Cual es errónea Apuntar o Apuntarr?
La palabra correcta es Apuntar. Sin Embargo Apuntarr se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra apuntarr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra apuntar
Errores Ortográficos típicos con la palabra Apuntar
Cómo se escribe apuntar o hapuntar?
Cómo se escribe apuntar o apuntarr?
Algunas Frases de libros en las que aparece apuntar
La palabra apuntar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2245
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... disparando su segundo tiro desde el fondo de la acequia, con la seguridad del tirador que puede apuntar bien y sabe que hace carne. ...
En la línea 739
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el señor Fermín, para demostrar el cuidado incesante que durante el año exigía aquel suelo, que era como de oro, agachábase para coger un puñado de caliza y mostraba la finura de sus pequeños terrones blancos y desmenuzados, sin que se dejase apuntar en ellos el germen de una planta parásita. Entre las hileras de cepas veíase la tierra, machacada, alisada, peinada, con la misma tersura que si fuese el suelo de un salón. ¡Y la viña de Marchamalo se perdía de vista, ocupaba varias colinas, lo que exigía un trabajo enorme! A pesar de la rudeza con que el capataz trataba a los viñadores durante el trabajo, ahora que no estaban presentes, se apiadaba de sus fatigas. ...
En la línea 148
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando no se emplea el lazo, se arrolla y se lleva atado a la parte de atrás de la silla. Hay dos especies de bolas: las más sencillas, que se emplean para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas, cubiertas de cuero y reunidas por una tenue cuerda trenzada, como de unos ocho pies de longitud; la otra especie sólo difiere de ésta en que consta de tres pelotas reunidas por una cuerda a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más pequeña de las tres y hace girar las otras dos en derredor de la cabeza; luego de hacer puntería las arroja, y las bolas van a través del aire girando sobre sí mismas como balas de cañón enramadas. En cuanto las bolas dan contra cualquier objeto, se enroscan cruzándose en derredor de él y se anudan con fuerza. El grueso y el peso de las bolas varían según el fin que se propone lograr con ellas: hechas de piedra y del tamaño de una manzana, hieren con tanta fuerza, que a veces rompen las patas del caballo a las cuales se arrollan; se hacen de madera, del tamaño de un nabo, para apoderarse de los animales sin herirlos. A veces son de hierro las bolas, y entonces llegan a mucha mayor distancia. La dificultad principal para servirse del lazo o de las bolas consiste en ser tan buen jinete, que, yendo a galope o volviendo grupas de pronto, se pueda hacerlos girar con bastante igualdad en derredor de la cabeza para poder apuntar; a pie se aprendería muy pronto a manejarlos. Divertíame cierta vez en galopar y hacer girar las bola en derredor de mi cabeza, cuando la bola libre chocó accidentalmente con un arbustillo; cesando entonces de pronto el movimiento de revolución, cayó al suelo la bola, rebotó enseguida y fue a enroscarse a una de las patas traseras de mi caballo; escapóseme la otra bola y quedó cogida mi cabalgadura. Afortunadamente era un caballo viejo y experto, pues de otro modo se hubiera puesto a cocear hasta caer de lado. Los gauchos se desternillaron de risa gritando que hasta entonces habían visto coger a toda clase de animales, pero que nunca habían visto a un hombre cogerse él mismo. ...
En la línea 206
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Esta circunstancia salvó la vida a los blancos; los indios se llevaron consigo sus numerosos heridos; y, por último, habiéndolo sido también uno de sus caciques, tocaron retirada Fueronse en busca de sus caballos y parecieron celebrar consejo de guerra; terrible pausa para los españoles, que habían agotado todas sus municiones, excepto algunos cartuchos. Al cabo de un instante, los indios volvieron a montar a caballo y desaparecieron bien pronto. Otra vez aún fue rechazado más presto un ataque de los indios: un francés, de mucha calma y sangre fría, habíase encargado de apuntar el cañón; aguardó a que los indios casi le tocasen, y después hizo fuego; el cañón estaba cargado con metralla y 39 salvajes cayeron para no levantarse más. Este solo cañonazo bastó para poner en fuga a toda la banda. ...
En la línea 1650
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r la tarde están lodosos e impetuosos, pero al apuntar el día disminuye el agua en cantidad y está mucho más clara. í sucede con el río Vacas que pasamos al rayar el día sin gran dificultad. ...
En la línea 2334
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Al apuntar el día preparan mis guías un excelente almuerzo, como la cena de la víspera. verdad para ellos es una fiesta la comida: pocas veces he visto gente que coma tanto ...
En la línea 16530
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Valía apuntar en los intervalos de las palmadas que habían de ser muy breves. ...
En la línea 16534
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Lo único original allí era que Fulgosio juraba que su honor de soldado no le permitía autorizar un simulacro de desafío, y que el duelo a pistola y a tal distancia y a la voz de mando sin apuntar y entre dos primerizos, pues primerizo era también Mesía a pistola, sería la carabina de Ambrosio. ...
En la línea 83
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Isabel Cordero era, veinte años ha, una mujer desmejorada, pálida, deforme de talle, como esas personas que parece se están desbaratando y que no tienen las partes del cuerpo en su verdadero sitio. Apenas se conocía que había sido bonita. Los que la trataban no podían imaginársela en estado distinto del que se llama interesante, porque el barrigón parecía en ella cosa normal, como el color de la tez o la forma de la nariz. En tal situación y en los breves periodos que tenía libres, su actividad era siempre la misma, pues hasta el día de caer en la cama estaba sobre un pie, atendiendo incansable al complicado gobierno de aquella casa. Lo mismo funcionaba en la cocina que en el escritorio, y acabadita de poner la enorme sartén de migas para la cena o el calderón de patatas, pasaba a la tienda a que su marido la enterase de las facturas que acababa de recibir o de los avisos de letras. Cuidaba principalmente de que sus niñas no estuviesen ociosas. Las más pequeñas y los varoncitos iban a la escuela; las mayores trabajaban en el gabinete de la casa, ayudando a su madre en el repaso de la ropa, o en acomodar al cuerpo de los varones las prendas desechadas del padre. Alguna de ellas se daba maña para planchar; solían también lavar en el gran artesón de la cocina, y zurcir y echar un remiendo. Pero en lo que mayormente sobresalían todas era en el arte de arreglar sus propios perendengues. Los domingos, cuando su mamá las sacaba a paseo, en larga procesión, iban tan bien apañaditas que daba gusto verlas. Al ir a misa, desfilaban entre la admiración de los fieles; porque conviene apuntar que eran muy monas. Desde las dos mayores que eran ya mujeres, hasta la última, que era una miniaturita, formaban un rebaño interesantísimo que llamaba la atención por el número y la escala gradual de las tallas. Los conocidos que las veían entrar, decían: «ya está ahí doña Isabel con el muestrario». La madre, peinada con la mayor sencillez, sin ningún adorno, flácida, pecosa y desprovista ya de todo atractivo personal que no fuera la respetabilidad, pastoreaba aquel rebaño, llevándolo por delante como los paveros en Navidad. ...
En la línea 426
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Todos los primeros de mes recibía Barbarita de su esposo mil duretes. D. Baldomero disfrutaba una renta de veinticinco mil pesos, parte de alquileres de sus casas, parte de acciones del Banco de España y lo demás de la participación que conservaba en su antiguo almacén. Daba además a su hijo dos mil duros cada semestre para sus gastos particulares, y en diferentes ocasiones le ofreció un pequeño capital para que emprendiera negocios por sí; pero al chico le iba bien con su dorada indolencia y no quería quebraderos de cabeza. El resto de su renta lo capitalizaba D. Baldomero, bien adquiriendo más acciones cada año, bien amasando para hacerse con una casa más. De aquellos mil duros que la señora cogía cada mes, daba al Delfín dos o tres mil reales, que con esto y lo que del papá recibía estaba como en la gloria; y los diez y siete mil reales restantes eran para el gasto diario de la casa y para los de ambas damas, que allá se las arreglaban muy bien en la distribución, sin que jamás hubiese entre ellas el más ligero pique por un duro de más o de menos. Del gobierno doméstico cuidaban las dos, pero más particularmente la suegra, que mostraba ciertas tendencias al despotismo ilustrado. La nuera tenía el delicado talento de respetar esto, y cuando veía que alguna disposición suya era derogada por la autócrata, mostrábase conforme. Barbarita era administradora general de puertas adentro, y su marido mismo, después que religiosamente le entregaba el dinero, no tenía que pensar en nada de la casa, como no fuese en los viajes de verano. La señora lo pagaba todo, desde el alquiler del coche a la peseta de El Imparcial, sin que necesitara llevar cuentas para tan complicada distribución, ni apuntar cifra alguna. Era tan admirable su tino aritmético, que ni una sola vez pasó más allá de la indecisa raya que tan fácilmente traspasan los ricos; llegaba el fin de mes y siempre había un superávit con el cual ayudaba a ciertas empresas caritativas de que se hablará más adelante. Jacinta gastaba siempre mucho menos de lo que su suegra le daba para menudencias; no era aficionada a estrenar a menudo, ni a enriquecer a las modistas. Los hábitos de economía adquiridos en su niñez estaban tan arraigados que, aunque nunca le faltó dinero, traía a casa una costurera para hacer trabajillos de ropa y arreglos de trajes que otras señoras menos ricas suelen encargar fuera. Y por dicha suya, no tenía que calentarse la cabeza para discurrir el empleo de sus sobrantes, pues allí estaba su hermana Candelaria, que era pobre y se iba cargando de familia. Sus hermanitas solteras también recibían de ella frecuentes dádivas; ya los sombreritos de moda, ya el fichú o la manteleta, y hasta vestidos completos acabados de venir de París. ...
En la línea 4547
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando Maxi volvió a la alcoba, ya principiaba a apuntar el día. «Si no te cojo hoy, te cojo mañana—rezongaba—. No hay nada; pero yo sentí pasos, yo sentí cuchicheos; tú saliste de aquí… Has vuelto a entrar y estás ahí haciéndote la dormida para engañarme… Déjate estar… Yo estoy con mucho ojo, y aunque parezca que no veo nada, lo veo todo… A buena parte vienes… Que andaba un hombre por los pasillos, no tiene duda. No vale el jurarme que no había nadie. Pues qué, ¿no tengo yo oídos?… ¿Estoy yo tonto?». ...
En la línea 5315
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no se habló más del asunto. Conviene apuntar, antes de pasar adelante, que aquella abnegación de Juan Pablo y el asiduo interés que por la salud de su hermano mostraba, serían absolutamente inexplicables, dado el egoísmo del señor de Rubín, si no se acudiera, para encontrar la causa, a ciertas ideas relacionadas con la economía política o la ciencia que llaman financiera. Tiempo hacía que Juan Pablo tenía un proyecto de conversión de su deuda flotante, proyecto vasto, para cuyo éxito necesitaba el concurso de la casa Rostchild, por otro nombre, su tía. Respecto a la necesidad del empréstito, no cabía la menor duda; era cuestión de vida o muerte. Lo que restaba era que doña Lupe se prestase a hacerlo, pues la garantía moral de una de las entidades contratantes no era ni con mucho tan sólida como la de Inglaterra o Francia. Empezó, pues, el primogénito de Rubín por prestarle en aquel delicado asunto de la enfermedad de Maxi la oficiosa ayuda que se ha visto. Iba de continuo a la casa, y en todo cuanto hablaba con su tía, era de la opinión de esta, ya fuese de Política, ya de Hacienda lo que se tratara. Hizo entusiastas elogios del Sr. de Torquemada; explanó acaloradamente la necesidad de arreglar sus propios asuntos, con aquello de año nuevo vida nueva, estableciendo en sus gastos un orden tan escrupuloso, que no haría más el primer lord de la Tesorería inglesa. Cuando hallaba ocasión, echaba una puntadita; pero doña Lupe tenía más conchas que un galápago, y se hacía la tonta… pero tan tonta que habría que pegarle. ...
En la línea 1025
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pensaba yo, mientras proseguíamos la marcha, que la luz de nuestros aparatos Ruhmkorff debía necesariamente atraer a algunos de los habitantes de esos oscuros fondos. Pero aunque muchos se acercaron lo hicieron a una distancia lamentable para un cazador. Varias veces vi al capitán Nemo detenerse y apuntar con su fusil para, tras algunos instantes de observación, desistir de tirar y reanudar la marcha. ...
En la línea 1030
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En aquel momento, vi al capitán apuntar su arma hacia algo que se movía entre la vegetación. Salió el tiro, que produjo un débil silbido, y un animal cayó fulminado a algunos pasos. Era una magnífica nutria de mar, el único cuadrúpedo exclusivamente marino. La pieza, de un metro y medio de longitud, debía tener un precio muy alto. Su piel, de color pardo oscuro por el lomo y plateado por debajo, era de esas que tanto se cotizan en los mercados rusos y chinos. La finura y el lustre de su pelaje le aseguraban un valor mínimo de dos mil francos. Contemplé con admiración al curioso mamífero de cabeza redondeada con pequeñas orejas, sus ojos redondos, sus bigotes blancos, semejantes a los del gato, sus pies palmeados con uñas y su cola peluda. Este precioso carnicero, sometido a la intensa persecución y caza de los pescadores, va haciéndose extremadamente raro. Se ha refugiado principalmente en las zonas boreales del Pacífico, en las que muy probablemente no tardará en extinguirse la especie. ...

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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

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Apuntar en la RAE.
Apuntar en Word Reference.
Apuntar en la wikipedia.
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