Cual es errónea Aspecto o Azpecto?
La palabra correcta es Aspecto. Sin Embargo Azpecto se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino azpecto es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra aspecto
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Aspecto en la RAE.
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Aspecto en la wikipedia.
Sinonimos de Aspecto.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece aspecto
La palabra aspecto puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 614
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Siempre en ellas, la cabeza metida entre los hombros y el espinazo doblegado, embriagándose en su labor; y la barraca de Barret presentaba un aspecto coquetón y risueño, como jamás lo había tenido en poder de su antiguo ocupante. ...
En la línea 776
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su aspecto de hombre resuelto a todo imponía respeto a los enemigos. ...
En la línea 1205
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bien se notaba en el aspecto de su persona, que parecía dividida en dos partes. ...
En la línea 1450
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al fin se detuvo ante un rocín blanco, no muy gordo ni lustroso, con algunas rozaduras en las piernas y cierto aire de cansancio; una bestia de trabajo que, no obstante su aspecto de abrumamiento, parecía fuerte y animosa. ...
En la línea 548
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aspecto de la gañanía, el amontonamiento de la gente, evocó en la memoria de Salvatierra el recuerdo del presidio. Las mismas paredes enjalbegadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios. Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos. ...
En la línea 553
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las mujeres aun ofrecían un aspecto más doloroso. Unas eran gitanas, viejas y horribles como brujas, con la piel tostada y cobriza que parecía haber pasado por el fuego de todos los aquelarres. Las jóvenes tenían la hermosura dolorosa y desmayada de la anemia; flores de vida que se mustiaban antes de abrirse; adolescentes de piel blanca, de una palidez de papel mascado, que el sol no lograba calentar, tiñéndola a trechos con menudas manchas de color de salvado. Vírgenes de ojos desmesuradamente abiertos, como asombradas de haber nacido, con los labios azules y las encías de ese rosa pálido que revela la miseria de la sangre. El pelo triste y sin brillo asomaba alborotado bajo el pañuelo, guardando en sus marañas briznas de paja y granos de tierra. El pecho de las más tenía la monótona uniformidad del desierto, sin que al respirar se marcase bajo la tela el más leve rastro de los montículos seductores que avanzan orgullosos como un blasón del sexo. Tenían las manos grandes y los brazos enjutos y huesosos como los hombres. Al andar, movíanse sus faldas con desmayada soltura, como si dentro de ellas sólo existiese aire, y al sentarse, la tela marcaba ángulos duros sin la más tenue redondez. El trabajo, la fatiga bestial, habían paralizado el desarrollo de la gracia femenina. Sólo algunas delataban bajo su envoltura los encantos del sexo; pero eran muy pocas. ...
En la línea 734
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El jesuita contemplaba las viñas con el éxtasis de un hombre acostumbrado a vivir dentro de vulgares edificios, sin ver más que de tarde en tarde la grandiosidad de la naturaleza. Hacía preguntas al capataz sobre el cultivo de las viñas, alabando el aspecto de las de Dupont, y el señor Fermín, halagado en su orgullo de cultivador, se decía que aquellos jesuitas no eran tan despreciables como los consideraba su amigo don Fernando. ...
En la línea 888
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El pequeño cultivador que ama su pedazo de suelo como una prolongación de la familia, es áspero y hostil a toda innovación revolucionaria, más aún que el verdadero rico. Toda idea nueva la considera un peligro para su pobre bienestar y la repele ferozmente. Dando a aquellas gentes la posesión del suelo, se retrasaría el momento de la suprema Justicia con que soñaba Salvatierra; pero aunque así fuese, su alma de bienhechor consolábase pensando en los alivios momentáneos de la miseria. Surgirían pueblos en las soledades, desaparecerían aquellos cortijos aislados, con su aspecto huraño de cuartel o de presidio, y las bestias volverían a la sierra, dejando el llano para el sustento del hombre. ...
En la línea 227
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Dejemos cuanto antes este aspecto mezquino prosaico, ruin, de la vocación de Cuervo, aspecto a que él no daba importancia; despreciemos a los mal pensados, como él los despreciaba. ...
En la línea 227
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Dejemos cuanto antes este aspecto mezquino prosaico, ruin, de la vocación de Cuervo, aspecto a que él no daba importancia; despreciemos a los mal pensados, como él los despreciaba. ...
En la línea 264
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Cuervo se daba arte para irritar en la viuda el sentido íntimo de la salud, del bienestar que busca expansión; las esperanzas lejanas, que se ofrecían por diabólica influencia a la imaginación de la enlutada, Cuervo las adivinaba y las traía a la actividad para darles fuerza plasmante, despojándolas de todo aspecto de remordimiento. ...
En la línea 267
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... En adelante, Cuervo, a pesar de su aspecto poco pulcro, casi fúnebre, representaba la vida, el placer futuro, la efectividad de la dicha saboreada poco a poco, con deleite. ...
En la línea 482
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿No era un hombre de buen aspecto?-Sí. ...
En la línea 504
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sólo se tranquilizó a medias por el aspecto de aquellá fisonomía chispeante de ingenio astuto y de humildad afectada. ...
En la línea 1121
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan, que comprendió que era a él a quien se dirigía el cum plido, se acercó adoptando su aspecto más desesperado. ...
En la línea 1398
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Sí?-Al veros rodeado sin cesar de mosqueteros de aspecto magnífi co y reconocer que esos mosqueteros eran los del señor de Tréville, y por consiguiente enemigos del cardenal, había pensado que vos y vuestros amigos, además de hacer justicia a nuestra pobre reina, esta ríais encantados de jugarle una mala pasada a Su Eminencia. ...
En la línea 385
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Abandonada a dos o tres guardas, la mansión ofrece un aspecto solitario y desolado que, en verdad, oprime el ánimo. ...
En la línea 430
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El muchacho, y un camarada suyo de aspecto miserable, cuyo único vestido, a pesar de la estación, era un jubón y unos calzones andrajosos, remaron hasta llegar a media milla de la costa; entonces izaron una vela muy grande, y el muchacho que parecía ser el jefe y dirigirlo todo, empuñó el timón y se puso a gobernar el bote. ...
En la línea 455
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tomamos un camino hondo y arenoso, al salir del cual pasamos ante un vasto edificio, de extraño aspecto, situado en una desamparada colina arenosa, a nuestra izquierda. ...
En la línea 461
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El sol estaba empezando a salir, pero la mañana era triste y nublada, y esto, unido al desolado aspecto de la comarca, causaba en mi ánimo una impresión desagradable. ...
En la línea 19
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Probablemente se pensará, y con mucha razón, que esa isla es muy insignificante; pero para quien jamás haya visto sino paisajes de Inglaterra, el aspecto tan nuevo de unas tierras estériles en absoluto posee una especie de grandiosidad, que quedaría del todo destruida por una vegetación más abundante. Apenas si puede descubrirse una sola hoja verde en toda la extensión de esas inmensas llanuras de lava; sin embargo, rebaños de cabras y algunas vacas logran hallar su sustento en esos lugares desolados. Rara vez llueve, excepto una pequeña parte del año; entonces cae a torrentes la lluvia, y enseguida invade cada grieta abundante vegetación. Esas plantas se agostan casi tan deprisa como brotaron, y los animales se alimentan de ese heno natural. Cuando estuvimos nosotros, llevaba más de uno año sin llover. En la época del descubrimiento de la isla, las cercanías de Porto-Praya estaban sombreadas por numerosos árboles, cuya destrucción, ordenada con tanta indiferencia, ha causado aquí, como en Santa Elena y en algunas de las islas Canarias, una esterilidad casi absoluta. Algunos matorrales de arbustillos faltos de hojas ocupan la parte inferior de valles anchos y planos, que se transforman en ríos durante los pocos días de la estación lluviosa. Escasísimos seres vivos habitan en esos valles; el ave más conocida es un martínpescador (Alcedo iagoensis), que se pone estúpidamente encima de las ramas de ricino, y desde allí se lanza para coger saltamontes y lagartijas. Ese ave tiene vivos colores, pero no es tan bonita como la especie europea. Difiere de su congénere de Europa también por su manera de volar, por sus costumbres y por su afición a los valles más secos, donde suele vivir. ...
En la línea 20
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En compañía de dos oficiales del barco me voy a RibeiraGrande, pueblo situado a algunos kilómetros al este de Porto-Praya. El paisaje conserva su aspecto pardo monótono hasta el valle de San Martín, pero allí un arroyo da origen a una rica vegetación. Una hora después llegamos a Ribeira-Grande y nos vemos sorprendidos al estar en presencia de un gran castillo en ruinas y una catedral. Antes de llenarse de arena su puerto, ese pueblecillo era la ciudad más importante de la isla; por pintoresca que sea su situación, no deja de provocar profunda melancolía. Tomamos por guía a un pastor negro y por intérprete a un español que estuvo en la guerra de la península; nos hacen visitar una multitud de edificios y principalmente una iglesia antigua donde yacen enterrados los gobernadores y los capitanes generales de la isla. Algunos de estos sepulcros llevan grabada la fecha del siglo XVI1; y los adornos heráldicos que las recubren es lo único que nos recuerda a Europa en este rincón del mundo. Esta iglesia, o más bien esta capilla, forma uno de los lados de una plaza en medio de la cual crece un bosque de bananeros; un hospital, con una docena escasa de miserables habitantes, ocupa otro de los lados de la misma plaza. ...
En la línea 63
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los balleneros dan a esos crustáceos el nombre de alimento de las ballenas. No puedo decir si las ballenas se alimentan de ellos; pero los mórfex e inmensos rebaños de focas, en algunos puntos de la costa, se alimentan principalmente de estos crustáceos, que tienen la facultad de nadar. Los marinos atribuyen siempre a la freza el color del mar; pero yo no he podido observar este hecho sino una sola vez. A pocas leguas del archipiélago de los Galápagos nuestro barco atravesó tres zonas de agua fangosa amarilla oscura; estas zonas tenían varias millas de longitud y sólo unos cuantos metros de anchura; estaban separadas del agua próxima por una línea quebrada aun cuando distinta. En este caso el color provenía de bolitas gelatinosas como de un quinto de pulgada de diámetro que contenían numerosos óvulos en extremo pequeños; he visto dos especies distintas de bolas, una de ellas rojiza y de diferente forma que la otra. Me es imposible decir a qué animales pertenecen estas bolas5. El capitán Colnett advierte que el mar presenta muy a menudo este aspecto en el archipiélago de los Galápagos, y que la dirección de las zonas indica la de las corrientes; sin embargo, en los casos que acabo de describir, las zonas indicaban la dirección del viento. Otras veces he visto en el mar una capa oleosa muy tenue, por influjo de la cual adquiere el agua colores irisados. ...
En la línea 70
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... esta aldehuela está situada en un llano; en derredor de una habitación central están las chozas de los negros. Estas cabañas, por su forma y por su posición, me recuerdan los dibujos que representan las habitaciones de los hotentotes en el África meridional. Levantándose temprano la luna, nos decidimos a partir la misma noche para ir a acostarnos a Lagoa-Marica. En el momento de comenzar a caer la noche pasamos junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas tan comunes en este país ese lugar es bastante célebre; en efecto, durante largo tiempo sirvió de refugio a algunos negros cimarrones que cultivando una pequeña meseta situada en la cúspide, consiguieron asegurarse la subsistencia. Descubrióseles, por fin, y se envió una escuadra de soldados para desalojarlos de allí; se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y se rompió la cabeza al caer. Ejecutado este acto por una matrona romana, habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la libertad; efectuado - por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal. Proseguimos nuestro viaje durante varias horas; en las últimas millas de nuestra etapa, el camino se hace difícil, pues atraviesa una especie de país salvaje entrecortado por marjales y lagunas. A la luz de la luna, el paisaje presenta un aspecto siniestro y desolado. Algunas moscas luminosas vuelan en torno nuestro, y una becada solitaria deja oír su grito quejumbroso. El mujido del mar, situado a una distancia bastante grande, apenas turba el silencio de la noche. ...
En la línea 1348
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La hipocresía de doña Camila llegaba hasta el punto de tenerla en el temperamento, pues siendo su aspecto el de una estatua anafrodita, el de un ser sin sexo, su pasión principal era la lujuria, satisfecha a la inglesa: una lujuria que pudiera llamarse metodista si no fuera una profanación. ...
En la línea 2130
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era muy pulcro de traje y de aspecto simpático. ...
En la línea 2653
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Creía que esto le daba cierto aspecto de noble inglés. ...
En la línea 5452
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Con emplastos de cal y sinapismos de barro parecía un inválido de la arquitectura; y la fachada principal, renovada, recargada de adornos churriguerescos, sobre todo en la puerta y el balcón de encima, le daba un aspecto grotesco de viejo verde. ...
En la línea 153
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y, sin darse cuenta de lo que hacía, cambió el rumbo de su confesión; presentaba el caso con nuevo aspecto, y los nuevos confesores llegaron a convencerse de que se trataba de una tontería sentimental, de una ociosidad pseudomística, de una cosa tan insulsa como inocente. ...
En la línea 164
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Mas, a pesar de tales destrucciones—siguió diciendo don Baltasar—. existía indudablemente una cantidad mayor de monumentos antiguos que en nuestra época, y su abandono daba a la ciudad cierto aspecto muy pintoresco. Una vegetación de varios siglos se había extendido sobre las ruinas. La superstición medieval las iba poblando de fantasmas y brujas. Si algunos artistas se cuidaban de desenterrarlas y dibujarlas, la plebe romana los creía unas veces magos y otras buscadores de tesoros. ...
En la línea 253
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Lo único que se le puede reprochar fue su gran afición a las mujeres. Toda su vida mostró esta debilidad, hasta en sus últimos años. Cuando ya tenía cerca de sesenta, hizo reír un poco a los de Nápoles con su amor senil por la hermosa y joven Lucrecia de Alagno, aunque él dijo siempre que esta pasión era puramente platónica. Hasta en su vejez tenia bella presencia y aspecto majestuoso, siendo uno de los caballeros más cumplidos de aquella época. ...
En la línea 627
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Barbo, que era de hermoso aspecto, quiso tomar como Pontífice el nombre de Formoso; pero los cardenales opusieron objeciones, por miedo a los comentarlos del pueblo. Tampoco permitieron que se llamase Marcos, por ser ...
En la línea 674
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A continuación eran presentados dos soberbios platos, teniendo ambos el aspecto de una montaña cubierta de verdura, sobre cuya cúspide se erguía un pavo con todo su plumaje y la cabeza intacta, lanzando por su pico un chorro de agua perfumada. Y mientras los trinchantes cortaban la carne por debajo de las alas, los dos pavos seguían derramando sus fuentes de perfume. Luego venía la comida blanca, llamada así por ser de leche, huevos y gran abundancia de azúcar, terminándose el pantagruélico banquete con numerosas variedades de confites y conservas dulces. ...
En la línea 89
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Buscando en la penumbra, dio con un grupo de arbustos vigorosos cuyas ramas llegaban a la altura de su cabeza. Fijándose en ellos, pudo ver que tenían la forma de árboles altísimos, contrastando su aspecto con su relativa pequeñez. ...
En la línea 126
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una de las naves aéreas detuvo su vuelo para bajar en graciosa espiral, hasta inmovilizarse sobre el pecho del coloso. Asomaron entre sus alas rígidas los cuatro tripulantes, que reían y saltaban con un regocijo semejante al de las colegialas en las horas de asueto… . Al mismo tiempo otros monstruos de actividad terrestre se deslizaron por el suelo, cerca del cuerpo de Gillespie. Eran a modo de juguetes mecánicos como los que había usado el siendo niño: leones, tigres, lagartos y aves de aspecto fatídico, con vistosos colores y ojos abultados. En el interior de estos automóviles iban sentadas otras personas diminutas, iguales a las que navegaban por el aire. ...
En la línea 152
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No, usted es otra cosa -dijo el profesor-; usted es un gentleman, y su buen aspecto, así como lo que llevamos inquirido acerca de su pasado, han sido la causa de que le perdonemos la vida… por el momento. ...
En la línea 170
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Lo he conocido en su aspecto. ...
En la línea 101
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquel gran filósofo no se entregó a la desesperación. Viéronle sus amigos tranquilo y resignado. En su aspecto y en el reposo de su semblante había algo de Sócrates, admitiendo que Sócrates fuera hombre dispuesto a estarse siete horas seguidas con la palabra en la boca. Plácido había salvado el honor, que era lo importante, pagando religiosamente a todo el mundo con las existencias. Se había quedado con lo puesto y sin una mota. No salvó más mueble que la vara de medir. Era forzoso, pues, buscar algún modo de ganarse la vida. ¿A qué se dedicaría? ¿En qué ramo del comercio emplearía sus grandes dotes? Dándose a pensar en esto, vino a descubrir que en medio de su gran pobreza conservaba un capital que seguramente le envidiarían muchos: las relaciones. Conocía a cuantos almacenistas y tenderos había en Madrid; todas las puertas se le franqueaban, y en todas partes le ponían buena cara por su honradez, sus buenas maneras y principalmente por aquella bendita labia que Dios le había dado. Sus relaciones y estas aptitudes le sugirieron, pues, la idea de dedicarse a corredor de géneros. D. Baldomero Santa Cruz, el gordo Arnaiz, Bringas, Moreno, Labiano y otros almacenistas de paños, lienzos o novedades, le daban piezas para que las fuera enseñando de tienda en tienda. Ganaba el 2 por 100 de comisión por lo que vendía. ¡María Santísima, qué vida más deliciosa y qué bien hizo en adoptarla, porque cosa más adecuada a su temperamento no se podía imaginar! Aquel correr continuo, aquel entrar por diversas puertas, aquel saludar en la calle a cincuenta personas y preguntarles por la familia era su vida, y todo lo demás era muerte. Plácido no había nacido para el presidio de una tienda. Su elemento era la calle, el aire libre, la discusión, la contratación, el recado, ir y venir, preguntar, cuestionar, pasando gallardamente de la seriedad a la broma. Había mañana en que se echaba al coleto toda la calle de Toledo de punta a punta, y la Concepción Jerónima, Atocha y Carretas. ...
En la línea 114
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vivía Plácido en la Cava de San Miguel. Su casa era una de las que forman el costado occidental de la Plaza Mayor, y como el basamento de ellas está mucho más bajo que el suelo de la Plaza, tienen una altura imponente y una estribación formidable, a modo de fortaleza. El piso en que el tal vivía era cuarto por la Plaza y por la Cava séptimo. No existen en Madrid alturas mayores, y para vencer aquellas era forzoso apechugar con ciento veinte escalones, todos de piedra, como decía Plácido con orgullo, no pudiendo ponderar otra cosa de su domicilio. El ser todas de piedra, desde la Cava hasta las bohardillas, da a las escaleras de aquellas casas un aspecto lúgubre y monumental, como de castillo de leyendas, y Estupiñá no podía olvidar esta circunstancia que le hacía interesante en cierto modo, pues no es lo mismo subir a su casa por una escalera como las del Escorial, que subir por viles peldaños de palo, como cada hijo de vecino. ...
En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...
En la línea 337
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vieron la opulenta ribera del Júcar, pasaron por Alcira, cubierta de azahares, por Játiva la risueña; después vino Montesa, de feudal aspecto, y luego Almansa en territorio frío y desnudo. Los campos de viñas eran cada vez más raros, hasta que la severidad del suelo les dijo que estaban en la adusta Castilla. El tren se lanzaba por aquel campo triste, como inmenso lebrel, olfateando la vía y ladrando a la noche tarda, que iba cayendo lentamente sobre el llano sin fin. Igualdad, palos de telégrafo, cabras, charcos, matorrales, tierra gris, inmensidad horizontal sobre la cual parecen haber corrido los mares poco ha; el humo de la máquina alejándose en bocanadas majestuosas hacia el horizonte; las guardesas con la bandera verde señalando el paso libre, que parece el camino de lo infinito; bandadas de aves que vuelan bajo, y las estaciones haciéndose esperar mucho, como si tuvieran algo bueno… Jacinta se durmió y Juanito también. Aquella dichosa Mancha era un narcótico. Por fin bajaron en Alcázar de San Juan, a media noche, muertos de frío. Allí esperaron el tren de Andalucía, tomaron chocolate, y vuelta a rodar por otra zona manchega, la más ilustre de todas, la Argamasillesca. ...
En la línea 312
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A poco el príncipe se encontró en la morada de John Canty, con la puerta cerrada a los entremetidos. A la vaga luz de una vela de sebo, encajada en una botella, descubrió los rasgos principales del repugnante tugurio, y también los de sus ocupantes: Dos desgreñadas muchachas y una mujer de edad madura en cuclillas contra la pared en un rincón, con el aspecto de animales habituados a los malos tratos y en ese momento esperándolos y temiéndolos. De otro rincón salió una bruja seca, con el pelo canoso revuelto y perversos ojos. John Canty le dijo a ésta: ...
En la línea 391
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El que hablaba era una especie de don César de Bazán por su traje, su aspecto y su porte. Era alto, delgado y musculoso. Su jubón y sus calzas eran de rico género, pero marchitos y raídos, y su adorno de encaje estaba tristemente deslucido; su lechuguilla, estaba ajada y estropeada; la pluma de su sombrero alicaído estaba rota y tenía aspecto sucio y poco respetable. Al costado llevaba un largo estoque en una oxidada vaina de hierro; su actitud fanfarrona lo delataba de inmediato como un espadachín en campaña. Las palabras de esta fantástica figura fueron recibidas con una explosión de júbilo y risas. Algunos gritaron: '¡Es otro príncipe disfrazado!' '¡Cuidado con lo que hablas, amigo, parece que es peligroso!' 'En verdad lo parece: mira sus ojos.' 'Separa de él al chico.' 'Al abrevadero de los caballos con él.' ...
En la línea 391
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El que hablaba era una especie de don César de Bazán por su traje, su aspecto y su porte. Era alto, delgado y musculoso. Su jubón y sus calzas eran de rico género, pero marchitos y raídos, y su adorno de encaje estaba tristemente deslucido; su lechuguilla, estaba ajada y estropeada; la pluma de su sombrero alicaído estaba rota y tenía aspecto sucio y poco respetable. Al costado llevaba un largo estoque en una oxidada vaina de hierro; su actitud fanfarrona lo delataba de inmediato como un espadachín en campaña. Las palabras de esta fantástica figura fueron recibidas con una explosión de júbilo y risas. Algunos gritaron: '¡Es otro príncipe disfrazado!' '¡Cuidado con lo que hablas, amigo, parece que es peligroso!' 'En verdad lo parece: mira sus ojos.' 'Separa de él al chico.' 'Al abrevadero de los caballos con él.' ...
En la línea 634
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Se oyó al cabo de un rato que se acercaban los mesurados pasos de hombres de armas, y los condenados entraron a la presencia del rey, custodiados por un alguacil y con una escolta formada por un piquete de la guardia real. El funcionario civil dobló la rodilla delante del rey y se apartó a un lado. Los tres condenados arrodilláronse también, y así permanecieron, en tanto que la guardia se situaba detrás del sillón de Tom. Éste miró con curiosidad a los prisioneros. Algo del vestido o del mismo aspecto del reo había suscitado en él un vago recuerdo. ...
En la línea 1548
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Su adversario, muy feo, mediría un metro cuarenta de estatura y unos brazos que no bajaban de dos metros y medio. Su cara larga y arrugada tenía aspecto feroz, especialmente sus ojillos. Estos monos no gustan de la compañía; generalmente evitan encontrarse con los hombres y con los otros animales, pero si se los irrita o se les amenaza son terribles y casi siempre triunfan a causa de su gran fuerza. ...
En la línea 2066
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Al caer la tarde, la roca presentaba un aspecto imponente; parecía inexpugnable. Los ciento cincuenta hombres que quedaban después del ataque de la escuadra y de la pérdida de las dos tripulaciones que siguieran a Sandokán a Labuán, habían trabajado como quinientos. ...
En la línea 104
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Trasladóse inmediatamente nuestro equipaje al puente de la fragata. Me precipité a bordo y pregunté por el comandante Farragut. Un marinero me condujo a la toldilla y me puso en presencia de un oficial de agradable aspecto, que me tendió la mano. ...
En la línea 132
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land tenía unos cuarenta años de edad. Era un hombre de elevada estatura -más de seis pies ingleses y de robusta complexión. Tenía un aspecto grave y era poco comunicativo, violento a veces y muy colérico cuando se le contrariaba. Su persona llamaba la atención, y sobre todo el poder de su mirada que daba un singular acento a su fisonomía. ...
En la línea 659
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entré en el camarote del capitán, que tenía un aspecto severo, casi cenobial. Una cama de hierro, una mesa de trabajo y una cómoda de tocador componían todo el mobiliario, reducido a lo estrictamente necesario. ...
En la línea 788
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La plataforma emergía únicamente unos ochenta centímetros. La proa y la popa del Nautilus remataban su disposición fusiforme que le daba el aspecto de un largo cigarro. Observé que sus planchas de acero, ligeramente imbricadas, se parecían a las escamas que revisten el cuerpo de los grandes reptiles terrestres. Así podía explicarse que aun con los mejores anteojos este barco hubiese sido siempre tomado por un animal marino. ...
En la línea 2
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Digo que Pirrip era el apellido de mi familia fundándome en la autoridad de la losa sepulcral de mi padre y de la de mi hermana, la señora Joe Gargery, que se casó con un herrero. Como yo nunca conocí a mi padre ni a mi madre, ni jamás vi un retrato de ninguno de los dos, porque aquellos tiempos eran muy anteriores a los de la fotografía, mis primeras suposiciones acerca de cómo serían mis padres se derivaban, de un modo muy poco razonable, del aspecto de su losa sepulcral. La forma de las letras esculpidas en la de mi padre me hacía imaginar que fue un hombre cuadrado, macizo, moreno y con el cabello negro y rizado. A juzgar por el carácter y el aspecto de la inscripción «También Georgiana, esposa del anterior» deduje la infantil conclusión de que mi madre fue pecosa y enfermiza. A cinco pequeñas piedras de forma romboidal, cada una de ellas de un pie y medio de largo, dispuestas en simétrica fila al lado de la tumba de mis padres y consagradas a la memoria de cinco hermanitos míos que abandonaron demasiado pronto el deseo de vivir en esta lucha universal, a estas piedras debo una creencia, que conservaba religiosamente, de que todos nacieron con las manos en los bolsillos de sus pantalones y que no las sacaron mientras existieron. ...
En la línea 121
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Más espesa fue la niebla todavía cuando salí de los marjales, hasta el punto de que, en vez de acercarme corriendo a alguna cosa, parecía que ésta echara a correr hacia mí. Ello era muy desagradable para una mente pecadora. Las puertas, las represas y las orillas se arrojaban violentamente contra mí a través de la niebla, como si quisieran exclamar con la mayor claridad: «¡Un muchacho que ha robado un pastel de cerdo! ¡Detenedle!» Las reses se me aparecían repentinamente, mirándome con asombrados ojos, y por el vapor que exhalaban sus narices parecían exclamar: «¡Eh, ladronzuelo!» Un buey negro con una mancha blanca en el cuello, que a mi temerosa conciencia le pareció que tenía cierto aspecto clerical, me miró con tanta obstinación en sus ojos y movió su maciza cabeza de un modo tan acusador cuando yo lo rodeaba, que no pude menos que murmurar: «No he tenido más remedio, señor. No lo he robado para mí.» Entonces él dobló la cabeza, resopló despidiendo una columna de humo por la nariz y se desvaneció dando una coz con las patas traseras y agitando el rabo. ...
En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...
En la línea 178
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por eso nos sirvió nuestras rebanadas de pan como si fuésemos dos mil hombres de tropa en una marcha forzada, en vez de un hombre y un chiquillo en la casa; y tomamos algunos tragos de leche y de agua, aunque con muy mala cara, de un jarrito que había en el aparador. Mientras tanto, la señora Joe puso cortinas limpias y blancas, clavó un volante de flores en la chimenea para reemplazar el viejo y quitó las fundas de todos los objetos de la sala, que jamás estaban descubiertos a excepción de aquel día, pues se pasaban el año ocultos en sus forros, los cuales no se limitaban a las sillas, sino que se extendían a los demás objetos, que solían estar cubiertos de papel de plata, incluso los cuatro perritos de lanas blancos que había sobre la chimenea, todos con la nariz negra y una cesta de flores en la boca, formando parejas. La señora Joe era un ama de casa muy limpia, pero tenía el arte exquisito de hacer su limpieza más desagradable y más incómoda que la misma suciedad. La limpieza es lo que está más cerca de la divinidad, y mucha gente hace lo mismo con respecto a su religión. Como mi hermana tenia mucho trabajo, se hacía representar para ir a la iglesia, es decir, que en su lugar íbamos Joe y yo. En su traje de trabajo, Joe tenía completo aspecto de herrero, pero en el traje del día de fiesta parecía más bien un espantajo en traje de ceremonias. Nada de lo que entonces llevaba le caía bien o parecía pertenecerle, y todo le rozaba y le molestaba en gran manera. En aquel día de fiesta salió de su habitación cuando ya repicaban alegremente las campanas, pero su aspecto era el de un desgraciado penitente en traje dominguero. En cuanto a mí, creo que mi hermana tenía la idea general de que yo era un joven criminal, a quien un policía comadrón cogió el día de mi nacimiento para entregarme a ella, a fin de que me castigasen de acuerdo con la ultrajada majestad de la ley. Siempre me trataron como si yo hubiese porfiado para nacer a pesar de los dictados de la razón, de la religión y de la moralidad y contra los argumentos que me hubieran presentado, para disuadirme, mis mejores amigos. E, incluso, cuando me llevaron al sastre para que me hiciese un traje nuevo, sin duda recibió orden de hacerlo de acuerdo con el modelo de algún reformatorio y, desde luego, de manera que no me permitiese el libre uso de mis miembros. ...
En la línea 81
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Señor: ¿puedo permitirme dirigirme a usted para conversar en buena forma? A pesar de la sencillez de su aspecto, mi experiencia me induce a ver en usted un hombre culto y no uno de esos individuos que van de taberna en taberna. Yo he respetado siempre la cultura unida a las cualidades del corazón. Soy consejero titular : Marmeladof, consejero titular. ¿Puedo preguntarle si también usted pertenece a la administración del Estado? ...
En la línea 167
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al día siguiente se despertó tarde, después de un sueño intranquilo que no le había procurado descanso alguno. Se despertó de pésimo humor y paseó por su buhardilla una mirada hostil. La habitación no tenía más de seis pasos de largo y ofrecía el aspecto más miserable, con su papel amarillo y polvoriento, despegado a trozos, y tan baja de techo, que un hombre que rebasara sólo en unos centímetros la estatura media no habría estado allí a sus anchas, pues le habría cohibido el temor de dar con la cabeza en el techo. Los muebles estaban en armonía con el local. Consistían en tres sillas viejas, más o menos cojas; una mesa pintada, que estaba en un rincón y sobre la cual se veían, como tirados, algunos cuadernos y libros tan cubiertos de polvo que bastaba verlos para deducir que no los habían tocado hacía mucho tiempo, y, en fin, un largo y extraño diván que ocupaba casi toda la longitud y la mitad de la anchura de la pieza y que estaba tapizado de una indiana hecha jirones. Éste era el lecho de Raskolnikof, que solía acostarse completamente vestido y sin más mantas que su vieja capa de estudiante. Como almohada utilizaba un pequeño cojín, bajo el cual colocaba, para hacerlo un poco más alto, toda su ropa blanca, tanto la limpia como la sucia. Ante el diván había una mesita. ...
En la línea 280
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Venga… Mire… Está completamente embriagada. Hace un momento se paseaba por el bulevar. Sabe Dios lo que será, pero desde luego, no tiene aspecto de mujer alegre profesional. Yo creo que la han hecho beber y se han aprovechado de su embriaguez para abusar de ella. ¿Comprende usted? Después la han dejado libre en este estado. Observe que sus ropas están desgarradas y mal puestas. No se ha vestido ella misma, sino que la han vestido. Esto es obra de unas manos inexpertas, de unas manos de hombre; se ve claramente. Y ahora mire para ese lado. Ese señor con el que he estado a punto de llegar a las manos hace un momento es un desconocido para mí: es la primera vez que le veo. Él la ha visto como yo, hace unos instantes, en su camino, se ha dado cuenta de que estaba bebida, inconsciente, y ha sentido un vivo deseo de acercarse a ella y, aprovechándose de su estado, llevársela Dios sabe adónde. Estoy seguro de no equivocarme. No me equivoco, créame. He visto cómo la acechaba. Yo he desbaratado sus planes, y ahora sólo espera que me vaya. Mire: se ha retirado un poco y, para disimular, está haciendo un cigarrillo. ¿Cómo podríamos librar de él a esta pobre chica y llevarla a su casa? Piense a ver si se le ocurre algo. ...
En la línea 485
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Terminada esta operación, Raskolnikof introdujo los dedos en una pequeña hendidura que había entre el diván turco y el entarimado y extrajo un menudo objeto que desde hacía tiempo tenía allí escondido. No se trataba de ningún objeto de valor, sino simplemente de un trocito de madera pulida del tamaño de una pitillera. Lo había encontrado casualmente un día, durante uno de sus paseos, en un patio contiguo a un taller. Después le añadió una planchita de hierro, delgada y pulida de tamaño un poco menor, que también, y aquel mismo día, se había encontrado en la calle. Juntó ambas cosas, las ató firmemente con un hilo y las envolvió en un papel blanco, dando al paquetito el aspecto más elegante posible y procurando que las ligaduras no se pudieran deshacer sin dificultad. Así apartaría la atención de la vieja de su persona por unos instantes, y él podría aprovechar la ocasión. La planchita de hierro no tenía más misión que aumentar el peso del envoltorio, de modo que la usurera no pudiera sospechar, aunque sólo fuera por unos momentos, que la supuesta prenda de empeño era un simple trozo de madera. Raskolnikof lo había guardado todo debajo del diván, diciéndose que ya lo retiraría cuando lo necesitara. ...
En la línea 401
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Pero yo no iré personalmente a buscarle —contesté con gran flema—. Usted se equivoca, señor Des Grieux. Todo eso pasará con el mayor decoro de lo que usted imagina. Iré ahora mismo a ver a Mr. Astley para rogarle que me sirva de mediador, de segundo, si usted lo prefiere. Es muy amigo mío y seguramente no se negará. Irá a casa del barón y el barón tendrá que recibirle; aunque yo sea un outchitel, y tenga aspecto de “Subalterno”, de individuo sin apoyo. Mr. Astley, nadie lo ignora, es sobrino de un lord auténtico, lord Pabroke, el cual se encuentra aquí. Esté seguro de que el barón se mostrará muy cortés con Mr. Astley y que le escuchará. Y si no le escuchara, Mr. Astley se considerará ofendido (ya sabe usted lo suspicaces que son los ingleses), y enviará al barón uno de sus amigos, pues él tiene muy buenos amigos. Las cosas, como usted ve, pueden tomar un aspecto distinto del que usted creía. ...
En la línea 401
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Pero yo no iré personalmente a buscarle —contesté con gran flema—. Usted se equivoca, señor Des Grieux. Todo eso pasará con el mayor decoro de lo que usted imagina. Iré ahora mismo a ver a Mr. Astley para rogarle que me sirva de mediador, de segundo, si usted lo prefiere. Es muy amigo mío y seguramente no se negará. Irá a casa del barón y el barón tendrá que recibirle; aunque yo sea un outchitel, y tenga aspecto de “Subalterno”, de individuo sin apoyo. Mr. Astley, nadie lo ignora, es sobrino de un lord auténtico, lord Pabroke, el cual se encuentra aquí. Esté seguro de que el barón se mostrará muy cortés con Mr. Astley y que le escuchará. Y si no le escuchara, Mr. Astley se considerará ofendido (ya sabe usted lo suspicaces que son los ingleses), y enviará al barón uno de sus amigos, pues él tiene muy buenos amigos. Las cosas, como usted ve, pueden tomar un aspecto distinto del que usted creía. ...
En la línea 498
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo que más llamaba la atención era el aspecto majestuoso y autoritario de la gran dama que conducían en un sillón. Al encontrarse con alguna persona desconocida ya estaba midiéndola de arriba abajo con curiosos ojos y me hacía preguntas en voz alta acerca de ella. ...
En la línea 761
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todas estas consideraciones vinieron a mi mente cuando entré en mi pequeña habitación en el último piso, después de haberme despedido de la abuela. Todo esto me preocupaba mucho, y aunque pudiese adivinar desde aquel momento los principales hilos que tramaban ante mis ojos los actores, no conocía yo, sin embargo, todos los secretos del juego. Paulina no me había testimoniado jamás una confianza completa. Algunas veces, como contra su voluntad, me había abierto su corazón; sin embargo, notaba que, a menudo, y casi siempre después de las confidencias, procuraba ridiculizar todo lo que había dicho o deliberadamente le daba un falso aspecto. ¡Disimulaba tantas cosas! En todo caso, presentía que se aproximaba el final de todo este lío. Otro empujón… y todo quedaría aclarado y resuelto. ...
En la línea 204
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Entonces la señora Magloire comenzó de nuevo su historia, exagerándola un poco sin querer y sin advertirlo. Decíase que un gitano, un desarrapado, una especie de mendigo peligroso, se hallaba en la ciudad. Había tratado de quedarse en la posada, donde no se le quiso recibir. Se le había visto vagar por las calles al obscurecer. Era un hombre de aspecto terrible, con un morral y un bastón. ...
En la línea 572
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Una tarde de la primavera de 1818, una mujer de aspecto poco agradable se hallaba sentada frente a la puerta de la taberna, mirando jugar a sus dos pequeñas hijas, una de pelo castaño, la otra morena, una de unos dos años y medio, la otra de un año y medio. ...
En la línea 576
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En cuanto a la madre, su aspecto era pobre y triste. Llevaba la vestimenta de una obrera que quiere volver a ser aldeana. Era joven; acaso hermosa, pero con aquella ropa no lo parecía. Sus rubios cabellos escapaban por debajo de una fea cofia de beguina amarrada al mentón; calzaba gruesos zapatones. Aquella mujer no se reía; sus ojos parecían secos desde hacía mucho tiempo. Estaba pálida, se veía cansada y tosía bastante; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, el índice endurecido y agrietado por la aguja. Era Fantina. ...
En la línea 583
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Era la señora Thenardier una mujer colorada y robusta; aún era joven, pues apenas contaba treinta años. Si aquella mujer en vez de estar sentada hubiese estado de pie, acaso su alta estatura y su aspecto de coloso de circo ambulante habrían asustado a cualquiera. ...
En la línea 41
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Había perdido (lo sabía), pero no estaba vencido. Comprendió, de una vez para siempre, que contra un hombre con un garrote carecía de toda posibilidad. Había aprendido la lección y no la olvidaría en su vida. Aquel garrote fue una revelación. Fue su toma de contacto con el reino de la ley primitiva y aceptó sus términos. Las realidades de la vida adquirieron un aspecto más temible; y si bien las afrontó sin amedrentarse, lo hizo con toda la latente astucia de su naturaleza en funcionamiento. En el transcurso de los días llegaron otros perros, en cajones o sujetos con una soga, unos dócilmente y otros rugiendo con furia como había hecho él; y a todos ellos los vio someterse al dominio del hombre del jersey rojo. Una y otra vez, segun contemplaba aquellas brutales intervenciones, la lección se afianzaba en el corazón de Buck: un hombre con un garrote era el que dictaba la ley, un amo a quien se obedece, aunque no necesariamente se acepte. ...
En la línea 60
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por la tarde, Perrault, a quien le urgía ponerse en camino con el correo, regresó con dos perros más. Billie y Joe, así les llamaba, eran hermanos y esquimales auténticos. Aunque hijos de la misma madre, eran como el día y la noche. El único defecto de Billie era su carácter sumamente acomodaticio, mientras que Joe era el extremo opuesto, malhumorado e introspectivo, siempre gruñón y con la mirada atravesada. Buck los recibió de buen talante, Dave no les hizo el menor caso, mientras que Spitz se puso a provocar primero a uno y después al otro. Billie meneó la cola intentando aplacarlo, salió corriendo cuando vio que su intento era vano y emitió un gruñido (todavía apaciguador) cuando los afilados dientes de Spitz le dejaron una marca en el costado. En cambio, Joe, por muchas vueltas que diera Spitz, giraba en redondo sobre las patas traseras y le hacía frente: los pelos erizados, las orejas echadas hacia atrás, la boca contorsionada enseñando los dientes, lo esquivaba con el incesante movimiento de su quijada y un brillo diabólico en los ojos. Era la encarnación misma del terror beligerante. Tan terrible era su aspecto que Spitz no tuvo más remedio que renunciar a someterlo; y se desquitó corriendo tras el inofensivo Billie hasta los confines del campamento. ...
En la línea 69
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un hombre puede ser visto bajo dos aspectos muy diferentes; un profesor de matemáticas durante su clase no deja ver más que una parte de sí mismo y hasta él olvida, momentáneamente, todo lo que se halla fuera del grupo de sus conocimientos especiales. Pero yo supongo que salido de su clase, es un buen músico. La familia le verá con más frecuencia bajo el aspecto de un violinista. Imaginad ahora que a consecuencia de un accidente cualquiera este hombre pierda todo recuerdo de la música. No queda entonces más que el matemático. Le habláis de su violín y no os comprende. Nunca lo ha tocado. Pero al cabo de algunos días, la memoria del músico reaparece y, en cambio, el grupo de recuerdos matemáticos se ha borrado. Tal es el aspecto -no digo la explicación sino el aspecto-, bajo el cual puede presentarse cierto fenómeno conocido con el nombre de división de la personalidad. ...
En la línea 69
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un hombre puede ser visto bajo dos aspectos muy diferentes; un profesor de matemáticas durante su clase no deja ver más que una parte de sí mismo y hasta él olvida, momentáneamente, todo lo que se halla fuera del grupo de sus conocimientos especiales. Pero yo supongo que salido de su clase, es un buen músico. La familia le verá con más frecuencia bajo el aspecto de un violinista. Imaginad ahora que a consecuencia de un accidente cualquiera este hombre pierda todo recuerdo de la música. No queda entonces más que el matemático. Le habláis de su violín y no os comprende. Nunca lo ha tocado. Pero al cabo de algunos días, la memoria del músico reaparece y, en cambio, el grupo de recuerdos matemáticos se ha borrado. Tal es el aspecto -no digo la explicación sino el aspecto-, bajo el cual puede presentarse cierto fenómeno conocido con el nombre de división de la personalidad. ...
En la línea 194
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Me quedaría algo peor que un cadáver que se descompone y al fin se reduce a un poco de polvo: me quedaría un cadáver viviente, un ser que tendría el aspecto, el cuerpo, los gestos de la otra, pero que sólo sería su triste caricatura. ...
En la línea 370
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La miro, como la he mirado siempre, sin cesar, desde que su madre se alejó, y advierto con infinita complacencia lo que ya por lo demás me sé de sobra; que en todo, en su carácter, en sus modales, en su placidez, en su aspecto dulce, bondadoso y sencillo, ha heredado a Blanca. ...
En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...
En la línea 228
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al cual no dejó de parecer extraña y desusada cosa -así que, cesando de contemplar las tinieblas, convirtió la vista al interior del departamento- el que aquella mujer, que tan a su sabor dormía, se hubiese metido allí en vez de irse a un reservado de señoras. Y a esta reflexión siguió una idea, que le hizo fruncir el ceño y contrajo sus labios con una sonrisa desdeñosa. No obstante, la segunda mirada que fijó en Lucía le inspiró distintos y más caritativos pensamientos. La luz del reverbero, cuya cortina azul descorrió para mejor examinar a la durmiente, la hería de lleno; pero según el balanceo del tren, oscilaba, y tan pronto, retirándose, la dejaba en sombra, como la hacía surgir, radiante, de la obscuridad. Naturalmente se concentraba la luz en los puntos más salientes y claros de su rostro y cuerpo. La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad; la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre. Cada vez que el cuerpo de Lucía entraba en la zona luminosa, despedían áureo destello los botones de cincelado metal, encendiéndose sobre el paño marrón del levitín, y se entreveía, a trechos de la revuelta falda, orlada de menudo volante a pliegues, algo del encaje de las enaguas, y el primoroso zapato de bronceada piel, con curvo tacón. Desprendíase de toda la persona de aquella niña dormida aroma inexplicable de pureza y frescura, un tufo de honradez que trascendía a leguas. No era la aventurera audaz, no la mariposuela de vuelo bajo que anda buscando una bujía donde quemarse las alas; y el viajero, diciéndose esto a sí mismo, se asombraba de tan confiado sueño, de aquella criatura que descansaba tranquila, sola, expuesta a un galanteo brutal, a todo género de desagradables lances; y se acordaba de una estampa que había visto en magnífica edición de fábulas ilustradas, y que representaba a la Fortuna despertando al niño imprevisor aletargado al borde del pozo. Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros. Pero aunque era Lucía fresca y mujerona como una Niobe, tipo muy común entre las señoritas yankees, mostraba tan patente en ciertos pormenores el origen español, que hubo de decirse a sí mismo el que la consideraba: «no tiene pizca de traza de extranjera.» Mirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma; hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: «¿Qué me importa a mí, en resumen?», tomó de su maletín un libro y probó a leer; pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página. Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, meditabundo. ...
En la línea 268
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Giró el viajero en su asiento, y quedó frente a Lucía, con aspecto de hombre a quien obligan a ocuparse en lo que no le importa y que se resigna a ello. El timbre fresco de la voz de Lucía le volvió a sugerir la misma reflexión de antes. ...
En la línea 296
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A su vez la consideraba Artegui como aquel que, volviendo de países nevados y desiertos, mira a un vallecillo alegre que por casualidad encuentra en el camino. Jamás había visto reunidas en nadie tanta juventud, robustez y frescura. A pesar de la noche pasada en ferrocarril, estaba el rostro de Lucía más lozano que unas hierbas de San Juan, y sus cabellos revueltos y a trechos aplastados, le prestaban cierto aspecto de ninfa que sale del baño, destocada y húmeda. Reíansele los ojos, las facciones todas, y el sol, indiscreto cronista de los cutis marchitos, jugaba sin temor entre el dorado imperceptible vello que tapizaba las mejillas de la niña, tiñéndolas con tonos calientes de rancio mármol. ...
En la línea 411
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Por eso el aspecto, las costumbres, las divisiones etnográficas de la península, tienden a modificarse diariamente. Antes se viajaba por todos los antiguos medios de transporte, a pie, a caballo, en carro, en carretilla, en litera, a cuestas de otro, en coach, etc. Ahora unos barcos de vapor recorren a gran velocidad el Indus y el Ganges, y un ferrocarril, que atraviesa la India en toda su anchura ramificándose en su trayecto, pone a Bombay a tres días tan sólo de Calcuta. ...
En la línea 526
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las doce dio el guía la señal de marcha. El país tomó luego un aspecto muy agreste. A las grandes selvas sucedieron los bosques de tamarindos y de palmeras enanas, y luego extensas llanuras áridas erizadas de árboles raquíticos y sembradas de grandes pedriscos de sienita. Toda esta parte del alto Bundelbund, poco frecuentada por los viajeros, está habitada por una población fanática, endurecida en las prácticas más terribles de la religión india. La dominación de los ingleses no ha podido establecerse regularmente sobre un territorio sometido a la influencia de los rajáes, a quienes hubiera sido difícil alcanzar en sus inaccesibles retiros de los Vindhias. ...
En la línea 691
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las doce y media el tren se detenía en la estación de Benarés. Las leyendas Brahamánicas afin nan que esta ciudad ocupa el sitio de la vetusta Casi, que estaba antiguamente suspendida en el espacio entre el cenit y el nadir, como la tumba de Mahoma. Pero en la época actual, más positiva, Benarés, la Atenas de la India, según los orientalistas, descansaba prosaicamente sobre el suelo, y Picaporte pudo por un momento entrever sus casas de ladrillo y sus chozas de cañizos, que le dan un aspecto absolutamente desairado sin color local alguno. ...
En la línea 829
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La isla de Singapore no es grande ni de imponente aspecto. Carece de montañas y, por consiguiente, de perfiles, pero en su pequeñez es encantadora. Es un parque cortado por hermosas carreteras. Un bonito coche, tirado por esos elegantes caballos importados de Nueva Zelanda, transportó a mistress Aouida y a Phileas Fogg al centro de unos grupos de palmeras de brillante hoja y de esos árboles que producen el clavo de especia fon nado con el capullo mismo de la flor entreabierta. Allí, los setos de arbustos de pimienta, reemplazaban las cambroneras de las cainpiñas europeas; los saguteros, los grandes helechos con su soberbio follaje, variaban el aspecto de aquella región tropical; los árboles de moscada con sus barnizadas hojas saturaban el aire con penetrantes perfumes. Los monos en tropeles, que ostentaban su viveza y sus muecas, no faltaban en los bosques, ni los tigres en los juncales. A quien se asombre de que en tan pequeña isla no hayan sido destruidos esos terribles carnívoros, les responderemos que vienen de Malaca atravesando el estrecho a nado. ...
Reglas relacionadas con los errores de s;z
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Las Reglas Ortográficas de la Z
Se escribe z y no c delante de a, o y u.
Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.
Ejemplos: pedazo, terraza
Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.
Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez
La X y la S
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

El Español es una gran familia
Errores Ortográficos típicos con la palabra Aspecto
Cómo se escribe aspecto o haspecto?
Cómo se escribe aspecto o azpecto?
Palabras parecidas a aspecto
La palabra labor
La palabra doblegado
La palabra espinazo
La palabra hombros
La palabra media
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La palabra subir
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