa imposible de toda imposibilidad, pero era tan testarudo que, según creo, no estaba engañado acerca del particular, sino que, deliberadamente, impuso este nombre a la gente del pueblo como afrenta hacia su comprensión. Era un hombre de anchos hombros, suelto de miembros, moreno, de gran fuerza, que jamás se daba prisa por nada y que siempre andaba inclinado. Parecía que nunca iba de buena gana a trabajar, sino que se inclinaba hacia el trabajo por casualidad; y cuando se dirigía a los Alegres Barqueros para cenar o se alejaba por la noche, salía inclinado como siempre, como Caín o el Judío Errante, cual si no tuviera idea del lugar a que se dirigía ni intención de regresar nunca más. Dormía en casa del guarda de las compuertas de los marjales, y en los días de trabajo salía de su ermitaje, siempre inclinado hacia el suelo, con las manos en los bolsillos y la comida metida en un pañuelo que se colgaba alrededor del cuello y que danzaba constantemente a su espalda. Durante el domingo permanecía casi siempre junto a las compuertas, entre las gavillas o junto a los graneros. Siempre andaba con los ojos fijos en el suelo, y cuando encontraba algo, o algo le obligaba a levantarlos, miraba resentido y extrañado, como si el único pensamiento que tuviera fuese el hecho extraño e injurioso de que jamás debiera pensar en nada. Aquel triste viajero no sentía simpatía alguna por mí. Cuando yo era muy pequeño y tímido me daba a entender que el diablo vivía en un rincón oscuro de la fragua y que él conocía muy bien al mal espíritu. También me decía que era necesario, cada siete años, encender el fuego con un niño vivo y que, por lo tanto, ya podía considerarme como combustible. En cuanto fui el aprendiz de Joe, Orlick tuvo la sospecha de que algún día yo le quitaría el puesto, y, por consiguiente, aún me manifestó mayor antipatía. Desde luego, no dijo ni hizo nada, ni abiertamente dio a entender su hostilidad; sin embargo, observé que siempre procuraba despedir las chispas en mi dirección y que en cuando yo cantaba Old Clem, él trataba de equivocar el compás. ... 
 
 
							  En la línea 1411
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... cantaba la voz aguda. El oyente mostraba un deseo tan ávido de captar hasta la última sílaba de esta canción, que se diría que aquello era para él cuestión de vida o muerte. ... 
 
 
							  En la línea 4029
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... »¡Ah, cómo me gustaba, como me encantaba esta romanza, Poletchka! Me la cantaba tu padre antes de casarnos… ¡Qué tiempos aquellos… ! Esto es lo que debemos cantar… Pero ¿qué viene después… ? Lo he olvidado… Ayúdame a recordar… ... 
 
 
							  En la línea 4516
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... Estuvo hasta las diez de la noche recorriendo tabernas y tugurios. Halló a Katia en uno de estos establecimientos. La muchacha cantaba sus habituales y descaradas cancioncillas. Svidrigailof la invitó a beber, así como a un organillero, a los camareros, a los cantantes y a dos empleadillos que atrajeron su simpatía sólo porque tenían torcida la nariz. En uno, este apéndice se ladeaba hacia la derecha y en el otro hacia la izquierda, cosa que le sorprendió sobremanera. Éstos acabaron por llevarle a un jardín de recreo. Svidrigailof pagó las entradas. En el jardín había un abeto escuálido, tres arbolillos más y una construcción que ostentaba el nombre de Vauxhall, pero que no era más que una taberna, donde también podía tomarse té. ... 
 
 
							  En la línea 4870
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... Observando a sus compañeros de presidio, se asombraba de ver cómo amaban la vida, cuán preciosa les parecía. Incluso creyó ver que este sentimiento era más profundo en los presos que en los hombres que gozaban de la libertad. ¡Qué espantosos sufrimientos habían soportado algunos de aquellos reclusos, los vagabundos, por ejemplo! ¿Era posible que un rayo de sol, un bosque umbroso, un fresco riachuelo que corre por el fondo de un valle solitario y desconocido, tuviesen tanto valor para ellos; que soñaran todavía, como se sueña en una amante, en una fuente cristalina vista tal vez tres años atrás? La veían en sus sueños, con su cerco de verde hierba y con el pájaro que cantaba en una rama próxima. Cuanto más observaba a aquellos hombres, más cosas inexplicables descubría. ... 
 
 
							  En la línea 1114
   del libro  Un viaje de novios
 del afamado autor Emilia Pardo Bazán
  ... Descendía rápidamente el sol a su ocaso, caía sobre el jardín la sombra; Sardiola, el lebrel fidelísimo que había dado el ladrido de alarma, no estaba ya allí. Lucía miró en torno suyo con ojos vagos, y llevose las manos a la garganta oprimida. Después convirtió la vista a la fachada, cual si sus macizos muros pudiesen por mágico arte volverse cristal y trasparentar lo que en su interior guardaban. Quedose fascinada, sofocando un grito antes que naciera. La puerta del comedor estaba entornada. Cosa era esta que sucedía muchas tardes, siempre que al ama Engracia se le ocurría tomar el fresco un rato en el umbral charlando con Sardiola; pero en tal instante Lucía sintió que la puerta entreabierta la penetraba de terror glacial y de ardiente júbilo a un tiempo. Su cerebro, vacío de ideas, sólo encerraba un sonsonete monótono y cadencioso, repitiendo como la péndola de un horario: «Vino esta mañana, se va esta noche… » Y al fin la repetición la irritaba de tal manera, que sólo oía la palabra «noche, noche, noche», palabra que parecía vibrar, como esos puntos luminosos que se ven en las tinieblas, durante el insomnio, y que se acercan y se alejan, sin movimiento de traslación, por el mero sacudimiento de sus moléculas. Apretose las sienes como para detener la tenaz péndola, y lentamente, paso a paso, se encaminó al vestíbulo de casa de Artegui. Al poner el pie en el primer peldaño de la escalera, la música zumbadora de la sangre le cantaba en los oídos, como un coro de cien moscardones. Parece que le decía: ... 
 
								 Reglas relacionadas con los errores de c;s
  
	Las Reglas Ortográficas de la S
  Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
  Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
  Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
  Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
  Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
  Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
  Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
  Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
  Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
								 							  
							    Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s
    Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s   
  El Español es una gran familia 
  							  
							    Errores Ortográficos típicos con la palabra Cantaba  
									
				 
					 Cómo se escribe cantaba o santaba?
  
					 Cómo se escribe cantaba o cantava?
  							  
							    Más información sobre la palabra Cantaba en internet
								 Cantaba en la RAE. 
								 Cantaba en Word Reference. 
								
								 Cantaba en la wikipedia.  
								
								 Sinonimos de Cantaba. 
  
											
						
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					   La palabra superior 
 				
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