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La palabra hardiente
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Comó se escribe hardiente o ardiente?

Cual es errónea Ardiente o Hardiente?

La palabra correcta es Ardiente. Sin Embargo Hardiente se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra hardiente es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra ardiente

Más información sobre la palabra Ardiente en internet

Ardiente en la RAE.
Ardiente en Word Reference.
Ardiente en la wikipedia.
Sinonimos de Ardiente.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece ardiente

La palabra ardiente puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2079
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su voz tornóse fosca, como si todo el alcohol que hinchaba su estómago hubiese subido en oleada ardiente a su garganta. ...

En la línea 2345
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sintió el herido que toda su sangre fluía a su corazón, que éste se detenía como paralizado algunos instantes, para después latir con más fuerza, arrojando a su rostro una oleada roja y ardiente. ...

En la línea 2364
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el fantasma, envolviéndole el rostro con su respiración ardiente, dejaba caer sobre Batiste una mirada que parecía agujerearle los ojos y descendía hasta arañarle las entrañas. ...

En la línea 1369
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Le presentaba una copa llena de aquel líquido de oro, coronado de burbujas, que empañaba el cristal con su frescura. Y Mariquita bebía ansiosamente, con una sed rabiosa, deseando renovar la sensación de frescura en su boca ardiente como si llevase fuego en el estómago. De vez en cuando protestaba. ...

En la línea 1930
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Transcurrió otro mes. Una tarde, al asomar María de la Luz a la puerta de su casa, creyó caer al suelo desvanecida. Le temblaron las piernas, le zumbaron los oídos; toda su sangre pareció afluir a su rostro en ardiente oleada y retirarse después, dejándolo de una palidez verdosa... ...

En la línea 2098
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Oh! Sí, sí, eso es cierto, y cualquier otro amor distinto al mío habría sucumbido a esa prueba; pero mi amor, en mi caso, ha salido de ella ardiente y más eterno. ...

En la línea 4434
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por supuesto, cuando veía venir a un hu gonote, se sentía arrebatado por un celo católico tan ardiente que no comprendía cómo un cuarto de hora antes había podido ten er dudas sobre la superioridad de nuestra santa religión. ...

En la línea 4676
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Soy buen gentilhombre y tengo la sangre ardiente, como habéis podido observar, mi querido D'Artagnan; el insulto era terrible, y por desconocido que hubiera quedado para el resto del mun do, yo lo sentía vivir y removerse en el fondo de mi corazón. ...

En la línea 4967
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan estalló en una carcajada que cambió el temblor del hos telero en fiebre ardiente. ...

En la línea 628
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Díjome que un joven, ardiente constitucionalista, se la había dado unos meses antes, con muchas instancias para que la leyese, ponderándosela como uno de los mejores libros del mundo. ...

En la línea 1753
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mendizábal, como ya me habían advertido, era, en efecto, ardiente enemigo de la Sociedad Bíblica, de la que hablaba con odio y desprecio; estaba también muy lejos de ser un amigo de la religión cristiana, con quien me fuese fácil contar. ...

En la línea 2709
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero una súbita inspiración le iluminó; vibró en sus ojos una ardiente llamarada y todos los músculos de su rostro temblaron. ...

En la línea 2819
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Había en sus modales cierta fría sequedad, sin pizca del generoso celo ni de la ardiente hospitalidad que de tal modo me cautivaron en el cortesísimo rector de los irlandeses de Salamanca; sin embargo, me trató con mucha urbanidad y se ofreció a enseñarme las curiosidades locales. ...

En la línea 4215
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre? ¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio? ¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César? Y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado. ...

En la línea 2011
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... lentada en exceso por los rayos de un sol ardiente, la superficie del terreno, callosa a fuerza de estar seca, hace pesado y asfixiante el aire como si saliese de un horno ...

En la línea 2142
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... n frecuencia se detienen y parece que se duermen, durante uno o dos minutos, con los ojos cerrados y las patas traseras extendidas sobre el ardiente suelo. ...

En la línea 2286
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ando por la tarde bajé del monte encontré a un hombre al cual le había hecho un regalillo por la mañana: me trae bananas asadas calientitas, una piña y varias nueces de coco. conozco nada más deliciosamente refrescante que la leche de una nuez de coco después de un paseo largo bajo un sol ardiente ...

En la línea 412
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Esta señora que llamaban en Vetusta la Regenta, porque su marido, ahora jubilado, había sido regente de la Audiencia, nunca supo la ardiente pasión del arqueólogo. ...

En la línea 1501
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... También envidiaba a los pastores de Teócrito, Bion y Mosco; soñaba con la gruta fresca y sombría del Cíclope enamorado, y gozaba mucho, con cierta melancolía, trasladándose con sus ilusiones a aquella Sicilia ardiente que ella se figuraba como un nido de amores. ...

En la línea 2243
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Daba aquel paso antes de lo que pensaba, porque acababa de ser ascendido; iba a Granada en calidad de Presidente de Sala y quería llevarse a su esposa, si su ardiente deseo era cumplido. ...

En la línea 5529
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Su elocuencia era espontánea, ardiente; improvisaba; era un orador verdadero, valía más que en el papel, en el púlpito, en la ocasión. ...

En la línea 291
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todo el dinero de la Iglesia lo iba dedicando el ardiente anciano a la cruzada contra los turcos. Anunció que iba a empeñar para esto su propia tiara, y hasta arrancó sus encuadernaciones a muchos códices de la biblioteca del Vaticano, porque tenían adornos de metales preciosos. ...

En la línea 300
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Protestaba el viejo Pontífice inútilmente contra el arzobispo de Tarragona y Alfonso V, llamándolos traidores. Era el único, en todo el Occidente, que hacía algo por oponerse al avance de los turcos, y con asombro de todos los que ridiculizaban su empresa, considerándola quimérica, empezaron a verla realizarse bajo el influjo milagroso de una ardiente voluntad. ...

En la línea 445
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No; te amo como antes, como te amaré siempre, y a mi pasión se une un intenso agradecimiento. Tú me hiciste conocer felicidades que nunca había sospechado, y gracias a tu amor me he creído igual a los dioses. Pudiste escoger entre los hombres más famosos; una de tus miradas habría bastado para hacerlos correr nacía ti en ardiente rivalidad, y, sin embargo, te fijaste misericordiosa en mi persona humilde, elevándola hasta la altura de tu belleza. ...

En la línea 451
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Siempre será feliz el hombre a quien hagas la regia limosna de tu amor. Conocerá la más ardiente de las embriagueces: transportes voluptuosos que sólo gustaron los inmortales. La felicidad que tú das va más allá de las felicidades que dispensan las otras. Sólo el que tú distingas con tu amor podrá haber apreciado la verdadera potencia de los atractivos de una mujer. Cuantos placeres encuentre yo en la Tierra inmensa durante los años que aún me quedan por vivir no serán nada comparados con los que conocí al lado tuyo. ...

En la línea 406
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De este modo consolaba a su nuera, que más le parecía hija; pero allá en sus adentros deseaba tanto como Jacinta la aparición de un muchacho que perpetuase la casta y les alegrase a todos. Se callaba este ardiente deseo por no aumentar la pena de la otra; mas atendía con ansia a todo lo que pudiera ser síntoma de esperanzas de sucesión. ¡Pero quia! Pasaba un año, dos, y nada; ni aun siquiera esas presunciones vagas que hacen palpitar el corazón de las que sueñan con la maternidad, y a veces les hacen decir y hacer muchas tonterías. ...

En la línea 490
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Empezó por unirse a unas cuantas señoras nobles amigas suyas que habían establecido asociaciones para socorros domiciliarios, y al poco tiempo Guillermina sobrepujó a sus compañeras. Estas lo hacían por vanidad, a veces de mala gana; aquella trabajaba con ardiente energía, y en esto se le fue la mitad de su legítima. A los dos años de vivir así, se la vio renunciar por completo a vestirse y ataviarse como manda la moda que se atavíen las señoras. Adoptó el traje liso de merino negro, el manto, pañolón oscuro cuando hacía frío, y unos zapatones de paño holgados y feos. Tal había de ser su empaque en todo el resto de sus días. ...

En la línea 1615
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estaba el pobre Juanito Santa Cruz sometido al horroroso suplicio de la idea fija. Salió, investigó, rebuscó, y la mujer aquella, visión inverosímil que había trastornado a Villalonga, no parecía por ninguna parte. ¿Sería sueño, o ficción vana de los sentidos de su amigo? La portera de la casa indicada por Jacinto se prestó a dar cuantas noticias se le exigían, mas lo único de provecho que Juan obtuvo de su indiscreción complaciente fue que en la casa de huéspedes del segundo habían vivido un señor y una señora, «guapetona ella» durante dos días nada más. Después habían desaparecido… La portera declaraba con notoria agudeza que, a su parecer, el señor se había largado por el tren, y la individua, señora… o lo que fuera… andaba por Madrid. ¿Pero dónde demonios andaba? Esto era lo que había que averiguar. Con todo su talento no podía Juan darse explicación satisfactoria del interés, de la curiosidad o afán amoroso que despertaba en él una persona a quien dos años antes había visto con indiferencia y hasta con repulsión. La forma, la pícara forma, alma del mundo, tenía la culpa. Había bastado que la infeliz joven abandonada, miserable y quizás mal oliente se trocase en la aventurera elegante, limpia y seductora, para que los desdenes del hombre del siglo, que rinde culto al arte personal, se trocaran en un afán ardiente de apreciar por sí mismo aquella transformación admirable, prodigio de esta nuestra edad de seda. «Si esto no es más que curiosidad, pura curiosidad… —se decía Santa Cruz, caldeando su alma turbada—. Seguramente, cuando la vea me quedaré como si tal cosa; pero quiero verla, quiero verla a todo trance… y mientras no la vea, no creeré en la metamorfosis». Y esta idea le dominaba de tal modo, que lo infructuoso de sus pesquisas producíale un dolor indecible, y se fue exaltando, y por último figurábase que tenía sobre sí una grande, irreparable desgracia. Para acabar de aburrirle y trastornarle, un día fue Villalonga con nuevos cuentos. «He averiguado que el hombre aquel es un trapisondista… Ya no está en Madrid. Lo de los fusiles era un timo… letras falsificadas». ...

En la línea 2430
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Maximiliano dijo categóricamente aquella tarde que por acuerdo de la familia y con asentimiento de la Superiora, en el próximo mes de Setiembre se daría por concluida la reclusión de Fortunata, y esta saldría para casarse. Las madres no tenían queja de ella y alababan su humildad y obediencia. No se distinguía, como Belén y Felisa, por su ardiente celo religioso, lo que indicaba falta de vocación para la vida claustral; pero cumplía sus deberes puntualmente, y esto bastaba. Había adelantado mucho en la lectura y escritura, y se sabía de corrido la doctrina cristiana, con cuya luz las Micaelas reputaban a su discípula suficientemente alumbrada para guiarse en los senderos rectos o tortuosos del mundo; y tenían por cierto que la posesión de aquellos principios daba a sus alumnas increíble fuerza para hacer frente a todas las dudas. En esto hay que contar con la índole, con el esqueleto espiritual, con esa forma interna y perdurable de la persona, que suele sobreponerse a todas las transfiguraciones epidérmicas producidas por la enseñanza; pero con respecto a Fortunata, ninguna de las madres, ni aun las que más de cerca la habían tratado, tenían motivos para creer que fuera mala. Considerábanla de poco entendimiento, docilota y fácilmente gobernable. Verdad que en todo lo que corresponde al reino inmenso de las pasiones, las monjas apenas ejercitaban su facultad educatriz, bien porque no conocieran aquel reino, bien porque se asustaran de asomarse a sus fronteras. ...

En la línea 309
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata se acercó silenciosamente, paró sus máquinas a unos dos cables del animal y continuó avanzando por su fuerza de inercia. Todo el mundo a bordo contenía la respiración. El silencio más profundo reinaba sobre el puente. Estábamos ya tan sólo a unos cien pies del foco ardiente, cuyo resplandor aumentaba deslumbrantemente. ...

En la línea 2750
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo saltó con ligereza sobre la arena. Una viva emoción le aceleraba el corazón. Escaló una roca que dominaba un pequeño promontorio y allí, con los brazos cruzados, inmóvil, mudo, y con una mirada ardiente, permaneció durante cinco minutos en el éxtasis de su toma de posesión de aquellas regiones australes. Luego, se volvió hacia nosotros. ...

En la línea 3011
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sonia hablaba con acento desgarrador. Una profunda agitación la dominaba. Gemía, se retorcía las manos. Sus pálidas mejillas se habían teñido de rojo y sus ojos expresaban un profundo sufrimiento. Era evidente que Raskolnikof acababa de tocar un punto sensible en su corazón. Sonia experimentaba una ardiente necesidad de explicar ciertas cosas, de defender a su madrastra. De súbito, su semblante expresó una compasión «insaciable», por decirlo así. ...

En la línea 3218
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof estaba muy lejos de reírse. Tenía los labios apretados, y su ardiente mirada no se apartaba de los ojos de Porfirio Petrovitch. ...

En la línea 4420
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Volvieron a las habitaciones de Svidrigailof y éste invitó a la joven a sentarse en la pieza que utilizaba como sala. Él se sentó también, pero a una prudente distancia, al otro lado de la mesa. Sin embargo, sus ojos tenían el mismo brillo ardiente que hacía unos momentos había inquietado a Dunetchka. Ésta se estremeció y volvió a mirar en torno a ella con desconfianza. Fue un gesto involuntario, pues su deseo era mostrarse perfectamente serena y dueña de sí misma. Pero el aislamiento en que se hallaban las habitaciones de Svidrigailof había acabado por atraer su atención. De buena gana habría preguntado si la patrona estaba en casa, pero no lo hizo: su orgullo se lo impidió. Por otra parte, el temor de lo que a ella le pudiera ocurrir no era nada comparado con la angustia que la dominaba por otras razones. Esta angustia era para Dunia un verdadero tormento. ...

En la línea 4496
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Estaba a dos pasos de la joven y la miraba con una ardiente fijeza que expresaba una resolución indómita. Dunia comprendió que preferiría morir a renunciar a ella. Y… y ahora estaba segura de matarle, ya que sólo lo tenía a dos pasos. ...

En la línea 518
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Ese día las cuatro parejas llevaron a cabo concienzudamente todas las locuras campestres posibles en ese entonces. Principiaban las vacaciones, y era un claro y ardiente día de verano. Favorita, que era la única que sabía escribir, envió la noche anterior a Tholomyés una nota diciendo: 'Es muy sano salir de madrugada'. ...

En la línea 1191
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Los ojos de Fantina se iluminaron y cubrieron de claridad todo su rostro. Cruzó las manos con una expresión que contenía toda la violencia y la dulzura de una ardiente oración. ...

En la línea 1048
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y como Lucía callase, interrogando sólo con el mudo y ardiente lenguaje de los ojos, prosiguió el vasco. ...

En la línea 1086
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El Padre Arrigoitia y el médico Duhamel, de acuerdo con Miranda, y facultados telegráficamente por la desconsolada familia Gonzalvo, proporcionaron a la muerta cuanto necesitaba ya: mortaja y ataúd. Pilar, vestida de hábito del Carmen, fue extendida en la caja sobre su mismo lecho; encendieron luces, y dejáronla, a la española, en la cámara mortuoria, no acatando la costumbre francesa de convertir en capilla ardiente el portal, exponiendo allí el cadáver para que todo el que pase lo rocíe con una rama de boj que flota en una caldereta de agua bendita. Depósito, exequias y entierro, debían verificarse el día siguiente. ...

En la línea 1114
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Descendía rápidamente el sol a su ocaso, caía sobre el jardín la sombra; Sardiola, el lebrel fidelísimo que había dado el ladrido de alarma, no estaba ya allí. Lucía miró en torno suyo con ojos vagos, y llevose las manos a la garganta oprimida. Después convirtió la vista a la fachada, cual si sus macizos muros pudiesen por mágico arte volverse cristal y trasparentar lo que en su interior guardaban. Quedose fascinada, sofocando un grito antes que naciera. La puerta del comedor estaba entornada. Cosa era esta que sucedía muchas tardes, siempre que al ama Engracia se le ocurría tomar el fresco un rato en el umbral charlando con Sardiola; pero en tal instante Lucía sintió que la puerta entreabierta la penetraba de terror glacial y de ardiente júbilo a un tiempo. Su cerebro, vacío de ideas, sólo encerraba un sonsonete monótono y cadencioso, repitiendo como la péndola de un horario: «Vino esta mañana, se va esta noche… » Y al fin la repetición la irritaba de tal manera, que sólo oía la palabra «noche, noche, noche», palabra que parecía vibrar, como esos puntos luminosos que se ven en las tinieblas, durante el insomnio, y que se acercan y se alejan, sin movimiento de traslación, por el mero sacudimiento de sus moléculas. Apretose las sienes como para detener la tenaz péndola, y lentamente, paso a paso, se encaminó al vestíbulo de casa de Artegui. Al poner el pie en el primer peldaño de la escalera, la música zumbadora de la sangre le cantaba en los oídos, como un coro de cien moscardones. Parece que le decía: ...

En la línea 1235
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Me promete usted… ? -murmuró con ardiente súplica, con la autoridad toda de su voz, acostumbrada a mandar en los espíritus. ...


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Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h

Errores Ortográficos típicos con la palabra Ardiente

Cómo se escribe ardiente o hardiente?
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